miércoles, 21 de marzo de 2018

Capítulo 105

  Al despuntar el alba no había ni una nube en el cielo, pero estaba un poco más fresco que los días anteriores.
  Los jóvenes se despertaron y después del aseo matutino bebieron el té que la mujer les ofrecía, junto con pan y mermelada caseros.
  “Anoche estuve pensando,” Les dijo la mujer, “no creo que yo pueda ayudarlos mucho más en encontrar el motivo de su viaje, pero es posible que puedan encontrar algunas respuestas en la cordillera.”
  “¿En la cordillera?” Preguntó Ashanti.
  “Si, en las montañas que hay más al oeste, serán menos de mil kilómetros, si la memoria no me falla.”
  “¿Mil kilómetros?” Preguntaron los siete al unísono.
  “Nos tomará unos cuantos días caminar mil kilómetros.” Dijo Nasim.
  “En eso puedo ayudarlos, vengan.” La mujer se levantó y los llevó a la vuelta de la casa, donde había un pequeño garaje, abrió la puerta y dentro había un vehículo cubierto por una tela.
  “Muchacho si eres tan amable.” La mujer le dijo a Min Ho, quién junto a Haakon corrió la tela y dejó al descubierto el vehículo blanco.
  “Esto debería estar en un museo de antigüedades.” Dijo Andrea medio fascinado mientras daba la vuelta al vehículo. “Es un Ford F100, esto tiene más de cien años. No es posible que funcione, además no tenemos de donde sacar combustible para el motor”
  “Solo la forma es de esa época todo lo demás es casi nuevo.” Dijo la mujer.
  “No entiendo, eso que significa.” Dijo Andrea sin sacar la vista del interior del vehículo.
  “Fue construido especialmente así a pedido de su antiguo dueño, la forma es la de una F100, pero el motor es eléctrico, o algo así, la batería debería tener carga aún y mientras siga circulando se recargará solo, las cubiertas no se desinflan ni se pinchan.” La mujer se perdió en pensamientos unos eternos segundos. “Lo que olvidé preguntarles, ¿Alguno de ustedes sabe manejar?”
  “Yo si.” Dijo Tasya. “Donde crecí éste tipo de vehículo aún se usaban hasta hace unos años.”
  “Bueno, tendrías que sacarla a dar un par de vueltas, para asegurarse que todo está en funcionamiento.” Dijo la mujer. “Las llaves están dentro.”
  Tasya se sentó detrás del volante, midió poder llegar a los pedales cómodamente, acomodó el espejo retrovisor y puso en marcha el vehículo. No hubo ruido ni explosión ni gases emanando del caño de escape, apenas un muy suave zumbido. Apretó el embrague, puso primera y avanzó lentamente. Dio unas vueltas y se detuvo junto a la puerta de entrada de la casa. La mujer se acercó y felicitó a la muchacha de cabellos dorados y ojos azules.
  “Bien hecho.”
  “Gracias.” Dijo sonrojándose Tasya.
  “Antes de que continúen con el viaje tengo algo que puede servirles.” La mujer volvió a entrar en la casa y después de revolver algunos cajones volvió a salir con una bolsita en la mano.
  Los jóvenes se juntaron en torno a la mujer quién les mostró el contenido. Era un cuaderno anillado lleno de mapas.
  “Es un poco viejo, pero les servirá para orientarse mejor.” La mujer buscó pasando las hojas hasta encontrar el punto aproximado donde se encontraban. “Estamos más o menos aquí, unos quince kilómetros al sur de la esta ciudad que se llamaba Luján. Si mantienen rumbo oeste se chocarán con la cordillera.”
  “¿Qué hay en la cordillera?” Preguntó Ashanti.
  “¿Además de montañas?” La mujer los miró con una sonrisa. “Eso no sabría decirles, pero seguro que durante el camino encontrarán alguna pista.”
  “¿Estas son las rutas?” Preguntó Andrea señalando las líneas del mapa.
  “Si, algunas tal vez aún se puedan transitar, otras no tanto, lo mismo que los puentes, revísenlos antes de cruzar.”
  “Es muy generoso de su parte, pero no podemos tomar su vehículo sin darle nada a cambio.” Dijo Nasim.
  “No les estoy regalando nada, se lo estoy prestando, espero que lo traigan de regreso cuando encuentren lo que buscan.” Dijo la mujer y con una mano sobre la carrocería agregó, “además hace tiempo que ésta máquina no viaja y estaba empezando a enloquecer ahí sentada en el garaje.”
  Los jóvenes cruzaron unas miradas rápidas, pero la mujer simuló no darse cuenta.
  “Bueno, preparen el equipaje para continuar con su viaje.”
  Mientras los muchachos organizaban y cargaban el equipaje, la mujer  apartó a Tasya y la sentó nuevamente tras el volante.
  “Trátala con cariño, sobre todo en el primer día, te tentará apretar el acelerador, pero abuses.”
  Tasya miraba a la mujer sin saber si le estaba hablando a ella o al vehículo.
  “Si en algún momento te parece que se vuelve un poco caprichosa, tenle paciencia, no está acostumbrada a tus mano aún, pero cuando lo haga te llevará por cualquier terreno como si fueras flotando.” Miró a Tasya y le preguntó con una sonrisa. “¿Sabes cuáles son las luces?”
  Tasya observó los instrumentos, señaló el interruptor que pensaba era el correcto.
  “Muy bien, si lo girás una vez son las luces de posición, una segunda vez son las luces bajas y con ésta palanca son las altas.”
  Tasya puso las manos en el volante y estiró los dedos de su mano izquierda hasta tocar la palanca, simuló mover la palanca hacia arriba y abajo mientras decía mirando a la mujer. “Luces de giro.” Otro movimiento de los dedos, “limpia parabrisas.”
  “Muy bien, ahora está en tracción trasera, pero puedes cambiar a doble tracción o tracción delantera.”
  Tasya volvió la vista al tablero y señaló una perilla.
  “Así es, toda a derecha es tracción trasera, en el medio es doble tracción y a la izquierda es tracción delantera.”
  “Perfecto, ¿éste cuarto pedal?”  La mujer señaló el cuarto pedal a la izquierda del embrague.
  “Freno de mano.” Dijo Tasya con una sonrisa.
  “Correcto.”
  “Disculpe,” Andrea interrumpió, “No recuerdo que éste tipo de vehículo tuvieran tracción delantera.”
  “Así es muchacho, eran todos de tracción trasera o doble, pero como les dije antes, solo la forma de la carrocería es de esa época.”
  “Ahh, pero, ¿Por qué usaríamos la tracción delantera?”
  La mujer no respondió, pero volteó a ver a Tasya. “¿Alguna idea para esa pregunta?”
  “Supongo que en caso de que las ruedas traseras queden sin agarre en el terreno, al no girar no seguirán patinando y no enterrarán el vehículo.”
  La mujer  miró a Andrea y con una sonrisa le dijo, “Ahí tienes la respuesta.”
  Andrea pensó unos segundos y sonrió, “Es una buena explicación.” Volvió a ocuparse de su equipaje.
  “Muy bien pequeña, buen instinto, trátala con cariño y me cuantas cuando vuelvas como estuvo.”
  Tasya volvió a sonreír y sonrojarse.
  Un rato después el equipaje estaba cargado y todos estaban listos para continuar con la travesía.
  Uno a uno los jóvenes agradecieron a la mujer, Ashanti y Tasya le dieron un fuerte abrazo antes de subir al vehículo.

  Tasya giró la llave, puso primera y comenzó a avanzar rumbo al oeste.

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