miércoles, 7 de marzo de 2018

Capítulo 101

  Las olas acariciaban el casco del barco mientras las velas eran infladas por un viento constante hacia su destino, la tripulación no era numerosa, la embarcación no necesitaba de muchas manos, pero las pocas que había a bordo la mantenían en perfectas condiciones, cosa que hacía al Capitán orgulloso.
  Los siete pasajeros estaban en cubierta, mirando el horizonte, hacia el oeste, en un hermoso atardecer, hacia donde habían pagado por el transporte, sin saber aún cuánto tiempo más les quedaba de viaje.
  “Una de las mejores vistas en el océano.” Les dijo el Capitán. “El amanecer y el atardecer, duran mucho más que en tierra.”
  “La verdad que si.” Dijo uno de los muchachos.
  “¿Sabe cuánto falta Capitán?” Preguntó una muchacha.
  “Con éste viento, llegaremos en un par de días.” Respondió el Capitán.
  “Capitán, ¿Por qué dejó de  utilizar el motor desde hace dos días?” Preguntó la misma muchacha
  El Capitán los observó unos segundos a cada uno antes de acomodarse la gorra y responder. “Para haberme dado coordenadas específicas, saben muy poco de éstos mares. Bajo la superficie hay un mundo increíble lleno de monstruos y belleza, los motores, incluso unos silenciosos como los de Alegría, pueden molestar ese mundo, es mejor navegar a vela.”
  “Capitán, ¿Cómo sabe si ha molestado ese mundo y que clase de monstruos hay?” Preguntó otro muchacho.
  “Eso es simple muchacho, si hubiésemos molestado algo de lo que hay ahí debajo,” el Capitán señaló el océano con un brazo, “no estaríamos flotando en éstos momentos.” El capitán comenzó a caminar rumbo a la cabina, pero otra de las muchachas le solicitó una pregunta más. “Última del día muchachos.”
  “El mapa que está en el comedor, ¿de qué época es?”
  Nuevamente el Capitán los observó en silencio por unos segundos. “Realmente saben poco de historia.” Inspiró profundamente, dejando que los aromas del océano le llenasen el cuerpo, exhaló suavemente y respondió. “Ese mapa perteneció a mi abuelo, era como estaba dividido el mundo en ese tiempo, todos esos países, antes de la pandemia, tiene más de cien años. Ahora es hora de que vallan a prepararse la cena y a la cama muchachos.” Los saludó tomando la punta de la gorra con una mano y una leve inclinación de cabeza antes de retirarse a la cabina.
  “Más de cien años, eso es mucho tiempo.” Dijo asombrado uno de los muchachos.
  “Si, y de pensar me da hambre.” Dijo otro muchacho.
  “A vos cualquier cosa te da hambre, jajajaja.” Los siete rieron y se fueron al comedor a preparar la cena.

  La noche transcurrió sin novedad para los pasajeros, pero en la cubierta el Capitán junto a sus tres marineros de mayor confianza, producto de años navegando juntos, mantuvieron una conversación de un poco extensa con los habitantes de esos mares.

  Al día siguiente los pasajeros se quedaron atónitos al ver el frente de tormenta que había hacia proa.
  “Fea tormenta.” Le comentó uno de los muchachos a la mujer que estaba izando un cabo del agua con un arnés.
  “Fea si.” Le respondió la mujer. “Si tuviéramos que cruzarla.”
  La embarcación comenzó a virar quedando con la proa apuntando hacia el norte.
  “Acabo de ver algo bajo el agua” Dijo una de las muchachas. “Parecía un delfín.”
  Los otros muchachos se asomaron, pero no vieron nada y su atención volvió al frente de tormenta, enorme, negro con relámpagos y al parecer fuertes vientos cruzados.
  “Muchachos” El Capitán los llamó. “Preparen su equipaje, hemos llegado,”
  “¿Llegado a dónde?” Preguntó una muchacha.
  “A las coordenadas que me dieron.” Respondió el Capitán.
  “¿Éstas son las coordenadas?” Preguntó incrédulo uno de los muchachos.
  El Capitán parecía divertido. “Muchachos, ustedes me pagaron para que los trajera a éstas coordenadas exactas, y aquí estamos, ahora preparen su equipaje.”
  “Capitán, ayer nos dijo que tardaríamos un par de días en llegar.” Dijo una muchacha.
  “Cierto, pero anoche la corriente aumentó y nos trajo en una noche.”
  “Capitán.” Llamó un marinero señalando hacia la tormenta. “Se acerca una embarcación.”
  “Bien muchachos, esa es la embarcación que los llevará a tierra.” El Capitán levantó ambas manos en señal de silencio ante las preguntas de los muchachos. “Ustedes todos sintieron la necesidad de hacer éste viaje, incluso sin conocerse entre ustedes, ahora para que puedan seguir con adelante tienen que recoger su equipaje y trasbordar a esa embarcación,  Alegría no puede cruzar la barrera, no esta vez al menos, pero ustedes han sido llamados.”
  “Tiene razón.” Dijo un muchacho, “Busquemos nuestro equipaje y veamos que sucede.”
  Unos cuantos minutos después la otra embarcación fue amarrada a Estribor de Alegría, para esperar que los muchachos hicieran el trasbordo. Esa embarcación era un viejo casco de unos siete metros de eslora, unas tablas rudimentarias hacían las veces de asiento para los pasajeros, pero no tenía motor ni tripulación.
  Los muchachos abordaron esa embarcación con cierto recelo y una pizca de pánico.
  “Tranquilos muchachos, éste bote los llevará hasta la costa.” Les dijo el Capitán. “Suelten amarras.” Les ordenó a sus marineros y el bote quedó libre en medio del océano.

  “Esto es una locura,” Dijo uno de los muchachos, “¿Cómo se supone que ésta cosa se mueva?”
  Como respuesta, el bote comenzó a avanzar hacia la tormenta, aumentando la velocidad.
  “Miren,” Dijo una muchacha observando por la borda. “Creo que son delfines.”
  Los muchachos se asomaron y vieron que había criaturas tirando del bote bajo el agua.
  “No puede ser, son sirenas.” Dijo un muchacho. “Hay un montón.”
  “Chicos, estamos en medio de la tormenta.” Dijo una muchacha.
  Habían quedado asombrados mirando las sirenas que se perdieron noción del tiempo y ahora estaban absortos mirando hacia todos lados, la tormenta estaba ahí a escasos metros de ellos, pero no los tocaba, podían sentirla, escuchar los truenos, pero seguían avanzando sin que los hundiera. Era algo hermoso y terrible a la vez.
  Unos minutos después salían de la tormenta y se encontraron en un cielo despejado y soleado, el bote seguía avanzando y las olas parecían no tocarlo tampoco, era como si estuvieran en un ensueño y perdieran relación del tiempo y espacio.
  “¿Desde cuándo el agua es marrón?” Preguntó un muchacho.
  “Miren, tierra,” Dijo un muchacho señalando el horizonte. A medida que se acercaban comenzaban a distinguir siluetas de lo que parecían edificios, pero pudieron ver que estaban en ruinas, incluso los que pensaban que estaban en tierra estaban bajo el agua.
  El último tramo lo hicieron entre ruinas de edificios, habitados por pájaros y vegetación, en muchos se podían ver las marcas de proyectiles.
  “Creo que estos son los restos de una ciudad después de la guerra.” Dijo un muchacho.
  “Igualmente tiene cierto encanto como la vegetación y los animales lo habitan.” Comentó una muchacha.

  El bote llegó hasta la costa, donde golpeó una pared, los muchachos se miraron esperando que el bote se moviera nuevamente, pero al parecer las sirenas ya no los llevarían.
  “Allá parece que podemos subir.” Un muchacho señaló una parte de la pared derrumbada y apoyando las manos fueron desplazando el bote en esa dirección.
  Llegaron al derrumbe y con cuidado fueron desembarcando uno por vez, cuando el último de los muchachos estuvo en tierra, el bote se hundió en cuestión de segundos.
  “Bueno, creo que tenemos que seguir adelante.” Dijo una muchacha.
  Empezaron a escalar los escombros, y llegaron a lo que alguna vez fuera una calle ancha.
  “¿Ahora hacia dónde?” El muchacho miró el cielo, “Hace un rato era el amanecer, y ahora está atardeciendo. Esto es una locura gigantesca.”
  “Miren, allá hay luz, tal vez aún quede gente y nos pueda ayudar.” Dijo una muchacha.
  “Esto no está bien, tendríamos que haber traído armas, porque estamos totalmente indefensos.”
  Estaban a punto de comenzar a discutir los pasos a seguir, cuando todos sintieron una presencia amenazante que les erizó los pelos de la nuca. Se quedaron en silencio mirando en todas direcciones, pero solo veían ruinas.
  “Vallamos hacia donde está la luz antes que anochezca.” Dijo un muchacho.
  Los siete comenzaron a caminar con cierto apuro hacia el edificio donde habían visto la luz, era una ruina de concreto, entraron con cierto recelo y se encontraron con una fogata en medio de una gran salón, junto a la fogata vieron una figura sentada, era un hombre de pelos blancos, vestido con camisa azulada, pantalón oscuro y zapatillas. Al verlos mostró una sonrisa amplia y sincera.

  “Adelante muchachos, acérquense, hace mucho tiempo que no tengo gente nueva con quién conversar.”

No hay comentarios: