martes, 1 de mayo de 2018

Capítulo 109

  La primera guardia la hicieron Ashanti y Nasim, después les tocaría el turno a Min Ho y Andrea, siendo la última Haakon y Marama, dejando a Tasya que durmiera toda la noche, siendo aún la única que podía manejar el vehículo.
  Después de una frugal cena se disponían a acostarse cuando escucharon el batir de unas alas muy grandes, se quedaron todos en silencio e inmóviles esperando que sucediera algo más, pero al no escuchar nada más que suave murmullo del río, lentamente se asomaron con las linternas encendidas.
  Vieron parado en medio de la ruta a una de las criaturas aladas que vieran unos días antes, pero era más grande.
  “¿Eso fue lo que vieron el otro día mientras yo dormía?” Preguntó Tasya
  “Si, pero eran más pequeños.” Marama dio un par de cuidadosos pasos para acercarse, al no ver reacción alguna, intentó unos pasos más.
  La criatura giró la cabeza hacia un costado en dirección del vehículo y después volvió a mirar a Marama, se enderezó, desplegó las alas por unos segundos, después las recogió plegándolas a los costados de su cuerpo y se recostó sobre su vientre.
  Marama se acercó un poco más y al ver que no había reacción por parte de la criatura caminó con paso decidido con la mano extendida.
  “Yo no lo intentaría aún.” Una voz la frenó en seco y al girar vió a alguien parado junto al vehículo. “No los considera amenaza, pero aún tiene sus reservas sobre ustedes.”
  Los jóvenes se quedaron mirando a la figura que se acercaba hacia ellos.
  “Es la chata del viejo si, y por lo que veo está bien cuidada, pero eso no responde una simple pregunta, ¿Dónde la encontraron?”
  La figura llegó hasta unos cuantos metros de los jóvenes y vieron que era una muchacha, vestida con ropas oscuras.
  “Alguno que pueda proveer la respuesta será de gran utilidad.” La criatura emitió una serie de suaves gruñidos, lo que hizo que la muchacha se volteara. “A mí no me pareció tan gracioso.”
  “Nos lo dio una anciana hace unos días.” Dijo Ashanti.
  La muchacha se quedó pensando unos eternos segundos antes de volver a hablar en dirección a la criatura.
  “¿Qué piensas?”
  La criatura levantó un poco la cabeza y emitió otra serie de gruñidos suaves, la muchacha se quedó pensativa otra vez y después habló directamente con Ashanti.
  “¿Saben hacia donde se dirigen?”
  Ashanti se quedó en silencio, lo mismo que el resto de los jóvenes.
  “Deduzco que no.”
  Otra serie de gruñidos de la criatura.
  “Si, si, ya lo sé.” La muchacha se alejó de los jóvenes en dirección a la criatura, a mitad de camino se detuvo y les dijo. “Si no saben a dónde van, podrían intentar llegar al volcán Lanin.” La criatura emitió un solo gruñido en clara desaprobación. “Bueno no te enojes, ya nos vamos.”
  Sin emitir otro sonido, la muchacha se acercó a la criatura, montó sobre su lomo, después la criatura volvió a abrir las alas, dio un par de aleteos y  levantó vuelo para desaparecer en el cielo nocturno, dejando a los jóvenes nuevamente con más preguntas que respuestas.
  “¿Acaso estaban hablando entre ellos?” Preguntó medio confundido Nasim.
  “Yo diría que la criatura la regañó.” Dijo Ashanti, “ese último gruñido me recordó el que las leonas usan con los cachorros cuando los regañan.”
  Marama volvió a reunirse con ellos. “¿Dónde está ese volcán que mencionó la muchacha?”
  “¿Ni siquiera sabemos quién es y quieres ir donde ella sugirió ir?”
  “Me parece que tendrías que haberte quedado en tu casa Nasim.”
  “Si empezamos a discutir ahora seguro que estaremos toda la noche y seguiríamos sin saber nada de todo esto.” Haakon se interpuso entre Marama y Nasim.
  “Nasim tiene razón en eso de que no sabemos quién era esa muchacha.” Ashanti pensó unos segundos antes de continuar. “También es cierto que si nos hubieran querido hacer daño, lo habrían podido hacer.”
  “La verdad es que estamos siguiendo un camino basándonos en sueños, sensaciones, dirección en la que vuelan criaturas increíbles.” Min Ho miró a Nasim con una sonrisa, “Es el primer destino claro que recibimos desde que llegamos a éste continente.”
  Nasim intercambió miradas con cada uno de ellos y luego negó con la cabeza levemente.
  “Siempre pensé que mi mente no estaba bien desde que empecé a considerar emprender el viaje, pero ahora veo que todos lo estamos. Espero que encontremos algunas respuestas en ese volcán.”
  “Muy bien, veamos el mapa a ver cuál es la mejor ruta.” Ashanti y Tasya se sentaron en torno al mapa y revisaron las posibles rutas.
  El resto también observaban el mapa, salvo Marama seguía manteniendo la vista en el cielo esperando volver a ver la silueta oscura recortada contra las estrellas.
  Un par de minutos después Tasya había elegido el camino que seguirían el día siguiente y Ashanti sugirió que descansaran lo mejor posible para poder aprovechar la luz del día siguiente, aunque la única que pudo dormir algo fue Tasya, el resto solo dormía de a ratos.
  La mañana llegó con un cielo despejado y luego de un fugaz desayuno Tasya le recordó el camino elegido a Andrea.
  “Bajaremos por ésta ruta hasta esta ciudad, Neuquén, donde seguiremos por ésta otra ruta hasta Zapala, ahí bajaremos hasta Junin de los Andes, ahí subiremos por ésta otra ruta.”
  “Perfecto, ¿Vamos entonces?”
  Los jóvenes se subieron al vehículo y emprendieron el camino.
  La ruta asfáltica no estaba tan deteriorada como esperaban, lo que los ayudó a mantener una buena velocidad.
  “Que árido.” Dijo Min Ho mirando el paisaje desértico.
  “Según el mapa cruzaremos algunos ríos, así que podremos recargar agua.” Ashanti le aseguró.
  Un rato después llegaron a una zona con árboles y un pueblo desierto, siguieron adelante y llegaron a otro puente entre casas desiertas y una gran rotonda, donde Tasya se detuvo un momento y la pidió el mapa a Andrea.
  “¿Ya te perdiste?”  Bromeó Andrea.
  “Mejor seguimos por esa ruta de la derecha.” Le señaló con el dedo para que Andrea pudiera navegar en caso de ser necesario.
  “¿Algún motivo para el cambio de ruta?”
  “No estoy segura Ashanti, pero me parece mejor.”
  Tasya siguió avanzando y tomó la rotonda para salir por la ruta de la derecha, por la cual cruzaron otro puente largo que también era un dique, siguieron avanzando después de una larga curva a la izquierda el trayecto fue casi todo recto, hasta que llegaron a otra zona urbana abandonada, donde la ruta se hizo más ancha y con dos carriles de cada mano.
  “Hay que seguir hasta la cuarta calle que sale hacia la derecha.” Le dijo Andrea.
  Tasya llegó hasta la cuarta salida y dobló a la derecha, no parecía una ruta de importancia, pero después de la segunda rotonda se volvió de dos carriles por mano siguieron avanzando.
  “Todo derecho hasta la última rotonda, donde doblaremos a la izquierda.”
  “¿Cómo sabremos que es la última rotonda?” Preguntó Haakon.
  “En el mapa no hay ruta después de esa rotonda.” Andrea le mostró el mapa.
  Llegaron a la última rotonda y Tasya tomó el camino de la izquierda, siguió avanzando hasta que llegaron al cruce con otra ruta importante, donde tomó esa ruta hacia la derecha y siguió avanzando hasta llegar a una bifurcación donde tomó la ruta de la derecha y siguieron avanzando.
  “¿Cómo vienes Tasya?” Preguntó Ashanti, “¿Necesitas descansar?”
  “Estoy bien.”
  Tasya seguía guiando el vehículo con confianza y hasta disfrutando el viaje.
  Siguieron avanzando por esa ruta, cruzaron otra zona urbana abandonada y el tramo siguiente los encontró con un paisaje árido por un buen rato hasta que llegaron a Zapala, la ciudad estaba vacía aparentemente, como todas las que habían cruzado.
  “En la tercera rotonda hay que seguir derecho.”
  Esa ruta tenía bastante más curvas que las anteriores con un paisaje más montañosos, pero aún árido.
  Después de unas horas llegaron a una bifurcación, Andrea indicó seguir por la derecha y Tasya así lo hizo otro rato después llegaron a otra bifurcación donde doblaron a la izquierda y Tasya se detuvo cuando llegaron al puente.

  Se refrescaron un rato mientras Tasya dormía una siesta después de comer un poco de comida.

viernes, 13 de abril de 2018

Capítulo 108

  Tasya pudo mantener una velocidad bastante constante por unas horas, pasaron por algunas estaciones de servicio abandonadas, pero aún no había señales de habitantes humanos.
  Después de una curva a la izquierda había más árboles a los costados de la ruta, entre los árboles se podían ver algunas casas.
  “Según el mapa estamos entrando en Santa Rosa.” Comentó Andrea.
  Tasya disminuyó un poco la velocidad, pero en los minutos siguientes no encontraron a nadie, en un tramo sin árboles vieron una casa grande.
  “Ése debe ser el hotel que está señalado acá.” Andrea apuntó con el dedo en el mapa, antes de una curva a la derecha.
  Tasya siguió avanzando y después de esa curva la ruta se volvió claramente más urbana, con ocasionales dársenas para cruzarla y las casas abandonadas eran más numerosas, estaban entrando ya en la ciudad, ahora había dos calles paralelas a cada lado de la ruta y en un punto las dos manos de la ruta estaban divididas por un bulevar, siguieron unos minutos hasta que llegaron a una unión de con otra ruta, Tasya detuvo el vehículo.
  “¿Qué sucede?” Preguntó Andrea.
  “Necesito estirar un poco las piernas.” Tasya abrió la puerta y salió a caminar.
  “¿En medio del cruce?” Preguntó Andrea. “Al menos podrías parar bajo la sombra.”
  “No es mala idea,” agregó Ashanti, “mejor estiremos todos las piernas.”
  Tasya estaba parada en el cruce de las rutas mirando en cada dirección, un minuto después volvió al vehículo y le pidió el mapa a Andrea, Tasya observó el mapa y lo que los rodeaba para ubicarse mejor y con el dedo siguió una ruta hasta un punto.
  “¿25 de Mayo?” Preguntó Andrea observando lo que hacía Tasya. “¿Cómo lo sabes?”
  Tasya simplemente se encogió de hombros.
  “Revisemos cuánta agua tenemos.” Les dijo Haakon.
  Todos hicieron el recuento de la cantidad de agua que les quedaba, tenían suficiente para una semana, dato que los tranquilizó.
  “Vamos entonces.” Tasya esperó a que todos estuvieran en sus lugares y volvió a tomar el volante del vehículo.
  Avanzó hasta el cruce, dobló a la izquierda y avanzó en dirección sur, la ruta estaba relativamente en condiciones, lo que les permitía avanzar a buen ritmo, pasaron por un breve trecho donde había señales de inundación, pero el vehículo cruzó sin contratiempos, un rato después llegaron a lo que fuera un poblado, ahora abandonado y siguieron después de eso pasaron por otro cruce de rutas, pero Tasya no se detuvo ni dudó, siguió avanzando un tiempo después encontraron otra estación de servicio y un parador abandonados, unos cuantos metros después había una bifurcación, Tasya tomó la bifurcación con una amplia curva a la derecha y continuaron en dirección oeste.
  “¿Por dónde estamos?” Le preguntó Ashanti a Andrea.
  Andrea le señaló en el mapa, “Ruta Nacional 152, el próximo poblado es General Acha, ¿creen que encontraremos a alguien ahí?”
  “No parece probable.” Nasim miraba por la ventana mientras hablaba. “Todos los pueblos que cruzamos estaban abandonados.”
  “No nos detendremos,” Tasya les dijo mientras mantenía la vista en el camino, “el día está despejado y quiero aprovechar al máximo la luz.”
  Pasaron por General Acha y vieron lo mismo que en los poblados anteriores, casas abandonadas.  Después de eso llegaron a otra bifurcación y Tasya siguió por  la ruta de la derecha, aún rumbo oeste, el paisaje estaba lentamente cambiando, ya no veían tantos árboles, la maleza era baja y parecía más bien vegetación de zonas áridas.
  Siguieron avanzando, el asfalto de la ruta mostraba claras señales de deterioro, lo que era de esperar después de tanto tiempo sin mantenimiento, el vehículo se comportaba como si estuviera llendo por un camino casi liso. Cruzaron otro poblado marcado en el mapa con el nombre de Chacharramendi, pero solo vieron unas pocas casas espaciadas.
  El sol ya estaba en lo alto y comenzaba su descenso hacia el oeste cuando llegaron a otro poblado. Andrea revisó el mapa.
  “Éste debería ser La Reforma, si hay un puente que cruza un río del otro lado.”
  Efectivamente después de las casas había un puente pequeño que cruzaba un río, con poco caudal, pero se apreciaban las señales de que en algún momento del año corría más agua. Siguieron avanzando un par de horas más.
  “Ésta recta parece eterna.” Comentó Min Ho.
  “El paisaje tampoco ayuda.” Dijo Andrea.
  Pasaron unas horas más, que les parecieron interminables y llegaron a un cruce de rutas importante.
  Tasya tomó  el camino hacia la izquierda que unía a la ruta en dirección sur. Vieron uno estación de servicio abandonada y un hotel con el cartel del nombre aún leíble.
  “Cruce del desierto.” Leyó Andrea. “Parece apropiado sentido del humor.”
  La tarde ya estaba avanzada cuando llegaron a otra estación de servicio abandonada con una rotonda y otro hotel.
  Tasya disminuyó la velocidad y se detuvo a la sombra de unos árboles.
  “Descansemos aquí.” Dijo antes de abrir la puerta y salir a caminar un rato.
   Los jóvenes descendieron del vehículo y observaron el lugar. Se dieron cuenta que el ría estaba a unos metros, ancho y caudaloso.
  “Mejor revisamos bien el lugar antes de dormir.” Marama hablaba por primera vez desde que comenzaran el viaje ese día.
  “Buena idea,” dijo Ashanti, “en pares para mejor seguridad.”
  Se dispersaron en pares para revisar el lugar, salvo Tasya que se quedó junto al vehículo.
  Unos cuantos minutos después todos estaban de regreso sin haber encontrado señales de habitantes humanos.

  Prepararon un poco de comida y cuando ya estaba anocheciendo se dispusieron a dormir, pero esta noche dos de ellos harían turnos de guardia.

domingo, 8 de abril de 2018

Capítulo 107

  Aún no había amanecido cuando Marama despertó, se quedó acostada tratando de dormir, pero al no poder volver a hacerlo, se levantó. EL resto dormía, se puso un poco de abrigo y salió a ver las estrellas.
  El aire era frío, pero se toleraba, el cielo estaba totalmente despejado y no había luna, pero si estrellas, era un espectáculo único, le recordó el cielo de su tierra natal.
  Escuchó un suave murmullo, la brisa que se deslizaba por las malezas y los pastos altos, pero algo más le llamó la atención, le pareció ver un par de ojos brillosos, fue solo un instante, pero estaba segura de lo que había visto, se quedó quieta, agudizando sus sentidos lo mejor que podía, sintió un sudor frío por la espalda y se le erizaban los pelos de la nuca, podía sentir más de una presencia entre la vegetación que los rodeaba y se estaban acercando. Lentamente el terror se estaba apoderando de ella, pero aún no se atrevía a moverse, respiró hondo por la nariz, percibió un aroma que no era el de la hierba, era de algún animal, percibió movimiento entre las sombras por el rabillo del ojo, había unos cuantos metros de espacio entre ella y lo que fuera que estaba acechando, lentamente dio un giro para ver mejor y se quedó paralizada.
  Sobre el techo de la estación había una figura oscura observándola, sus ojos brillosos se clavaron en los de ella por lo que pareció una eternidad, cuando pudo volver a pestañar, el cielo estaba comenzando a iluminarse en el horizonte, ella estaba parada en el mismo lugar, pero no percibía nada extraño a su alrededor, solo el suave murmullo del viento en la hierba y los árboles, corrió a buscar una linterna y en el apuro despertó al resto de sus compañeros, quienes no comprendían lo que pasaba, Marama buscó y encontró la escalera que la llevara a la terraza.
  Al estar en la terraza se quedó mirando donde se suponía estaría la sombra que había visto, pero el lugar estaba vacío.
  Alumbró el suelo y no encontró ninguna señal de que alguien o algo hubiera pisado allí en muchos años, buscó por todo el techo, pero no encontró nada, al borde de la histeria miró en redondo y se dio cuenta que la hierba que rodea la estación de servicio estaba mucho más alejada de lo que ella percibió un rato antes.
  Se quedó pensando unos largos segundos tratando de entender que había sucedido.
  Haakon fue el primero en subir a la terraza y al ver a Marama tan seria le preguntó qué había sucedido, pero ella no podía explicarlo.
  “¿Encontraron algo?” Preguntó Andrea mientras subía la escalera.
  “Nada, pero había algo hace un rato.” Marama seguía mirando por todos lados buscando alguna pista que le dijera que no estaba enloqueciendo.
  “Pudo der un sueño.” Sugirió Haakon.
  “No estoy segura, lo sentí demasiado real como para que fuera un sueño, además yo estaba ahí fuera tomando un poco de aire cuando sucedió.”
  “Bajemos y nos cuentas a todos lo que sucedió, tal vez entre todos podamos encontrarle un sentido.”
  Marama estaba comenzando a duda de si misma, por lo que decidió aceptar la sugerencia de Haakon y descendió a reunirse con el resto.
  Aceptó el té caliente que le ofreció Min Ho y les contó la experiencia.
  “Suena como un sueño, pero desde que nos embarcamos es un poco difícil decidir que lo es y qué no.” Dijo Nasim.
  “¿No recuerdas nada de los ojos de lo que viste en el techo?” Preguntó Ashanti.
  “Nada” Marama negó con la cabeza. “Lo único que recuerdo de eso en particular, es que cuando vi la figura en el techo era aún noche cerrada y cuando pestañee el cielo se estaba empezando a iluminar.
  “Pareciera que estas tierras nos están poniendo a prueba.” Nasim bebió un poco más de té antes de continuar. “Estamos viajando sin un rumbo fijo, basándonos en sueños y criaturas extrañas.”
  “Tiene sentido.” Min Ho observó a cada uno antes de continuar. “El Capitán del barco nos lo dijo, que nadie sin invitación cruza la barrera, y después Julio nos dijo algo parecido, si en éstas tierras hay algo tan poderoso no es de extrañar que nos quieran evaluar.”
  “¿Evaluar si somos o no dignos?” Sugirió en tono medio de broma Andrea.
  “O simplemente están evaluando si no somos una amenaza.” Ashanti agregó.
  “Otra posibilidad es que nos estén haciendo seguir un camino eterno hasta que perdamos la cordura.” Nasim agregó.
  Estuvieron todos en silencio un rato mientras se perdían en sus propios pensamientos.
  Tasya fue la primera que comenzó a guardar sus pertenencias y prepararse para continuar el viaje, a lo que el resto imitó. Cuando Tasya puso su bolso en el vehículo notó que sus compañeros estaban aún callados, mientras los esperaba, se puso a evaluar el mapa, siguió la ruta por la que habían llegado, si la seguían sin desviarse en ninguna de las otras rutas llegarían a una ciudad, se preguntó qué harían después.
  “Ya estamos casi listos.” Dijo Haakon.
  “¿Vamos hasta ésta ciudad?” Tasya le mostró el punto en el mapa.
  “Santa Rosa.”  Haakon leyó el mapa y asintió con la cabeza. “Allí veremos hacia donde seguimos.”

  Una vez que todos estuvieron en el vehículo Tasya lo puso en marcha y continuaron el viaje siguiendo la ruta.

martes, 3 de abril de 2018

Capítulo 106

  “¿Cuánto tiempo llevamos ya?” Preguntó Min Ho.
  “Casi cuatro horas” Respondió Haakon. “Casi cuatro horas y nada más que césped y algunos árboles.”
  “Hemos visto alguna que otra ave volando también.” Dijo Ashanti.  “¿Quieres para a descansar un rato Tasya?”
  “Cuando lleguemos a aquellos árboles.” Respondió Tasya señalando los árboles que se veían unos kilómetros delante.
  Al detener el vehículo a la sombra de los árboles los jóvenes estiraron los miembros medio entumecidos.
  Marama contemplaba los eucaliptos con una sonrisa y se recostó apoyada en el tronco de uno de ellos.
  “¿Dónde crees que estemos?” Preguntó Haakon mirando el mapa junto con Ashanti.
  “Por la velocidad que veníamos y el tiempo calculo que debemos de esta por ésta zona.” Dijo Ashanti.
  “¿Cómo a ninguno de nosotros se nos ocurrió traer una brújula?” Se preguntó Haakon.
  “De nada serviría si no sabemos usarla.” Dijo Andrea, mientras preparaba un refrigerio y lo pasaba a los demás.
  Nasim sacó sus binoculares con cierta urgencia y se puso a contemplar el horizonte. “Los que tengan binoculares tienen que ver esto.” Les dijo a los demás.
  Min Ho, Haakon y Ashanti se sumaron a Nasim.
  “¿Qué es eso?” Preguntó Min Ho, “¿Un ave gigante?”
  “¿Qué tan lejos creen que estará?” Preguntó Haakon.
  “Parece estar buscando algo.” Dijo Nasim.
  “No creo que sean aves gigantes.” Dijo Marama con cierto recaudo en la voz.
  “¿Por qué lo dices?” Preguntó Nasim.
  “Porque hay uno dando vueltas arriba nuestro.”
  Los jóvenes bajaron los binoculares, levantaron la vista y se quedaron atónitos al ver  la criatura planear en amplios círculos sobre sus cabezas.
  “Creo que estamos viendo a los dragones.” Dijo Andrea.
  La criatura continuó volando en círculos en torno a la arboleda.
  “¿Pensará que somos alimento?” Preguntó Andrea.
  “Es hermoso.” Dijo Marama.
  Escucharon un batir de alas y vieron a otra de las criaturas posarse suavemente frente a ellos apoyó las patas traseras primero y después las delanteras, recogiendo las alas a los costados de su cuerpo. Se veía amenazante, pero la actitud era más bien de curiosidad. Se acercó lentamente y los jóvenes retrocedieron unos pasos para estar pegados al tronco de un eucalipto, pero la criatura parecía estar más interesada en el vehículo que en ellos.
  Observó el vehículo por un costado, después por el otro, olfateó el interior de la cabina y después giró su cabeza para observar a los jóvenes.
  “Permanezcan quietos y tranquilos, si no percibe peligro es probable que no nos ataque.” Susurró Ashanti y al ver las miradas de los demás agregó, “Es lo que hacemos con los leones, en general funciona.”
  La criatura se acercó un poco más, quedando a un par de metros de los jóvenes, pero su atención estaba en Marama, la observó unos largos instantes, acercó un poco más la cabeza y olfateó el aire. Marama sonrió e intentó acercarse, pero la criatura retrocedió parándose en sus patas traseras, desplegó las alas membranosas y las agitó para levantar vuelo, dio un par de círculos en torno a los árboles y luego se alejó para perderse en la lejanía.
  “¿Qué fue eso?” Le preguntó  Haakon a Marama.
  “No lo se, cuando me miró era como si me reconociera.”
  “Esto es demasiado ya.” Dijo Nasim. “¿Vieron el tamaño de esos dientes? Creo que deberíamos volver.”
  “¿Volver cómo?” Preguntó Min Ho. “El bote que nos trajo a tierra se hundió después de que tocáramos tierra, dudo que podamos encontrar otro si volvemos ahora.” El muchacho respiró profundamente y a modo de apaciguamiento agregó. “Está bien que tengamos miedo, ninguno de nosotros ha estado en estas tierras antes y apenas sabemos la verdadera historia de lo que sucedió en la guerra, pero creo que si esas criaturas hubieran querido hacernos daño, lo habrían podido hacer sin que pudiéramos hacer nada para evitarlo.”
  “¿Solo podemos seguir avanzando?” Se preguntó Haakon. “Hacia y hasta dónde?”
  “Hacia allá.” Dijo Marama señalando la dirección en que las criaturas volaron.
  “Eso es una locura y sin sentido.” Dijo Nasim.
  “Venimos haciendo cosas sin sentido para la mayoría desde que comenzamos con éste viaje.” Dijo Ashanti. “Tenemos suficientes provisiones para unas cuantas semanas, así que podemos ir en esa dirección un tiempo y si no encontramos nada, retrocedemos y buscamos en otra.”
  “Eso suena como un plan.” Dijo Haakon.  “Si emprendemos la marcha ahora, tal vez podamos llegar a hacer unos cuantos kilómetros antes de que caiga la noche. Tasya, ¿estás muy cansada como para continuar manejando?”
  Al no recibir respuesta cayeron en cuenta de que Tasya no estaba con ellos, por unos segundos el terror se apoderó de ellos, pero Min Ho señaló hacia un árbol donde Tasya estaba acostada durmiendo, había extendido su colchoneta y se durmió sin que ninguno de ellos se percatara.
  “¿Qué hacemos ahora?” Preguntó Haakon.
  “Dejémosla dormir un rato, porque ninguno de nosotros sabe cómo manejar ésta cosa.” Andrea los miró y agregó. “Yo se de vehículos antiguos, pero solo por revistas y libros, nunca manejé ninguno.”
  “Tal vez sería prudente que todos aprendamos.” Dijo Min Ho.
  “Ayudaría para ir rotando y entonces podríamos cubrir más terreno.” Agregó Nasim. “Si, ya sé, hace un momento quería volver, pero no puedo volverme caminando.”
  Los jóvenes se sentaron para terminar la comida que había sido interrumpida, mientras Tasya dormía tranquilamente por un par de horas.
  Cuando despertó encontró a sus compañeros distendidos entre los árboles. Andrea le convidó un poco de comida y le contó lo sucedido.
  “¿En serio?” Dijo sorprendida.
  “Debiste estar realmente cansada para no enterarte de nada, ¿ni siquiera cuando aterrizó allí?”
  Tasya negó con la cabeza, terminó de comer y se preparó para otra jornada al mando del vehículo.
  Una vez que estuvieron todos acomodados y revisaron que no se olvidaran nada de equipaje emprendieron nuevamente el viaje.
  El terreno, que se veía como una eterna llanura, ayudaba a que pudieran avanzar a una velocidad algo constante.
  “La suspensión trabaja muy bien.” Comentó Andrea.
  “La dirección no es tan rígida como hubiera esperado.” Le dijo Tasya.
  Siguieron avanzando durante unas cuantas horas más, hablaron poco y salvo Tasya, el resto tenía los ojos puestos en el cielo y el horizonte, pero no vieron nada por un largo rato. Ya entrada la tarde se encontraron con un río, no era ancho, pero si profundo, claramente hecho por el hombre en otro tiempo.
  “Necesitamos buscar un puente.” Era más un pensamiento en voz alta de Hakoon.
  Ashanti estaba mirando el mapa tratando de ubicarse lo mejor posible, Min Ho Y Marama estaban mirando con sus binoculares en cada dirección del río.
  “Allí parece que hay un puente.” Dijo Min Ho señalando hacia el sur. “Parece bastante grande.”
  “Para el norte no veo ningún puente.”
  Los jóvenes subieron al vehículo y Tasya puso dirección al puente, unos minutos después llegaron al puente y se encontraron con los restos de una ruta asfáltica, no del todo reclamada aún por la naturaleza. Antes de cruzar observaron en la medida de sus conocimientos los cimientos del puente y cruzaron con cuidado por miedo a que se derrumbara, pero no dio señales de hacerlo.
  “Si ésta ruta sigue en éste estado podremos recorrer mayor distancia.” Sugirió Tasya.
  “Tú eres la que maneja. Si te parece lo mejor.” Dijo Ashanti.
  Avanzaron siguiendo la ruta, por tramos estaba un poco mejor, pero les permitió avanzar un poco más rápido, a ambos lados de la ruta aún estaban los guardarrieles, cubiertos por maleza en algunos tramos.  Algún que otro poste de cables que aún estaba en pie, pero sin cables. Pasaron un camino que salía de la ruta hacia la derecha, pero sin asfalto, unos minutos más y no había más guardarrieles, solo maleza a ambos lados de la ruta.
  “Es bien llano el terreno.” Dijo Min Ho. “Es como estar en el océano, se puede ver una gran distancia.”
  Unos minutos después una leve curva a la izquierda, pero apenas cambiaba el rumbo original, por lo que Tasya siguió circulando por la ruta.
  “No se ve ninguna marca, como para saber que ruta es.” Dijo Nasim.
  “Debe haber, pero seguro están tapadas por la vegetación.” Respondió Hakoon.
  Unos minutos después se encontraron con los restos de unas casillas en un tramo un poco más ancho.
  “Parece que acá también tenían peaje.” Dijo Andrea mirando los restos. “Parece que una de las columnas era más fuerte que las otras, sino el techo hubiera caído en medio de la ruta.”
  Tasya avanzó lo mas a la derecha que pudo y luego la ruta volvió a estar despejada.
  “Lástima que no había ningún cartel que se pudiera leer para saber donde estamos.” Dijo Andrea.
  Unos minutos más comenzaron a aparecer construcciones bajas al costado derecho, unos silos algo derruidos, más casas en el costado izquierdo también, hasta una rotonda.
  “Debe ser un pueblo.” Comentó Andrea.
  “Podríamos buscar un lugar donde pasar la noche antes que oscurezca.” Sugirió Tasya mientras disminuía la marcha.
  “Si ves algún lugar, pero que no sea alejado de la ruta.” Hakoon sugirió también.
  Tasya dobló a la izquierda y entró en lo que alguna vez fuera una estación de servicio. Se bajaron del vehículo y revisaron la zona, no encontraron ninguna señal de que hubiera personas.
  “Me gustaría saber dónde estamos.” Dijo Ashanti.
  “Una idea aproximada tenemos con el mapa.” Dijo Min Ho.
  “Si, pero de acuerdo a los cálculos que hicimos, tenemos un radio de unos cuantos kilómetros.” Ashanti y Min Ho observaban el mapa. “Si nos equivocamos de pueblo, podríamos terminar en cualquier lado.”
  “Trenque Lauquen.” Dijo Hakoon mientras volvía de revisar el interior de la estación de servicio. “Dentro encontré un cartel que aún se puede leer y ese es el nombre del pueblo.”
  Ashanti  y Min Ho miraron el mapa y encontraron el nombre.
  “Bueno estamos dentro de lo que habíamos calculado.” Afirmó Ashanti. “Esto no es un pueblo, es una ciudad, según como está marcada en el mapa, la ruta pasa por las afueras. Ruta nacional cinco y sigue hasta otra ciudad, Santa Rosa.”
  “¿Mañana seguimos ésta ruta hasta esa ciudad?” Preguntó Nasim.
  “Es una idea como cualquier otra.” Dijo Hakoon. “Si alguien tiene otra idea.”

  El resto de los jóvenes asintieron y quedaron todos de acuerdo, pasarían la noche en Trenque Lauquen y al día siguiente seguiría la ruta.

miércoles, 21 de marzo de 2018

Capítulo 105

  Al despuntar el alba no había ni una nube en el cielo, pero estaba un poco más fresco que los días anteriores.
  Los jóvenes se despertaron y después del aseo matutino bebieron el té que la mujer les ofrecía, junto con pan y mermelada caseros.
  “Anoche estuve pensando,” Les dijo la mujer, “no creo que yo pueda ayudarlos mucho más en encontrar el motivo de su viaje, pero es posible que puedan encontrar algunas respuestas en la cordillera.”
  “¿En la cordillera?” Preguntó Ashanti.
  “Si, en las montañas que hay más al oeste, serán menos de mil kilómetros, si la memoria no me falla.”
  “¿Mil kilómetros?” Preguntaron los siete al unísono.
  “Nos tomará unos cuantos días caminar mil kilómetros.” Dijo Nasim.
  “En eso puedo ayudarlos, vengan.” La mujer se levantó y los llevó a la vuelta de la casa, donde había un pequeño garaje, abrió la puerta y dentro había un vehículo cubierto por una tela.
  “Muchacho si eres tan amable.” La mujer le dijo a Min Ho, quién junto a Haakon corrió la tela y dejó al descubierto el vehículo blanco.
  “Esto debería estar en un museo de antigüedades.” Dijo Andrea medio fascinado mientras daba la vuelta al vehículo. “Es un Ford F100, esto tiene más de cien años. No es posible que funcione, además no tenemos de donde sacar combustible para el motor”
  “Solo la forma es de esa época todo lo demás es casi nuevo.” Dijo la mujer.
  “No entiendo, eso que significa.” Dijo Andrea sin sacar la vista del interior del vehículo.
  “Fue construido especialmente así a pedido de su antiguo dueño, la forma es la de una F100, pero el motor es eléctrico, o algo así, la batería debería tener carga aún y mientras siga circulando se recargará solo, las cubiertas no se desinflan ni se pinchan.” La mujer se perdió en pensamientos unos eternos segundos. “Lo que olvidé preguntarles, ¿Alguno de ustedes sabe manejar?”
  “Yo si.” Dijo Tasya. “Donde crecí éste tipo de vehículo aún se usaban hasta hace unos años.”
  “Bueno, tendrías que sacarla a dar un par de vueltas, para asegurarse que todo está en funcionamiento.” Dijo la mujer. “Las llaves están dentro.”
  Tasya se sentó detrás del volante, midió poder llegar a los pedales cómodamente, acomodó el espejo retrovisor y puso en marcha el vehículo. No hubo ruido ni explosión ni gases emanando del caño de escape, apenas un muy suave zumbido. Apretó el embrague, puso primera y avanzó lentamente. Dio unas vueltas y se detuvo junto a la puerta de entrada de la casa. La mujer se acercó y felicitó a la muchacha de cabellos dorados y ojos azules.
  “Bien hecho.”
  “Gracias.” Dijo sonrojándose Tasya.
  “Antes de que continúen con el viaje tengo algo que puede servirles.” La mujer volvió a entrar en la casa y después de revolver algunos cajones volvió a salir con una bolsita en la mano.
  Los jóvenes se juntaron en torno a la mujer quién les mostró el contenido. Era un cuaderno anillado lleno de mapas.
  “Es un poco viejo, pero les servirá para orientarse mejor.” La mujer buscó pasando las hojas hasta encontrar el punto aproximado donde se encontraban. “Estamos más o menos aquí, unos quince kilómetros al sur de la esta ciudad que se llamaba Luján. Si mantienen rumbo oeste se chocarán con la cordillera.”
  “¿Qué hay en la cordillera?” Preguntó Ashanti.
  “¿Además de montañas?” La mujer los miró con una sonrisa. “Eso no sabría decirles, pero seguro que durante el camino encontrarán alguna pista.”
  “¿Estas son las rutas?” Preguntó Andrea señalando las líneas del mapa.
  “Si, algunas tal vez aún se puedan transitar, otras no tanto, lo mismo que los puentes, revísenlos antes de cruzar.”
  “Es muy generoso de su parte, pero no podemos tomar su vehículo sin darle nada a cambio.” Dijo Nasim.
  “No les estoy regalando nada, se lo estoy prestando, espero que lo traigan de regreso cuando encuentren lo que buscan.” Dijo la mujer y con una mano sobre la carrocería agregó, “además hace tiempo que ésta máquina no viaja y estaba empezando a enloquecer ahí sentada en el garaje.”
  Los jóvenes cruzaron unas miradas rápidas, pero la mujer simuló no darse cuenta.
  “Bueno, preparen el equipaje para continuar con su viaje.”
  Mientras los muchachos organizaban y cargaban el equipaje, la mujer  apartó a Tasya y la sentó nuevamente tras el volante.
  “Trátala con cariño, sobre todo en el primer día, te tentará apretar el acelerador, pero abuses.”
  Tasya miraba a la mujer sin saber si le estaba hablando a ella o al vehículo.
  “Si en algún momento te parece que se vuelve un poco caprichosa, tenle paciencia, no está acostumbrada a tus mano aún, pero cuando lo haga te llevará por cualquier terreno como si fueras flotando.” Miró a Tasya y le preguntó con una sonrisa. “¿Sabes cuáles son las luces?”
  Tasya observó los instrumentos, señaló el interruptor que pensaba era el correcto.
  “Muy bien, si lo girás una vez son las luces de posición, una segunda vez son las luces bajas y con ésta palanca son las altas.”
  Tasya puso las manos en el volante y estiró los dedos de su mano izquierda hasta tocar la palanca, simuló mover la palanca hacia arriba y abajo mientras decía mirando a la mujer. “Luces de giro.” Otro movimiento de los dedos, “limpia parabrisas.”
  “Muy bien, ahora está en tracción trasera, pero puedes cambiar a doble tracción o tracción delantera.”
  Tasya volvió la vista al tablero y señaló una perilla.
  “Así es, toda a derecha es tracción trasera, en el medio es doble tracción y a la izquierda es tracción delantera.”
  “Perfecto, ¿éste cuarto pedal?”  La mujer señaló el cuarto pedal a la izquierda del embrague.
  “Freno de mano.” Dijo Tasya con una sonrisa.
  “Correcto.”
  “Disculpe,” Andrea interrumpió, “No recuerdo que éste tipo de vehículo tuvieran tracción delantera.”
  “Así es muchacho, eran todos de tracción trasera o doble, pero como les dije antes, solo la forma de la carrocería es de esa época.”
  “Ahh, pero, ¿Por qué usaríamos la tracción delantera?”
  La mujer no respondió, pero volteó a ver a Tasya. “¿Alguna idea para esa pregunta?”
  “Supongo que en caso de que las ruedas traseras queden sin agarre en el terreno, al no girar no seguirán patinando y no enterrarán el vehículo.”
  La mujer  miró a Andrea y con una sonrisa le dijo, “Ahí tienes la respuesta.”
  Andrea pensó unos segundos y sonrió, “Es una buena explicación.” Volvió a ocuparse de su equipaje.
  “Muy bien pequeña, buen instinto, trátala con cariño y me cuantas cuando vuelvas como estuvo.”
  Tasya volvió a sonreír y sonrojarse.
  Un rato después el equipaje estaba cargado y todos estaban listos para continuar con la travesía.
  Uno a uno los jóvenes agradecieron a la mujer, Ashanti y Tasya le dieron un fuerte abrazo antes de subir al vehículo.

  Tasya giró la llave, puso primera y comenzó a avanzar rumbo al oeste.

lunes, 19 de marzo de 2018

Capítulo 104

  Los jóvenes quedaron atónitos por unos segundos antes de seguir avanzando hacia la casa y la persona que los esperaba.
  La casa desde fuera era simple, paredes de ladrillos pintadas de blanco, las ventanas eran de distintos tamaños.
  “¿Han tenido un buen viaje?” La mujer preguntó con tono cordial.
  Tenía el pelo gris claro, casi blanco, y no pareciera que se lo peinara seguido, llevaba un vestido claro y el único adorno que llevaba puesto era un collar con tres medallas.
  “Entren por favor, que esta noche refrescará y mi cuerpo ya no soporta el frío como antes.”
  Entraron en la casa, la chimenea estaba en el centro de la casa y la única habitación que había parecía ser el baño. A la derecha de la puerta había una pileta con canilla y en la mesada estaban los utensilios de cocina, había algunas sillas u sillón y una cama junto a una pared.
  “Por favor, siéntense, pónganse cómodos así me cuentan cómo llegaron hasta aquí.  ¿Quieren un poco de té?”
  Los muchachos intercambiaron unas miradas y asintieron, la mujer fue a buscar las tazas a un armario y les dio una a cada uno, después les sirvió el té con la pava que estaba calentándose en la chimenea. Tenía un aroma dulzón y fresco.
  “Es té con un poco de manzanilla y eucalipto.”
  Los muchachos miraban con asombro lo simple y cómodo del interior de esa casa. Aún no terminaban de creer que habían encontrado a la anciana, aunque no parecía tan anciana, con la que soñaran unos días atrás.
  Dejaron las mochilas una junto a la otra y se sentaron en torno a la mujer, quién estaba sentada junto a la chimenea. Ashanti fue la que tomó la palabra y contó los sueños que habían compartido y como los siete desconocidos se encontraron en el mismo lugar y desde ese día se sienten cómodos en compañía uno de otro.
  La mujer bebió el té a sorbos regulares y después de escuchar atentamente dijo. “Imagino que deberán tener unas cuantas preguntas.”
  Marama levantó la mano y la mujer se quedó sorprendida ante el gesto.
  “Caramba niña, me haces sentir como si estuviera nuevamente en la escuela dando clases, jaja, adelante con tu pregunta.”
  Marama bajó el brazo medio avergonzada y preguntó. “¿Qué clase de criatura tiró del bote que nos llevó a tierra desde el barco?”
  “Los habitantes del océano.” Respondió la mujer, pero al ver que los muchachos esperaban algo más como explicación continuó. “Puede ser que los llamen Sirenas, así como nosotros evolucionamos para vivir en tierra hace muchos milenios, hubo un grupo que evolucionó para vivir en el agua, siempre hubo avistamientos y filmaciones, algunas reales otras fabricadas, pero contacto directo nunca que se supiera. Lo cual demostró ser lo mejor, porque serían encerradas en estanques y tendrían finales tristes.”
  “Pero a nosotros nos llevaron a tierra y nos dejaron en puerto seguro.” Dijo Marama.
  “Si, varios de nosotros hemos desarrollado cierta relación con ellos, después de la guerra, como las aguas que rodean gran parte del continente están libres de humanos, es su santuario podríamos decir.”
  “A mí me dio la impresión de que el Capitán del barco y algunos tripulantes los conocían.” Dijo Min Ho.
  “A mí también me dio esa impresión.” Agregó Haakon.
  “Si es así, entonces ese Capitán es una persona respetuosa del océano.” Dijo la mujer.
  “La tormenta que cruzamos antes de llegar a tierra, ¿es natural?” Preguntó Nasim.
  “Esa tormenta es lo que quedó después de la guerra,” dijo la mujer, “no es del todo natural, pero tampoco es del todo artificial. No sé bien los detalles de cómo funciona, pero….” La mujer se perdió en pensamientos y recuerdos por unos largos momentos, “la verdad no se bien cómo funciona, pero sí sé que tiene voluntad propia, en el pasado muchas embarcaciones intentaron cruzarla, pero ninguna lo logró.” Tomó unos sorbos de té y continuó. “Ustedes son las primeras personas del viejo mundo en llegar hasta acá desde que terminara la guerra.”
  Hubo unos minutos de silencio mientras la mujer terminaba su té y los muchachos trataban de poner en orden sus pensamientos.
  “Hay algo que me gustaría saber,” dijo tímidamente Marama.
  “Adelante niña, pregunta nomás.”
  “De dónde venimos la historia de lo que sucedió en ésta parte del mundo es escasa e incompleta. Las pinturas que soñamos ver en la ciudad contaban algo bastante distinto de lo que sabemos.”
  “¿Distinto?” La mujer pensó unos segundos. “¿En qué sentido?”
  “Bueno, la historia que nos enseñaron es que durante la guerra se detuvo unas fuerzas que intentaban conquistar y expandirse, pero en las pinturas vimos algo distinto, un gran poder destructivo, pero no para la conquista sino para la defensa.”
  “Supongo que debería contarles un poco lo que ha sucedido.” La mujer se levantó de su asiento y se sentó en el piso sobre un almohadón con las piernas cruzadas, los muchachos se sintieron incómodos permaneciendo en las sillas y también se sentaron en el piso. “Cuando la población que sobreviviera a la pandemia comenzaba a encontrar cierta estabilidad y lentamente volvían a trazarse las líneas de comunicación y comercio internacionales. Para ese entonces una de las comunidades mas fuertes era la de acá, en gran parte por dos motivos, el número elevado de jóvenes con habilidades y haber encontrado la ciudad científica que había sepultada en lo profundo debajo de lo que fuera la ciudad de Buenos Aires, buen, no exactamente debajo de la ciudad, pero en gran parte.”
  “¿Aquí también había una de esas instalaciones ultra secretas?” Interrumpió sin pensarlo Nasim. “Perdón por la interrupción.” Agregó avergonzado.
  La mujer lo miró con una sonrisa.
  “¿Saben de la existencia de estas instalaciones?” Los muchachos asintieron. “Bueno, eso me ahorra una gran explicación de cosas que apenas comprendo. En fin, hasta donde se supo había unas cincuenta de esas instalaciones repartidas por el mundo, por el tipo de terreno la que construyeron aquí fue una de las más grandes. Los recursos que tenía ayudaron a que las comunidades que se habían formado pudieran volverse más fuertes y formar bases firmes para el futuro. Para ese entonces los jóvenes con habilidades eran un pilar importante, tanto en materia de crecimiento como de protección.”
  “Disculpe.” Dijo Ashanti. “Al que le decían maestro era una persona real?”
  “Bueno, maestro es un término que se usaba para muchas personas, ¿te refieres a alguien en particular?, aunque ayudaría algún dato más.”
  “Tanto en las historias que nos contaron de niños y en las pinturas lo vimos montando dragones.”
  “Ja ja ja. Una imagen algo simplista, pero si, es una persona real.” Tomó una profunda bocanada de aire y continuó. “Le decían maestro, pero él nunca se consideró maestro, él fue uno de los pocos adultos con habilidades que sobrevivió la primera expansión de la pandemia, aún después de muchos años y estudios no se pudo saber el motivo de que unos pocos adultos tuvieran las habilidades, mientras que en comparación los niños eran muchos más numerosos. En fin, para explicarles del maestro tendré que contarles desde la pandemia, pero será corto como para que se hagan una imagen.
  En los primeros días después de que casi el ochenta por ciento de la población humana sucumbiera a la pandemia y quedaran muertos vivientes que el único objetivo era alimentarse de cuanta carne pudieran encontrar, los niños fueron los que comenzaron a tener las habilidades de telequinesis, manipulación de los elementos y otras más. En algunos casos, si estaban con sus familias tenían cierta contención, pero en otros eran considerados parias, el maestro se cruzó con una familia que tenía un pequeño niño con estas habilidades y lo ayudó, descubriendo juntos que podían hacer con esas habilidades. Una de las cosas que esas habilidades les daba era la de poder sentir la presencia de la gente y así encontraron a más niños y familias, otros llegaron de lejos. En la comunidad que se había formado en torno a esas habilidades el maestro era quién cuidaba del entrenamiento de los niños, lo llamaban la Academia Jedi.” Los jóvenes se quedaron mirando sin comprender. “Es una historia muy popular de antes de la pandemia ,” al no ver reacción de los jóvenes continuó, “ supongo que se ha perdido mucho del viejo mundo, en fin, con el tiempo los niños crecieron tanto en edad como en sus habilidades, pero seguían viendo al maestro como ejemplo, incluso cuando lo superaban notoriamente en sus habilidades.”
  “Increíble.” Dijo Ashanti.
  “Sí que lo era, pero eso no es todo, cuando se hizo contacto con las comunidades que se habían formado en el mundo, muchas solicitaban ayuda por distintos fenómenos que ocurrían, o simplemente para que les sacaran a los niños con habilidades. Los humanos en su gran mayoría no toman bien lo que es distinto a ellos, usando la violencia como recurso para lidiar con lo que no comprenden.
  Para ese entonces el Maestro viajaba mucho, acompañando a quienes manejaban mejor el arte de la diplomacia y relaciones con otras comunidades, en muchos de esos viajes volvía con jóvenes o niños, algunos acompañados por sus familias, eso ayudaba a fortalecer la Academia, hubo tiempos en los que eso generó cierto conflicto con las otras comunidades de la zona, pero se superaron en algunos casos o se toleraron en otros, lástima que no fue lo mismo con el resto del mundo.”
  “¿Por qué no fue lo mismo?” Preguntó Haakon.
  “Bueno, supongo que se podría decir que aún se aferraban al antiguo mundo, la pandemia no solo acabó con gran parte de la población humana, también cambió la geografía política y social, y cuando se estaba superando esa devastación, había en esencia dos corrientes, los que querían reconstruir como era antes y los que querían construir algo nuevo y eso hacía las relaciones algo tensas, pero lo que en verdad hizo escalar el conflicto fueron las organizaciones detrás de las instalaciones subterráneas, las que sobrevivieron en el mundo querían seguir controlando a la que había acá, pero eso no sucedería, y culpaban entre otros al maestro y sus aprendices.
  Primero enviaron asesinos, pero eso probó ser en vano, para entonces el maestro solo quería estar con su familia, pero cuando las fuerzas militares llegaron para invadir él tomó el mando y en conjunto con otras comunidades de la zona repelió el ataque, pensamos que eso haría recapacitar y abrir una mesa de diálogo, pero solo enviaron más tropas hasta que ante la imposibilidad de penetrar las defensas nos bombardearon con armamento nuclear y químico, y con eso nos diezmaron completamente.”
  “¿Armamento nuclear?” Preguntó Andrea. “Eso nunca se dijo en los libros de historia.”
  “Muchacho, aún eres joven, pero con el tiempo entenderás porqué esa información no es de conocimiento al público.”
  “Si usaron armamento nuclear, esta zona tendría que ser radioactiva.” Comentó Min Ho.
  “Eso es correcto.” Dijo la mujer.
  “¿Entonces hemos sido expuestos a la radiación?” Preguntó Min Ho.
  “Si, pero no.” Dijo la mujer, y continuó explicando. “Las detonaciones hundieron gran parte de la vieja ciudad de Buenos Aires, pero la nube radioactiva y demás consecuencias fueron repelidas y formaron la barrera de tormenta que rodea el continente.”
  “Imposible.” Dijo sorprendido Nasim.
  “Yo tampoco lo creía posible, pero ustedes vieron la tormenta y la cruzaron.”
  “¿Cómo fue posible?”
  “Fue un sacrificio demasiado elevado el que se pagó, muchas vidas se perdieron en ese momento,  y las que sobrevivieron se alejaron para siempre de esta zona.”
  “¿Aún hay gente viviendo aquí?” Preguntó Ashanti.
  “Claro que sí, pero no por acá, ni en lo que fueran otras ciudades del viejo mundo. Construyeron nuevas comunidades y hasta donde sé han prosperado pacíficamente.” La mujer los observó a cada uno de los jóvenes y cambió el rumbo de la conversación. “Ahora pregunto, ¿Qué andan haciendo por estas tierras?”
  Los jóvenes quedaron pensativamente callados durante unos minutos, la que primero habló fue Ashanti.
  “Eso es parte de lo que queremos descubrir, todos sentimos la necesidad de venir hasta acá, pero aún no sabemos el por qué.”
  “¿Aún no saben el motivo?” La mujer pensó unos segundos. “Han podido cruzar la tormenta y pasaron por las ruinas de Buenos Aires sin inconvenientes, algún motivo debe haber para que llegaran hasta acá.”
  “Disculpe, ¿a qué se refiere con cruzamos las ruinas sin inconvenientes?” Preguntó Nasim.
  “Podría decirse que las ruinas están llenas de fantasmas.” La mujer los miró y volvió a preguntar. “¿En verdad no saben por qué han cruzado medio mundo para llegar hasta acá?”
  Los jóvenes cruzaron miradas de cierta vergüenza al darse cuenta que ninguno se había hecho esa simple pregunta a sí mismos.
  “Sentíamos la urgencia de llegar hasta las coordenadas, después las sirenas nos llevaron hasta tierra y ahí tuvimos un sueño colectivo en el que debíamos venir hacia el oeste y encontrarla a usted.” Dijo Haakon.
  La mujer se quedó pensando un momento mientras tomaba su te.
  “No sabría decirles por qué, entonces.” Extendió sus brazos mostrando el entorno. “Salvo que quieran quedarse con mi casa.” Al ver la perplejidad de los muchachos agregó. “Era una broma.” Se levantó y se acercó a la cocina. “¿Han comido ya? Tengo algo de comida que podemos compartir si quieren.”
  Los jóvenes asintieron y se levantaron para ayudar en lo que pudieran.
  La cena transcurrió casi sin mediar palabra, cada uno de los comensales absorto en sus propios pensamientos, al terminar lavaron los utensilios y se acomodaron para dormir, los jóvenes extendieron sus bolsas de dormir y quedaron sumidos en un sueño profundo casi al instante.

  La mujer se preparaba para acortarse, pero un sonido le llamó la atención, era algo grande que se posaba suavemente sobre el césped. Después de asegurarse que los jóvenes estaban dormidos salió y se encontró con su visitante.

lunes, 12 de marzo de 2018

Capítulo 103

  Al despuntar el alba, los siete muchachos se fueron despertando, estiraron el cuerpo para salir del ensueño matutino y se dispusieron a preparar el desayuno.
  “¿Fue real encontrar a Julio y las pinturas que se movían?” Preguntó Nasim.
  Los otros seis muchachos cruzaron miradas entre ellos y prestaron más atención al lugar que los rodeaba, los restos de la fogata estaban en el centro, pero las paredes estaban sin pinturas, solo el desgate de años sin mantenimiento.
  “Las pinturas de las paredes anoche se movían, eso lo vimos todos.” Dijo Min Ho.
  “¿Dónde está Julio?” Preguntó Tasya. Un creciente temor se apoderó de ellos, lo que era cumplir con un deseo profundo de su interior, se estaba volviendo en algo más que una pesadilla.
  Haakon salió del refugio y observó la ciudad en ruinas que los rodeaba. En su mayoría los escombros estaban reclamados por vegetación, se podían ver pájaros volar, la ciudad estaba en completa ruina, vacía de gente, pero no de vida. Ashanti se acercó y contempló también el entorno.
  “Algo nos impulsó a dejar nuestros hogares y venir aquí, incluso con las coordenadas, pero ahora no estoy tan seguro.” Dijo Haakon.
  “Anoche tuve un sueño,” dijo Ashanti, “en él estaba buscando una anciana, no estoy segura por qué motivo.”
  “Ya también tuve un sueño como ese.” Dijo Marama. “Avanzaba siempre hacia la puesta del sol.”
  “¿Ustedes también soñaron con la búsqueda de la anciana en el atardecer?” Preguntó Andrea. Los siete se miraron entre ellos, sabiendo que todos habían soñado la misma situación. “Supongo que debemos ir hacia el oeste y encontrar una anciana.”
  “Muy bien muchachos, pero antes de emprender el camino, les convendría un buen desayuno.” Los muchachos voltearon y se encontraron a Julio sentado donde había estado sentado la noche anterior. “Por favor, siéntense y coman, les espera un largo trecho por delante.”
  “¿Dónde estaba hace un momento señor Julio?”
  “¿Señor Julio? Min Ho me harás sentir viejo, jeje. Estaba tomando mi refresco matutino antes de venir a ver como amanecieron ustedes.” Los jóvenes se quedaron mirándolo sin moverse. “Veo que no tan amigables como anoche.”
  “Anoche éstas paredes tenían pinturas en ellas.” Dijo Andrea.
  “Si, pero ahora parecen no estarlo.” Dijo Julio como si recién se percatara del asunto. “Extraño, si, si, pero no lo más extraño, ustedes estaban a punto de contarme el motivo de su viaje a éstas tierras cuando se quedaron todos planchados.” Al ver la cara de incógnita les aclaró, “Dormidos, es una manera de decir dormidos.”
  “Eso también fue extraño.” Dijo Nasim.
  “Bueno, ¿Qué les parece si mientras desayunan me comentan qué los trae a ésta parte del mundo?”
  Un breve intercambio de miradas y se sentaron a desayunar, Ashanti fue la que tomó la posta y le contó a Julio del sueño reiterado que compartían desde hace unos cuantos meses, casi un año, en el cuál la urgencia de emprender el viaje hacia ésta parte del mundo los hacía sentir totalmente fuera de lugar en sus respectivos hogares, se encontraron entre ellos en un puerto en África y allí consiguieron que una embarcación los trajera hasta unas coordenadas y desde allí en un bote decrépito los trajeron hasta tierra.
  “¿Qué clase de animales eran los que tiraron del bota para traernos hasta tierra?” Preguntó Tasya.
  “Sería difícil para mí decirlo sin haberlos visto.” Respondió Julio. “En el océano hay innumerables formas de vida y desde hace años que no voy a navegar, pero si los trajeron salvos a tierra, no deben ser agresivos, bueno entonces todos soñaron que debían venir hasta acá, ¿y ahora que se supone que deben hacer?”
  “Eso es lo que nos gustaría saber.” Dijo Ashanti. “Anoche tuvimos otro sueño, buscábamos una anciana hacia el atardecer.”
  “Interesante,” Dijo Julio, “¿Qué creen que eso signifique?” Los miró a cada uno y luego se respondió a si mismo. “No tienen ni idea de que significa.” Julio se quedó pensando un momento mientras jugaba con un palillo. “¿Cómo saben que es el atardecer y no el amanecer?”
  “Porque el sol desaparecía detrás de la anciana.” Dijo Andrea.
  “Eso es una buena forma de saberlo. ¿Alguna otra pista más que recuerden?” Julio parecía divertido con la conversación, y los muchachos se quedaron pensando unos minutos.
  “Oeste.” Dijo Marama. “Creo que debemos ir hacia el oeste.”
  “Esa es una buena observación.” Dijo Julio con una sonrisa.
  “SI, pero no sabemos que tanto al oeste deberíamos ir.” Agregó Haakon.
  “Esa es otra buena observación, ¿Qué clase de provisiones han traído?” Julio se quedó mirándolos.
  Cada uno comenzó a hacer recuento de la comida que tenían en sus mochilas, entre alimento enlatado, conservas y frutas secas, les quedaban para unos diez días si los racionaban, pero el problema era el agua, no les quedaba mucha.
  “Bueno, por el agua no se preocupen tanto, en un par de días lloverá, si mis huesos no me engañan,” les dijo Julio, “Diez días es tiempo suficiente para salir de lo que queda de ésta ciudad y encontrar campo abierto.”
  “Supongo que eso es lo que deberíamos hacer.” Haakon se quedó mirando las ruinas por un momento. “Señor Julio, ¿Sabe que nombre tenía ésta ciudad?”
  Julio se quedó mirándolo un momento y luego al resto de los jóvenes, “¿Qué tanto saben de geografía muchachos?”
  “Sabemos los nombres de nuestras ciudades.” Dijo en tono tímido Nasim.
  “¿Cuánto saben del viejo mundo?” Julio los miró y agregó, “¿Antes de la guerra?” Al ver que no sabían mucho siguió “Supongo que de antes de la pandemia menos, no me sorprende, por eso la humanidad repite su propia historia. Estas son las ruinas de lo que antes era la ciudad de Buenos Aires, aunque la mitad está tapada por el río ahora, después del último bombardeo.”
  “Buenos Aires.” Repitió Haakon. “Las brisas son agradables hasta ahora. Gracias por la información.”
  “De nada muchacho, pero deberían aprovechar la luz del día para comenzar el viaje.”
  “¿Hay algún peligro que deberíamos estar atentos?”
  “Mmm, bueno Haakon, si te dijera que no te mentiría, pero si te dijera que si, también te mentiría.” Julio volvió a reír ante la perplejidad en las caras de los muchachos. “Peligro al pisar en falso y caer en algún viejo túnel o apoyarse en una pared inestable, de esos si los hay, pero si son precavidos los pueden evitar.”
  “¿No hay personas viviendo?” Preguntó Andrea.
  “No que yo sepa,” Julio se perdió unos segundos en sus pensamientos, “no, se intentó recuperar parte de la ciudad después de la pandemia, pero la guerra se encargó de alejar a los que sobrevivieron, muchos recuerdos dolorosos hay entre estas ruinas, yo no pude alejarme en su momento y ahora mi cuerpo ya no resistiría un viaje semejante.”
  “¿Hay depredadores?” Preguntó Ashanti.
  “¿Animales dices?” Ashanti asintió con la cabeza. “Si, de esos hay, pero si no los molestan no tendrán problemas, y si en algún momento se cruzan con alguno que les bloquea el paso no corran, lentamente retrocedan y vallan por otro camino, puede que sea una madre con cría y esas si son peligrosas, pero antes de eso, déjenle un recipiente con agua, eso siempre ayuda, pero como les dije, si no molestan nada los molestará, en ese aspecto estarán a salvo.”
  “¿Fuera de la ciudad que hay?” Preguntó Andrea.
  “Lo último que vi, fue campo abierto hasta el horizonte, la famosa llanura Pampeana.” Julio se levantó y mirando el cielo les dijo. “Ya casi es media mañana, será mejor que se pongan en camino, cuando anochezca enciendan una fogata pequeña y eso los ayudará a evitar que las comadrejas les roben la comida, son escurridizas, pero no se acercan al fuego.”
  Los muchachos se cargaron las mochilas y saludaron a Julio afectivamente antes de emprender el camino.
  El sol aún no estaba alto, pero al no haber nubes la visión era óptima. Caminaron siguiendo una calle en sentido Oeste, las ruinas de edificios altos dieron paso a lo que parecía haber sido una autopista, aún estaban en pie algunas columnas de lo que fuera un puente, del otro lado se encontraron con pocas estructuras, al parecer habían sido casas bajas, pero en su mayoría estaban cubiertas de vegetación.
  Cuando el sol estaba bien alto, se detuvieron a descansar bajo la sombra de un árbol, estuvieron allí unos cuantos minutos, y siguieron caminando hasta que comenzó a atardecer, encendieron una fogata, comieron liviano, ya que no tenían mucha hambre y se turnaron por parejas para hacer guardia durante la noche, solo para estar más tranquilos.
  El día siguiente siguieron caminando entre los restos de casas bajas cubiertas de vegetación.
  “Al parecer era realmente grande Buenos Aires.” Dijo Andrea.
  “Con un terreno tan plano, sin montañas u otros límites naturales, imagino que estaría creciendo aún hoy día si no hubiese estallado la pandemia.” Dijo Nasim.
  Ya se encontraban más relajados en el camino y comentaban las cosas que encontraban, restos de civilización humana que alguna vez se expandió por  esas tierras, esa tarde el cielo se llenó de nubes y con unas pocas gotas de preámbulo se largó una lluvia torrencial. Los muchachos encontraron refugio en una estructura que aún no había sido reclamada por la vegetación, encendieron una fogata para secarse y aprovecharon para recargas cuanto recipiente tuvieran con agua.
  La mañana siguiente llegó con un cielo cubierto de nubes grises, pero sin lluvia, el terreno estaba algo mojado aún, pero encontraron que podían seguir con el camino si tenían cuidado donde pisaban. Cerca del mediodía cuando se dieron cuenta que habían dejado atrás las últimas estructuras y tenían frente a ellos lo que Julio había llamado llanura Pampeana.
  “Es como estar en el océano, pero en lugar de agua es césped.” Dijo Min Ho.
  “Increíble,” Marama dijo con una sonrisa en el rostro y señaló un árbol, “es un Eucalipto, esos son árboles de mi tierra ancestral.” Se acercó y apoyó las palmas de las manos en el tronco, lo rodeó y al estar del otro lado llamó al resto de sus compañeros de viaje. “Miren,” señaló hacia el horizonte.
  “¿Qué es?” Preguntó Andrea, “no veo nada.”
  Haakon sacó unos binoculares de su mochila y observó en la dirección que indicaba Marama.
  “Es una arboleda y creo que hay una casa también, esperen, hay humo saliendo de la chimenea.”
  “¿Cómo pudiste verlo desde aquí?” Preguntó Andrea.
  “Aun sigues sin creer que tiene mejor vista que todos nosotros juntos.” Le dijo Min Ho. “Es la primera señal de gente que vemos desde que dejamos a Julio en la ciudad, ¿Qué hacemos?”
  “Creo que deberíamos ir.” Dijo Tasya, en su mano tenía una brújula, “Nos habíamos desviado esta mañana sin la sombra del sol, no estaba segura, pero recordé que tenía una brújula y ahora lo estoy, hacia allá es el oeste.” Señaló en dirección de la arboleda.
  “Tal vez podamos llegar antes del atardecer si no nos detenemos.” Dijo Nasim.
  Sin mediar otra palabra emprendieron el camino hacia esa arboleda en el horizonte. Unas horas después las nubes se fueron disipando, dejando llegar el sol.
  Llegaron aún con luz natural a la arboleda, eran todos eucaliptos, y en medio una casa baja con humo saliendo de la chimenea, pero no veían ninguna otra señal de que hubiera gente.  Cuando estuvieron en el límite de la arboleda la puerta de la casa se abrió y una persona salió a recibirlos.
  “Bienvenidos muchachos.” Dijo la mujer. “Vengan por favor, acérquense que mis ojos ya no son lo que eran.”

  Se acercaron y se quedaron sorprendidos al encontrarse frente a la mujer con la que habían soñado unos días atrás.

viernes, 9 de marzo de 2018

Capitulo 102

  Los siete muchachos miraban con cierto recelo al hombre que estaba sentado junto a la fogata.
  “OH, ¿Dónde quedaron mis modales?” Dijo el hombre al ver que ninguno se acercaba. “Por favor, tomen asiento así podemos intercambiar historias, hace mucho que no recibo noticias nuevas.”
  Una de las muchachas fue la primera en caminar hacia la fogata y la fueron siguiendo de a uno hasta quedar todos sentados a unos metros de hombre, quién los observó entornando los ojos y luego con una sonrisa amigable les dijo.
  “Mis ojos ya no son lo que eran, sobre todo sin la luz del sol, pero puedo ver que no son de por aquí.”
  “Venimos de muy lejos.” Dijo uno de los muchachos.
  “¿De muy lejos? ¿Fuera de la barrera?” Al ver la confusión en los ojos de los muchachos aclaró. “La tormenta que hay en el mar.”
  Los jóvenes asintieron con la cabeza y el hombre se quedó pensando un rato antes de volver a hablar con una amplia sonrisa.
  “¿Tienen comida? Si no trajeron algo debe haber por aquí para que puedan comer.” Los siete muchachos se miraron entre ellos. “Ohh, ya sé que deben estar pensando, el viejo está loco.” Dijo riendo. “Bueno, eso es algo que no puedo objetar ni refutar, por cierto mi nombre es Julio. ¿Cuáles son sus nombres, si son tan amables?”
  Los muchachos intercambiaron unas miradas y de a uno fueron diciendo sus nombres y Julio los fue repitiendo como para poder recordarlos.
  “Haakon”
  “Andrea”
  “Tasya”
  “Ashanti”
  “Marama”
  “Min Ho”
  “Nasim”
  Julio los repitió algunas veces en orden y otras mezclados mientras los señalaba, como para recordarlos.
  “Bueno muchachos, ahora que ya sabemos nuestros nombres, es hora de alimentarse y después me podrán contar historias.”
  “Disculpe Julio,” Dijo Ashanti, “Antes podría decirnos donde estamos ¿por favor?”
  “Ahh, veo que sus mayores te enseñaron buenos modales jovencita.” La sonrisa de Julio parecía ensancharse de genuina alegría. “Veamos, están sentados en troncos rodeando una fogata en el centro de una salón en ruinas.”
  Durante unos eternos segundos los siete muchachos se quedaron atónitos ante la respuesta hasta que Julio largó una carcajada que fue contagiosa para los muchachos. De a poco fueron dejando de reír y se sintieron un poco más relajados.
  “¿Mejor ahora?” Preguntó Julio. “Una buena carcajada ayuda a relajar el cuerpo, el alma y ambiente. Bueno, esto era hace muchos años una ciudad, ahora solo quedan ruinas, habitadas por plantas y animales. Ahora, por el resto del territorio, no sabría decirles con certeza, parece que la última vez que hice un viaje fuera de la ciudad fue hace un siglo.”
  Andrea al relajarse después de la carcajada notó que había pinturas en las paredes y se quedó mirándolas mientras los demás le prestaban atención a Julio, Tasya le susurró preguntándole que estaba mirando y Andrea señaló las pinturas. Ambos buscaron en sus mochilas y sacaron unas linternas, pero antes de que las encendieran Julio les advirtió.
  “Es mejor no encender esas aquí ahora, si quieren ver mejor los murales aviven el fuego.” Señaló con una mano la leña que había repartida por el lugar.
  Andrea hizo el movimiento normal para encender la linterna, pero se detuvo al sentir los pelos de su nuca erizarse y un escalofrío le recorrió la columna vertebral.
  “Mejor las guardan para cuando estén fuera de la ciudad.” Les dijo Julio.
  Guardaron las linternas y agregaron leña al fuego para poder ver los murales.
  “Parecen contar una historia.” Dijo Marama.
  “Eso es correcto pequeña.” Dijo Julio, “si se acercan al mural tal vez se las cuente.”
  Haakon había armado un par de antorchas, las encendió y le dio una a Marama. Se acercaron y pudieron ver mejor las pinturas.
  “Parece que se movieran.” Dijo Min Ho
  “Presten atención y escuchen la historia detrás de esos murales.” Les dijo Julio.
  Comenzó cuando el viejo mundo estaba llegando a su fin y la pandemia acabó con casi toda la población humana volviéndolos criaturas sin voluntad más que la de alimentarse de cualquier tipo de carne que pudieran agarrar, distintos grupos formaron comunidades para poder sobrevivir, entre esos grupos había varios, sobre todo infantiles, que comenzaron a desarrollar habilidades extraordinarias, algunos pocos adultos también las tenían, entre esos estaba al que llamaban Maestro, él ayudó a los infantiles a no temer esas habilidades, sino a explorarlas y utilizarlas, formaron una comunidad que con el tiempo se volvía fuerte y segura, y a medida que pasaban los años se encontraron con otras comunidades y de a poco una nueva civilización estaba naciendo. Y con unos años más el resto del mundo también estaba reconstruyendo lo que se había perdido, en ese tiempo fue cuando llegó desde muy lejos un guerrero solitario que hasta ese día solo buscaba los que eran más fuertes y retarlos a duelo, las sombras del salón parecían moverse animando la historia, fue un duelo furioso y terrible el que tuvo con el maestro, pero la final encontró que había algo mucho más en esas habilidades que solo violencia, después muchos otros llegaron de otras partes, era como si esas habilidades, además de permitirles mover objetos con la mente, controlar hasta cierto punto el aire, el fuego, la tierra, el agua, también los conectaba.
  Con los años, las comunidades mundiales volvieron a estar conectadas entre sí, en algunos lugar seguían manteniendo las estructuras de antes, en otros simplemente hicieron nuevas estructuras, pero el temor por quienes tenían las nuevas habilidades crecía y escaló como siempre lo hicieron las diferencias entre humanos.
  “La última guerra” Dijo Nasim y asombrado viendo como las pinturas parecían cobrar vida comenzó a identificar lo que veían. “Ahí están las trillizas destructoras, los dragones, los ejércitos fantasmas.”
  “¿Así es como los llaman de donde ustedes vienen?” Preguntó Julio. “Bueno supongo que es ciertamente lógico.”
  “Aquí está el bombardeo que hicieron para terminar con la amenaza.” Nazim parecía estar como en trance mientras seguía relatando lo que había aprendido de pequeño, contado por su abuelo. “Después de esa lluvia de bombas se dio por terminada y ganada la guerra y desde entonces no se supo más nada de esta parte del mundo.”
  “¿Ustedes también vieron las pinturas cobrar vida?” Preguntó Min Ho.
  “En cierta forma cobran vida si,” respondió Julio, “pero eso es para otra noche, lo que nos lleva a la gran pregunta,” los siete muchachos voltearon y se quedaron esperando. “¿A que han venido ustedes aquí?”
  Los siete se acercaron a la fogata, pero notaron que un cansancio repentino los llevaba a acostarse y entregarse al vacío del sueño.

  “Bueno, creo que tendremos que esperara para escuchar la respuesta.” Julio se levantó y salió caminando hacia la noche.

miércoles, 7 de marzo de 2018

Capítulo 101

  Las olas acariciaban el casco del barco mientras las velas eran infladas por un viento constante hacia su destino, la tripulación no era numerosa, la embarcación no necesitaba de muchas manos, pero las pocas que había a bordo la mantenían en perfectas condiciones, cosa que hacía al Capitán orgulloso.
  Los siete pasajeros estaban en cubierta, mirando el horizonte, hacia el oeste, en un hermoso atardecer, hacia donde habían pagado por el transporte, sin saber aún cuánto tiempo más les quedaba de viaje.
  “Una de las mejores vistas en el océano.” Les dijo el Capitán. “El amanecer y el atardecer, duran mucho más que en tierra.”
  “La verdad que si.” Dijo uno de los muchachos.
  “¿Sabe cuánto falta Capitán?” Preguntó una muchacha.
  “Con éste viento, llegaremos en un par de días.” Respondió el Capitán.
  “Capitán, ¿Por qué dejó de  utilizar el motor desde hace dos días?” Preguntó la misma muchacha
  El Capitán los observó unos segundos a cada uno antes de acomodarse la gorra y responder. “Para haberme dado coordenadas específicas, saben muy poco de éstos mares. Bajo la superficie hay un mundo increíble lleno de monstruos y belleza, los motores, incluso unos silenciosos como los de Alegría, pueden molestar ese mundo, es mejor navegar a vela.”
  “Capitán, ¿Cómo sabe si ha molestado ese mundo y que clase de monstruos hay?” Preguntó otro muchacho.
  “Eso es simple muchacho, si hubiésemos molestado algo de lo que hay ahí debajo,” el Capitán señaló el océano con un brazo, “no estaríamos flotando en éstos momentos.” El capitán comenzó a caminar rumbo a la cabina, pero otra de las muchachas le solicitó una pregunta más. “Última del día muchachos.”
  “El mapa que está en el comedor, ¿de qué época es?”
  Nuevamente el Capitán los observó en silencio por unos segundos. “Realmente saben poco de historia.” Inspiró profundamente, dejando que los aromas del océano le llenasen el cuerpo, exhaló suavemente y respondió. “Ese mapa perteneció a mi abuelo, era como estaba dividido el mundo en ese tiempo, todos esos países, antes de la pandemia, tiene más de cien años. Ahora es hora de que vallan a prepararse la cena y a la cama muchachos.” Los saludó tomando la punta de la gorra con una mano y una leve inclinación de cabeza antes de retirarse a la cabina.
  “Más de cien años, eso es mucho tiempo.” Dijo asombrado uno de los muchachos.
  “Si, y de pensar me da hambre.” Dijo otro muchacho.
  “A vos cualquier cosa te da hambre, jajajaja.” Los siete rieron y se fueron al comedor a preparar la cena.

  La noche transcurrió sin novedad para los pasajeros, pero en la cubierta el Capitán junto a sus tres marineros de mayor confianza, producto de años navegando juntos, mantuvieron una conversación de un poco extensa con los habitantes de esos mares.

  Al día siguiente los pasajeros se quedaron atónitos al ver el frente de tormenta que había hacia proa.
  “Fea tormenta.” Le comentó uno de los muchachos a la mujer que estaba izando un cabo del agua con un arnés.
  “Fea si.” Le respondió la mujer. “Si tuviéramos que cruzarla.”
  La embarcación comenzó a virar quedando con la proa apuntando hacia el norte.
  “Acabo de ver algo bajo el agua” Dijo una de las muchachas. “Parecía un delfín.”
  Los otros muchachos se asomaron, pero no vieron nada y su atención volvió al frente de tormenta, enorme, negro con relámpagos y al parecer fuertes vientos cruzados.
  “Muchachos” El Capitán los llamó. “Preparen su equipaje, hemos llegado,”
  “¿Llegado a dónde?” Preguntó una muchacha.
  “A las coordenadas que me dieron.” Respondió el Capitán.
  “¿Éstas son las coordenadas?” Preguntó incrédulo uno de los muchachos.
  El Capitán parecía divertido. “Muchachos, ustedes me pagaron para que los trajera a éstas coordenadas exactas, y aquí estamos, ahora preparen su equipaje.”
  “Capitán, ayer nos dijo que tardaríamos un par de días en llegar.” Dijo una muchacha.
  “Cierto, pero anoche la corriente aumentó y nos trajo en una noche.”
  “Capitán.” Llamó un marinero señalando hacia la tormenta. “Se acerca una embarcación.”
  “Bien muchachos, esa es la embarcación que los llevará a tierra.” El Capitán levantó ambas manos en señal de silencio ante las preguntas de los muchachos. “Ustedes todos sintieron la necesidad de hacer éste viaje, incluso sin conocerse entre ustedes, ahora para que puedan seguir con adelante tienen que recoger su equipaje y trasbordar a esa embarcación,  Alegría no puede cruzar la barrera, no esta vez al menos, pero ustedes han sido llamados.”
  “Tiene razón.” Dijo un muchacho, “Busquemos nuestro equipaje y veamos que sucede.”
  Unos cuantos minutos después la otra embarcación fue amarrada a Estribor de Alegría, para esperar que los muchachos hicieran el trasbordo. Esa embarcación era un viejo casco de unos siete metros de eslora, unas tablas rudimentarias hacían las veces de asiento para los pasajeros, pero no tenía motor ni tripulación.
  Los muchachos abordaron esa embarcación con cierto recelo y una pizca de pánico.
  “Tranquilos muchachos, éste bote los llevará hasta la costa.” Les dijo el Capitán. “Suelten amarras.” Les ordenó a sus marineros y el bote quedó libre en medio del océano.

  “Esto es una locura,” Dijo uno de los muchachos, “¿Cómo se supone que ésta cosa se mueva?”
  Como respuesta, el bote comenzó a avanzar hacia la tormenta, aumentando la velocidad.
  “Miren,” Dijo una muchacha observando por la borda. “Creo que son delfines.”
  Los muchachos se asomaron y vieron que había criaturas tirando del bote bajo el agua.
  “No puede ser, son sirenas.” Dijo un muchacho. “Hay un montón.”
  “Chicos, estamos en medio de la tormenta.” Dijo una muchacha.
  Habían quedado asombrados mirando las sirenas que se perdieron noción del tiempo y ahora estaban absortos mirando hacia todos lados, la tormenta estaba ahí a escasos metros de ellos, pero no los tocaba, podían sentirla, escuchar los truenos, pero seguían avanzando sin que los hundiera. Era algo hermoso y terrible a la vez.
  Unos minutos después salían de la tormenta y se encontraron en un cielo despejado y soleado, el bote seguía avanzando y las olas parecían no tocarlo tampoco, era como si estuvieran en un ensueño y perdieran relación del tiempo y espacio.
  “¿Desde cuándo el agua es marrón?” Preguntó un muchacho.
  “Miren, tierra,” Dijo un muchacho señalando el horizonte. A medida que se acercaban comenzaban a distinguir siluetas de lo que parecían edificios, pero pudieron ver que estaban en ruinas, incluso los que pensaban que estaban en tierra estaban bajo el agua.
  El último tramo lo hicieron entre ruinas de edificios, habitados por pájaros y vegetación, en muchos se podían ver las marcas de proyectiles.
  “Creo que estos son los restos de una ciudad después de la guerra.” Dijo un muchacho.
  “Igualmente tiene cierto encanto como la vegetación y los animales lo habitan.” Comentó una muchacha.

  El bote llegó hasta la costa, donde golpeó una pared, los muchachos se miraron esperando que el bote se moviera nuevamente, pero al parecer las sirenas ya no los llevarían.
  “Allá parece que podemos subir.” Un muchacho señaló una parte de la pared derrumbada y apoyando las manos fueron desplazando el bote en esa dirección.
  Llegaron al derrumbe y con cuidado fueron desembarcando uno por vez, cuando el último de los muchachos estuvo en tierra, el bote se hundió en cuestión de segundos.
  “Bueno, creo que tenemos que seguir adelante.” Dijo una muchacha.
  Empezaron a escalar los escombros, y llegaron a lo que alguna vez fuera una calle ancha.
  “¿Ahora hacia dónde?” El muchacho miró el cielo, “Hace un rato era el amanecer, y ahora está atardeciendo. Esto es una locura gigantesca.”
  “Miren, allá hay luz, tal vez aún quede gente y nos pueda ayudar.” Dijo una muchacha.
  “Esto no está bien, tendríamos que haber traído armas, porque estamos totalmente indefensos.”
  Estaban a punto de comenzar a discutir los pasos a seguir, cuando todos sintieron una presencia amenazante que les erizó los pelos de la nuca. Se quedaron en silencio mirando en todas direcciones, pero solo veían ruinas.
  “Vallamos hacia donde está la luz antes que anochezca.” Dijo un muchacho.
  Los siete comenzaron a caminar con cierto apuro hacia el edificio donde habían visto la luz, era una ruina de concreto, entraron con cierto recelo y se encontraron con una fogata en medio de una gran salón, junto a la fogata vieron una figura sentada, era un hombre de pelos blancos, vestido con camisa azulada, pantalón oscuro y zapatillas. Al verlos mostró una sonrisa amplia y sincera.

  “Adelante muchachos, acérquense, hace mucho tiempo que no tengo gente nueva con quién conversar.”