lunes, 12 de marzo de 2018

Capítulo 103

  Al despuntar el alba, los siete muchachos se fueron despertando, estiraron el cuerpo para salir del ensueño matutino y se dispusieron a preparar el desayuno.
  “¿Fue real encontrar a Julio y las pinturas que se movían?” Preguntó Nasim.
  Los otros seis muchachos cruzaron miradas entre ellos y prestaron más atención al lugar que los rodeaba, los restos de la fogata estaban en el centro, pero las paredes estaban sin pinturas, solo el desgate de años sin mantenimiento.
  “Las pinturas de las paredes anoche se movían, eso lo vimos todos.” Dijo Min Ho.
  “¿Dónde está Julio?” Preguntó Tasya. Un creciente temor se apoderó de ellos, lo que era cumplir con un deseo profundo de su interior, se estaba volviendo en algo más que una pesadilla.
  Haakon salió del refugio y observó la ciudad en ruinas que los rodeaba. En su mayoría los escombros estaban reclamados por vegetación, se podían ver pájaros volar, la ciudad estaba en completa ruina, vacía de gente, pero no de vida. Ashanti se acercó y contempló también el entorno.
  “Algo nos impulsó a dejar nuestros hogares y venir aquí, incluso con las coordenadas, pero ahora no estoy tan seguro.” Dijo Haakon.
  “Anoche tuve un sueño,” dijo Ashanti, “en él estaba buscando una anciana, no estoy segura por qué motivo.”
  “Ya también tuve un sueño como ese.” Dijo Marama. “Avanzaba siempre hacia la puesta del sol.”
  “¿Ustedes también soñaron con la búsqueda de la anciana en el atardecer?” Preguntó Andrea. Los siete se miraron entre ellos, sabiendo que todos habían soñado la misma situación. “Supongo que debemos ir hacia el oeste y encontrar una anciana.”
  “Muy bien muchachos, pero antes de emprender el camino, les convendría un buen desayuno.” Los muchachos voltearon y se encontraron a Julio sentado donde había estado sentado la noche anterior. “Por favor, siéntense y coman, les espera un largo trecho por delante.”
  “¿Dónde estaba hace un momento señor Julio?”
  “¿Señor Julio? Min Ho me harás sentir viejo, jeje. Estaba tomando mi refresco matutino antes de venir a ver como amanecieron ustedes.” Los jóvenes se quedaron mirándolo sin moverse. “Veo que no tan amigables como anoche.”
  “Anoche éstas paredes tenían pinturas en ellas.” Dijo Andrea.
  “Si, pero ahora parecen no estarlo.” Dijo Julio como si recién se percatara del asunto. “Extraño, si, si, pero no lo más extraño, ustedes estaban a punto de contarme el motivo de su viaje a éstas tierras cuando se quedaron todos planchados.” Al ver la cara de incógnita les aclaró, “Dormidos, es una manera de decir dormidos.”
  “Eso también fue extraño.” Dijo Nasim.
  “Bueno, ¿Qué les parece si mientras desayunan me comentan qué los trae a ésta parte del mundo?”
  Un breve intercambio de miradas y se sentaron a desayunar, Ashanti fue la que tomó la posta y le contó a Julio del sueño reiterado que compartían desde hace unos cuantos meses, casi un año, en el cuál la urgencia de emprender el viaje hacia ésta parte del mundo los hacía sentir totalmente fuera de lugar en sus respectivos hogares, se encontraron entre ellos en un puerto en África y allí consiguieron que una embarcación los trajera hasta unas coordenadas y desde allí en un bote decrépito los trajeron hasta tierra.
  “¿Qué clase de animales eran los que tiraron del bota para traernos hasta tierra?” Preguntó Tasya.
  “Sería difícil para mí decirlo sin haberlos visto.” Respondió Julio. “En el océano hay innumerables formas de vida y desde hace años que no voy a navegar, pero si los trajeron salvos a tierra, no deben ser agresivos, bueno entonces todos soñaron que debían venir hasta acá, ¿y ahora que se supone que deben hacer?”
  “Eso es lo que nos gustaría saber.” Dijo Ashanti. “Anoche tuvimos otro sueño, buscábamos una anciana hacia el atardecer.”
  “Interesante,” Dijo Julio, “¿Qué creen que eso signifique?” Los miró a cada uno y luego se respondió a si mismo. “No tienen ni idea de que significa.” Julio se quedó pensando un momento mientras jugaba con un palillo. “¿Cómo saben que es el atardecer y no el amanecer?”
  “Porque el sol desaparecía detrás de la anciana.” Dijo Andrea.
  “Eso es una buena forma de saberlo. ¿Alguna otra pista más que recuerden?” Julio parecía divertido con la conversación, y los muchachos se quedaron pensando unos minutos.
  “Oeste.” Dijo Marama. “Creo que debemos ir hacia el oeste.”
  “Esa es una buena observación.” Dijo Julio con una sonrisa.
  “SI, pero no sabemos que tanto al oeste deberíamos ir.” Agregó Haakon.
  “Esa es otra buena observación, ¿Qué clase de provisiones han traído?” Julio se quedó mirándolos.
  Cada uno comenzó a hacer recuento de la comida que tenían en sus mochilas, entre alimento enlatado, conservas y frutas secas, les quedaban para unos diez días si los racionaban, pero el problema era el agua, no les quedaba mucha.
  “Bueno, por el agua no se preocupen tanto, en un par de días lloverá, si mis huesos no me engañan,” les dijo Julio, “Diez días es tiempo suficiente para salir de lo que queda de ésta ciudad y encontrar campo abierto.”
  “Supongo que eso es lo que deberíamos hacer.” Haakon se quedó mirando las ruinas por un momento. “Señor Julio, ¿Sabe que nombre tenía ésta ciudad?”
  Julio se quedó mirándolo un momento y luego al resto de los jóvenes, “¿Qué tanto saben de geografía muchachos?”
  “Sabemos los nombres de nuestras ciudades.” Dijo en tono tímido Nasim.
  “¿Cuánto saben del viejo mundo?” Julio los miró y agregó, “¿Antes de la guerra?” Al ver que no sabían mucho siguió “Supongo que de antes de la pandemia menos, no me sorprende, por eso la humanidad repite su propia historia. Estas son las ruinas de lo que antes era la ciudad de Buenos Aires, aunque la mitad está tapada por el río ahora, después del último bombardeo.”
  “Buenos Aires.” Repitió Haakon. “Las brisas son agradables hasta ahora. Gracias por la información.”
  “De nada muchacho, pero deberían aprovechar la luz del día para comenzar el viaje.”
  “¿Hay algún peligro que deberíamos estar atentos?”
  “Mmm, bueno Haakon, si te dijera que no te mentiría, pero si te dijera que si, también te mentiría.” Julio volvió a reír ante la perplejidad en las caras de los muchachos. “Peligro al pisar en falso y caer en algún viejo túnel o apoyarse en una pared inestable, de esos si los hay, pero si son precavidos los pueden evitar.”
  “¿No hay personas viviendo?” Preguntó Andrea.
  “No que yo sepa,” Julio se perdió unos segundos en sus pensamientos, “no, se intentó recuperar parte de la ciudad después de la pandemia, pero la guerra se encargó de alejar a los que sobrevivieron, muchos recuerdos dolorosos hay entre estas ruinas, yo no pude alejarme en su momento y ahora mi cuerpo ya no resistiría un viaje semejante.”
  “¿Hay depredadores?” Preguntó Ashanti.
  “¿Animales dices?” Ashanti asintió con la cabeza. “Si, de esos hay, pero si no los molestan no tendrán problemas, y si en algún momento se cruzan con alguno que les bloquea el paso no corran, lentamente retrocedan y vallan por otro camino, puede que sea una madre con cría y esas si son peligrosas, pero antes de eso, déjenle un recipiente con agua, eso siempre ayuda, pero como les dije, si no molestan nada los molestará, en ese aspecto estarán a salvo.”
  “¿Fuera de la ciudad que hay?” Preguntó Andrea.
  “Lo último que vi, fue campo abierto hasta el horizonte, la famosa llanura Pampeana.” Julio se levantó y mirando el cielo les dijo. “Ya casi es media mañana, será mejor que se pongan en camino, cuando anochezca enciendan una fogata pequeña y eso los ayudará a evitar que las comadrejas les roben la comida, son escurridizas, pero no se acercan al fuego.”
  Los muchachos se cargaron las mochilas y saludaron a Julio afectivamente antes de emprender el camino.
  El sol aún no estaba alto, pero al no haber nubes la visión era óptima. Caminaron siguiendo una calle en sentido Oeste, las ruinas de edificios altos dieron paso a lo que parecía haber sido una autopista, aún estaban en pie algunas columnas de lo que fuera un puente, del otro lado se encontraron con pocas estructuras, al parecer habían sido casas bajas, pero en su mayoría estaban cubiertas de vegetación.
  Cuando el sol estaba bien alto, se detuvieron a descansar bajo la sombra de un árbol, estuvieron allí unos cuantos minutos, y siguieron caminando hasta que comenzó a atardecer, encendieron una fogata, comieron liviano, ya que no tenían mucha hambre y se turnaron por parejas para hacer guardia durante la noche, solo para estar más tranquilos.
  El día siguiente siguieron caminando entre los restos de casas bajas cubiertas de vegetación.
  “Al parecer era realmente grande Buenos Aires.” Dijo Andrea.
  “Con un terreno tan plano, sin montañas u otros límites naturales, imagino que estaría creciendo aún hoy día si no hubiese estallado la pandemia.” Dijo Nasim.
  Ya se encontraban más relajados en el camino y comentaban las cosas que encontraban, restos de civilización humana que alguna vez se expandió por  esas tierras, esa tarde el cielo se llenó de nubes y con unas pocas gotas de preámbulo se largó una lluvia torrencial. Los muchachos encontraron refugio en una estructura que aún no había sido reclamada por la vegetación, encendieron una fogata para secarse y aprovecharon para recargas cuanto recipiente tuvieran con agua.
  La mañana siguiente llegó con un cielo cubierto de nubes grises, pero sin lluvia, el terreno estaba algo mojado aún, pero encontraron que podían seguir con el camino si tenían cuidado donde pisaban. Cerca del mediodía cuando se dieron cuenta que habían dejado atrás las últimas estructuras y tenían frente a ellos lo que Julio había llamado llanura Pampeana.
  “Es como estar en el océano, pero en lugar de agua es césped.” Dijo Min Ho.
  “Increíble,” Marama dijo con una sonrisa en el rostro y señaló un árbol, “es un Eucalipto, esos son árboles de mi tierra ancestral.” Se acercó y apoyó las palmas de las manos en el tronco, lo rodeó y al estar del otro lado llamó al resto de sus compañeros de viaje. “Miren,” señaló hacia el horizonte.
  “¿Qué es?” Preguntó Andrea, “no veo nada.”
  Haakon sacó unos binoculares de su mochila y observó en la dirección que indicaba Marama.
  “Es una arboleda y creo que hay una casa también, esperen, hay humo saliendo de la chimenea.”
  “¿Cómo pudiste verlo desde aquí?” Preguntó Andrea.
  “Aun sigues sin creer que tiene mejor vista que todos nosotros juntos.” Le dijo Min Ho. “Es la primera señal de gente que vemos desde que dejamos a Julio en la ciudad, ¿Qué hacemos?”
  “Creo que deberíamos ir.” Dijo Tasya, en su mano tenía una brújula, “Nos habíamos desviado esta mañana sin la sombra del sol, no estaba segura, pero recordé que tenía una brújula y ahora lo estoy, hacia allá es el oeste.” Señaló en dirección de la arboleda.
  “Tal vez podamos llegar antes del atardecer si no nos detenemos.” Dijo Nasim.
  Sin mediar otra palabra emprendieron el camino hacia esa arboleda en el horizonte. Unas horas después las nubes se fueron disipando, dejando llegar el sol.
  Llegaron aún con luz natural a la arboleda, eran todos eucaliptos, y en medio una casa baja con humo saliendo de la chimenea, pero no veían ninguna otra señal de que hubiera gente.  Cuando estuvieron en el límite de la arboleda la puerta de la casa se abrió y una persona salió a recibirlos.
  “Bienvenidos muchachos.” Dijo la mujer. “Vengan por favor, acérquense que mis ojos ya no son lo que eran.”

  Se acercaron y se quedaron sorprendidos al encontrarse frente a la mujer con la que habían soñado unos días atrás.

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