miércoles, 21 de marzo de 2018

Capítulo 105

  Al despuntar el alba no había ni una nube en el cielo, pero estaba un poco más fresco que los días anteriores.
  Los jóvenes se despertaron y después del aseo matutino bebieron el té que la mujer les ofrecía, junto con pan y mermelada caseros.
  “Anoche estuve pensando,” Les dijo la mujer, “no creo que yo pueda ayudarlos mucho más en encontrar el motivo de su viaje, pero es posible que puedan encontrar algunas respuestas en la cordillera.”
  “¿En la cordillera?” Preguntó Ashanti.
  “Si, en las montañas que hay más al oeste, serán menos de mil kilómetros, si la memoria no me falla.”
  “¿Mil kilómetros?” Preguntaron los siete al unísono.
  “Nos tomará unos cuantos días caminar mil kilómetros.” Dijo Nasim.
  “En eso puedo ayudarlos, vengan.” La mujer se levantó y los llevó a la vuelta de la casa, donde había un pequeño garaje, abrió la puerta y dentro había un vehículo cubierto por una tela.
  “Muchacho si eres tan amable.” La mujer le dijo a Min Ho, quién junto a Haakon corrió la tela y dejó al descubierto el vehículo blanco.
  “Esto debería estar en un museo de antigüedades.” Dijo Andrea medio fascinado mientras daba la vuelta al vehículo. “Es un Ford F100, esto tiene más de cien años. No es posible que funcione, además no tenemos de donde sacar combustible para el motor”
  “Solo la forma es de esa época todo lo demás es casi nuevo.” Dijo la mujer.
  “No entiendo, eso que significa.” Dijo Andrea sin sacar la vista del interior del vehículo.
  “Fue construido especialmente así a pedido de su antiguo dueño, la forma es la de una F100, pero el motor es eléctrico, o algo así, la batería debería tener carga aún y mientras siga circulando se recargará solo, las cubiertas no se desinflan ni se pinchan.” La mujer se perdió en pensamientos unos eternos segundos. “Lo que olvidé preguntarles, ¿Alguno de ustedes sabe manejar?”
  “Yo si.” Dijo Tasya. “Donde crecí éste tipo de vehículo aún se usaban hasta hace unos años.”
  “Bueno, tendrías que sacarla a dar un par de vueltas, para asegurarse que todo está en funcionamiento.” Dijo la mujer. “Las llaves están dentro.”
  Tasya se sentó detrás del volante, midió poder llegar a los pedales cómodamente, acomodó el espejo retrovisor y puso en marcha el vehículo. No hubo ruido ni explosión ni gases emanando del caño de escape, apenas un muy suave zumbido. Apretó el embrague, puso primera y avanzó lentamente. Dio unas vueltas y se detuvo junto a la puerta de entrada de la casa. La mujer se acercó y felicitó a la muchacha de cabellos dorados y ojos azules.
  “Bien hecho.”
  “Gracias.” Dijo sonrojándose Tasya.
  “Antes de que continúen con el viaje tengo algo que puede servirles.” La mujer volvió a entrar en la casa y después de revolver algunos cajones volvió a salir con una bolsita en la mano.
  Los jóvenes se juntaron en torno a la mujer quién les mostró el contenido. Era un cuaderno anillado lleno de mapas.
  “Es un poco viejo, pero les servirá para orientarse mejor.” La mujer buscó pasando las hojas hasta encontrar el punto aproximado donde se encontraban. “Estamos más o menos aquí, unos quince kilómetros al sur de la esta ciudad que se llamaba Luján. Si mantienen rumbo oeste se chocarán con la cordillera.”
  “¿Qué hay en la cordillera?” Preguntó Ashanti.
  “¿Además de montañas?” La mujer los miró con una sonrisa. “Eso no sabría decirles, pero seguro que durante el camino encontrarán alguna pista.”
  “¿Estas son las rutas?” Preguntó Andrea señalando las líneas del mapa.
  “Si, algunas tal vez aún se puedan transitar, otras no tanto, lo mismo que los puentes, revísenlos antes de cruzar.”
  “Es muy generoso de su parte, pero no podemos tomar su vehículo sin darle nada a cambio.” Dijo Nasim.
  “No les estoy regalando nada, se lo estoy prestando, espero que lo traigan de regreso cuando encuentren lo que buscan.” Dijo la mujer y con una mano sobre la carrocería agregó, “además hace tiempo que ésta máquina no viaja y estaba empezando a enloquecer ahí sentada en el garaje.”
  Los jóvenes cruzaron unas miradas rápidas, pero la mujer simuló no darse cuenta.
  “Bueno, preparen el equipaje para continuar con su viaje.”
  Mientras los muchachos organizaban y cargaban el equipaje, la mujer  apartó a Tasya y la sentó nuevamente tras el volante.
  “Trátala con cariño, sobre todo en el primer día, te tentará apretar el acelerador, pero abuses.”
  Tasya miraba a la mujer sin saber si le estaba hablando a ella o al vehículo.
  “Si en algún momento te parece que se vuelve un poco caprichosa, tenle paciencia, no está acostumbrada a tus mano aún, pero cuando lo haga te llevará por cualquier terreno como si fueras flotando.” Miró a Tasya y le preguntó con una sonrisa. “¿Sabes cuáles son las luces?”
  Tasya observó los instrumentos, señaló el interruptor que pensaba era el correcto.
  “Muy bien, si lo girás una vez son las luces de posición, una segunda vez son las luces bajas y con ésta palanca son las altas.”
  Tasya puso las manos en el volante y estiró los dedos de su mano izquierda hasta tocar la palanca, simuló mover la palanca hacia arriba y abajo mientras decía mirando a la mujer. “Luces de giro.” Otro movimiento de los dedos, “limpia parabrisas.”
  “Muy bien, ahora está en tracción trasera, pero puedes cambiar a doble tracción o tracción delantera.”
  Tasya volvió la vista al tablero y señaló una perilla.
  “Así es, toda a derecha es tracción trasera, en el medio es doble tracción y a la izquierda es tracción delantera.”
  “Perfecto, ¿éste cuarto pedal?”  La mujer señaló el cuarto pedal a la izquierda del embrague.
  “Freno de mano.” Dijo Tasya con una sonrisa.
  “Correcto.”
  “Disculpe,” Andrea interrumpió, “No recuerdo que éste tipo de vehículo tuvieran tracción delantera.”
  “Así es muchacho, eran todos de tracción trasera o doble, pero como les dije antes, solo la forma de la carrocería es de esa época.”
  “Ahh, pero, ¿Por qué usaríamos la tracción delantera?”
  La mujer no respondió, pero volteó a ver a Tasya. “¿Alguna idea para esa pregunta?”
  “Supongo que en caso de que las ruedas traseras queden sin agarre en el terreno, al no girar no seguirán patinando y no enterrarán el vehículo.”
  La mujer  miró a Andrea y con una sonrisa le dijo, “Ahí tienes la respuesta.”
  Andrea pensó unos segundos y sonrió, “Es una buena explicación.” Volvió a ocuparse de su equipaje.
  “Muy bien pequeña, buen instinto, trátala con cariño y me cuantas cuando vuelvas como estuvo.”
  Tasya volvió a sonreír y sonrojarse.
  Un rato después el equipaje estaba cargado y todos estaban listos para continuar con la travesía.
  Uno a uno los jóvenes agradecieron a la mujer, Ashanti y Tasya le dieron un fuerte abrazo antes de subir al vehículo.

  Tasya giró la llave, puso primera y comenzó a avanzar rumbo al oeste.

lunes, 19 de marzo de 2018

Capítulo 104

  Los jóvenes quedaron atónitos por unos segundos antes de seguir avanzando hacia la casa y la persona que los esperaba.
  La casa desde fuera era simple, paredes de ladrillos pintadas de blanco, las ventanas eran de distintos tamaños.
  “¿Han tenido un buen viaje?” La mujer preguntó con tono cordial.
  Tenía el pelo gris claro, casi blanco, y no pareciera que se lo peinara seguido, llevaba un vestido claro y el único adorno que llevaba puesto era un collar con tres medallas.
  “Entren por favor, que esta noche refrescará y mi cuerpo ya no soporta el frío como antes.”
  Entraron en la casa, la chimenea estaba en el centro de la casa y la única habitación que había parecía ser el baño. A la derecha de la puerta había una pileta con canilla y en la mesada estaban los utensilios de cocina, había algunas sillas u sillón y una cama junto a una pared.
  “Por favor, siéntense, pónganse cómodos así me cuentan cómo llegaron hasta aquí.  ¿Quieren un poco de té?”
  Los muchachos intercambiaron unas miradas y asintieron, la mujer fue a buscar las tazas a un armario y les dio una a cada uno, después les sirvió el té con la pava que estaba calentándose en la chimenea. Tenía un aroma dulzón y fresco.
  “Es té con un poco de manzanilla y eucalipto.”
  Los muchachos miraban con asombro lo simple y cómodo del interior de esa casa. Aún no terminaban de creer que habían encontrado a la anciana, aunque no parecía tan anciana, con la que soñaran unos días atrás.
  Dejaron las mochilas una junto a la otra y se sentaron en torno a la mujer, quién estaba sentada junto a la chimenea. Ashanti fue la que tomó la palabra y contó los sueños que habían compartido y como los siete desconocidos se encontraron en el mismo lugar y desde ese día se sienten cómodos en compañía uno de otro.
  La mujer bebió el té a sorbos regulares y después de escuchar atentamente dijo. “Imagino que deberán tener unas cuantas preguntas.”
  Marama levantó la mano y la mujer se quedó sorprendida ante el gesto.
  “Caramba niña, me haces sentir como si estuviera nuevamente en la escuela dando clases, jaja, adelante con tu pregunta.”
  Marama bajó el brazo medio avergonzada y preguntó. “¿Qué clase de criatura tiró del bote que nos llevó a tierra desde el barco?”
  “Los habitantes del océano.” Respondió la mujer, pero al ver que los muchachos esperaban algo más como explicación continuó. “Puede ser que los llamen Sirenas, así como nosotros evolucionamos para vivir en tierra hace muchos milenios, hubo un grupo que evolucionó para vivir en el agua, siempre hubo avistamientos y filmaciones, algunas reales otras fabricadas, pero contacto directo nunca que se supiera. Lo cual demostró ser lo mejor, porque serían encerradas en estanques y tendrían finales tristes.”
  “Pero a nosotros nos llevaron a tierra y nos dejaron en puerto seguro.” Dijo Marama.
  “Si, varios de nosotros hemos desarrollado cierta relación con ellos, después de la guerra, como las aguas que rodean gran parte del continente están libres de humanos, es su santuario podríamos decir.”
  “A mí me dio la impresión de que el Capitán del barco y algunos tripulantes los conocían.” Dijo Min Ho.
  “A mí también me dio esa impresión.” Agregó Haakon.
  “Si es así, entonces ese Capitán es una persona respetuosa del océano.” Dijo la mujer.
  “La tormenta que cruzamos antes de llegar a tierra, ¿es natural?” Preguntó Nasim.
  “Esa tormenta es lo que quedó después de la guerra,” dijo la mujer, “no es del todo natural, pero tampoco es del todo artificial. No sé bien los detalles de cómo funciona, pero….” La mujer se perdió en pensamientos y recuerdos por unos largos momentos, “la verdad no se bien cómo funciona, pero sí sé que tiene voluntad propia, en el pasado muchas embarcaciones intentaron cruzarla, pero ninguna lo logró.” Tomó unos sorbos de té y continuó. “Ustedes son las primeras personas del viejo mundo en llegar hasta acá desde que terminara la guerra.”
  Hubo unos minutos de silencio mientras la mujer terminaba su té y los muchachos trataban de poner en orden sus pensamientos.
  “Hay algo que me gustaría saber,” dijo tímidamente Marama.
  “Adelante niña, pregunta nomás.”
  “De dónde venimos la historia de lo que sucedió en ésta parte del mundo es escasa e incompleta. Las pinturas que soñamos ver en la ciudad contaban algo bastante distinto de lo que sabemos.”
  “¿Distinto?” La mujer pensó unos segundos. “¿En qué sentido?”
  “Bueno, la historia que nos enseñaron es que durante la guerra se detuvo unas fuerzas que intentaban conquistar y expandirse, pero en las pinturas vimos algo distinto, un gran poder destructivo, pero no para la conquista sino para la defensa.”
  “Supongo que debería contarles un poco lo que ha sucedido.” La mujer se levantó de su asiento y se sentó en el piso sobre un almohadón con las piernas cruzadas, los muchachos se sintieron incómodos permaneciendo en las sillas y también se sentaron en el piso. “Cuando la población que sobreviviera a la pandemia comenzaba a encontrar cierta estabilidad y lentamente volvían a trazarse las líneas de comunicación y comercio internacionales. Para ese entonces una de las comunidades mas fuertes era la de acá, en gran parte por dos motivos, el número elevado de jóvenes con habilidades y haber encontrado la ciudad científica que había sepultada en lo profundo debajo de lo que fuera la ciudad de Buenos Aires, buen, no exactamente debajo de la ciudad, pero en gran parte.”
  “¿Aquí también había una de esas instalaciones ultra secretas?” Interrumpió sin pensarlo Nasim. “Perdón por la interrupción.” Agregó avergonzado.
  La mujer lo miró con una sonrisa.
  “¿Saben de la existencia de estas instalaciones?” Los muchachos asintieron. “Bueno, eso me ahorra una gran explicación de cosas que apenas comprendo. En fin, hasta donde se supo había unas cincuenta de esas instalaciones repartidas por el mundo, por el tipo de terreno la que construyeron aquí fue una de las más grandes. Los recursos que tenía ayudaron a que las comunidades que se habían formado pudieran volverse más fuertes y formar bases firmes para el futuro. Para ese entonces los jóvenes con habilidades eran un pilar importante, tanto en materia de crecimiento como de protección.”
  “Disculpe.” Dijo Ashanti. “Al que le decían maestro era una persona real?”
  “Bueno, maestro es un término que se usaba para muchas personas, ¿te refieres a alguien en particular?, aunque ayudaría algún dato más.”
  “Tanto en las historias que nos contaron de niños y en las pinturas lo vimos montando dragones.”
  “Ja ja ja. Una imagen algo simplista, pero si, es una persona real.” Tomó una profunda bocanada de aire y continuó. “Le decían maestro, pero él nunca se consideró maestro, él fue uno de los pocos adultos con habilidades que sobrevivió la primera expansión de la pandemia, aún después de muchos años y estudios no se pudo saber el motivo de que unos pocos adultos tuvieran las habilidades, mientras que en comparación los niños eran muchos más numerosos. En fin, para explicarles del maestro tendré que contarles desde la pandemia, pero será corto como para que se hagan una imagen.
  En los primeros días después de que casi el ochenta por ciento de la población humana sucumbiera a la pandemia y quedaran muertos vivientes que el único objetivo era alimentarse de cuanta carne pudieran encontrar, los niños fueron los que comenzaron a tener las habilidades de telequinesis, manipulación de los elementos y otras más. En algunos casos, si estaban con sus familias tenían cierta contención, pero en otros eran considerados parias, el maestro se cruzó con una familia que tenía un pequeño niño con estas habilidades y lo ayudó, descubriendo juntos que podían hacer con esas habilidades. Una de las cosas que esas habilidades les daba era la de poder sentir la presencia de la gente y así encontraron a más niños y familias, otros llegaron de lejos. En la comunidad que se había formado en torno a esas habilidades el maestro era quién cuidaba del entrenamiento de los niños, lo llamaban la Academia Jedi.” Los jóvenes se quedaron mirando sin comprender. “Es una historia muy popular de antes de la pandemia ,” al no ver reacción de los jóvenes continuó, “ supongo que se ha perdido mucho del viejo mundo, en fin, con el tiempo los niños crecieron tanto en edad como en sus habilidades, pero seguían viendo al maestro como ejemplo, incluso cuando lo superaban notoriamente en sus habilidades.”
  “Increíble.” Dijo Ashanti.
  “Sí que lo era, pero eso no es todo, cuando se hizo contacto con las comunidades que se habían formado en el mundo, muchas solicitaban ayuda por distintos fenómenos que ocurrían, o simplemente para que les sacaran a los niños con habilidades. Los humanos en su gran mayoría no toman bien lo que es distinto a ellos, usando la violencia como recurso para lidiar con lo que no comprenden.
  Para ese entonces el Maestro viajaba mucho, acompañando a quienes manejaban mejor el arte de la diplomacia y relaciones con otras comunidades, en muchos de esos viajes volvía con jóvenes o niños, algunos acompañados por sus familias, eso ayudaba a fortalecer la Academia, hubo tiempos en los que eso generó cierto conflicto con las otras comunidades de la zona, pero se superaron en algunos casos o se toleraron en otros, lástima que no fue lo mismo con el resto del mundo.”
  “¿Por qué no fue lo mismo?” Preguntó Haakon.
  “Bueno, supongo que se podría decir que aún se aferraban al antiguo mundo, la pandemia no solo acabó con gran parte de la población humana, también cambió la geografía política y social, y cuando se estaba superando esa devastación, había en esencia dos corrientes, los que querían reconstruir como era antes y los que querían construir algo nuevo y eso hacía las relaciones algo tensas, pero lo que en verdad hizo escalar el conflicto fueron las organizaciones detrás de las instalaciones subterráneas, las que sobrevivieron en el mundo querían seguir controlando a la que había acá, pero eso no sucedería, y culpaban entre otros al maestro y sus aprendices.
  Primero enviaron asesinos, pero eso probó ser en vano, para entonces el maestro solo quería estar con su familia, pero cuando las fuerzas militares llegaron para invadir él tomó el mando y en conjunto con otras comunidades de la zona repelió el ataque, pensamos que eso haría recapacitar y abrir una mesa de diálogo, pero solo enviaron más tropas hasta que ante la imposibilidad de penetrar las defensas nos bombardearon con armamento nuclear y químico, y con eso nos diezmaron completamente.”
  “¿Armamento nuclear?” Preguntó Andrea. “Eso nunca se dijo en los libros de historia.”
  “Muchacho, aún eres joven, pero con el tiempo entenderás porqué esa información no es de conocimiento al público.”
  “Si usaron armamento nuclear, esta zona tendría que ser radioactiva.” Comentó Min Ho.
  “Eso es correcto.” Dijo la mujer.
  “¿Entonces hemos sido expuestos a la radiación?” Preguntó Min Ho.
  “Si, pero no.” Dijo la mujer, y continuó explicando. “Las detonaciones hundieron gran parte de la vieja ciudad de Buenos Aires, pero la nube radioactiva y demás consecuencias fueron repelidas y formaron la barrera de tormenta que rodea el continente.”
  “Imposible.” Dijo sorprendido Nasim.
  “Yo tampoco lo creía posible, pero ustedes vieron la tormenta y la cruzaron.”
  “¿Cómo fue posible?”
  “Fue un sacrificio demasiado elevado el que se pagó, muchas vidas se perdieron en ese momento,  y las que sobrevivieron se alejaron para siempre de esta zona.”
  “¿Aún hay gente viviendo aquí?” Preguntó Ashanti.
  “Claro que sí, pero no por acá, ni en lo que fueran otras ciudades del viejo mundo. Construyeron nuevas comunidades y hasta donde sé han prosperado pacíficamente.” La mujer los observó a cada uno de los jóvenes y cambió el rumbo de la conversación. “Ahora pregunto, ¿Qué andan haciendo por estas tierras?”
  Los jóvenes quedaron pensativamente callados durante unos minutos, la que primero habló fue Ashanti.
  “Eso es parte de lo que queremos descubrir, todos sentimos la necesidad de venir hasta acá, pero aún no sabemos el por qué.”
  “¿Aún no saben el motivo?” La mujer pensó unos segundos. “Han podido cruzar la tormenta y pasaron por las ruinas de Buenos Aires sin inconvenientes, algún motivo debe haber para que llegaran hasta acá.”
  “Disculpe, ¿a qué se refiere con cruzamos las ruinas sin inconvenientes?” Preguntó Nasim.
  “Podría decirse que las ruinas están llenas de fantasmas.” La mujer los miró y volvió a preguntar. “¿En verdad no saben por qué han cruzado medio mundo para llegar hasta acá?”
  Los jóvenes cruzaron miradas de cierta vergüenza al darse cuenta que ninguno se había hecho esa simple pregunta a sí mismos.
  “Sentíamos la urgencia de llegar hasta las coordenadas, después las sirenas nos llevaron hasta tierra y ahí tuvimos un sueño colectivo en el que debíamos venir hacia el oeste y encontrarla a usted.” Dijo Haakon.
  La mujer se quedó pensando un momento mientras tomaba su te.
  “No sabría decirles por qué, entonces.” Extendió sus brazos mostrando el entorno. “Salvo que quieran quedarse con mi casa.” Al ver la perplejidad de los muchachos agregó. “Era una broma.” Se levantó y se acercó a la cocina. “¿Han comido ya? Tengo algo de comida que podemos compartir si quieren.”
  Los jóvenes asintieron y se levantaron para ayudar en lo que pudieran.
  La cena transcurrió casi sin mediar palabra, cada uno de los comensales absorto en sus propios pensamientos, al terminar lavaron los utensilios y se acomodaron para dormir, los jóvenes extendieron sus bolsas de dormir y quedaron sumidos en un sueño profundo casi al instante.

  La mujer se preparaba para acortarse, pero un sonido le llamó la atención, era algo grande que se posaba suavemente sobre el césped. Después de asegurarse que los jóvenes estaban dormidos salió y se encontró con su visitante.

lunes, 12 de marzo de 2018

Capítulo 103

  Al despuntar el alba, los siete muchachos se fueron despertando, estiraron el cuerpo para salir del ensueño matutino y se dispusieron a preparar el desayuno.
  “¿Fue real encontrar a Julio y las pinturas que se movían?” Preguntó Nasim.
  Los otros seis muchachos cruzaron miradas entre ellos y prestaron más atención al lugar que los rodeaba, los restos de la fogata estaban en el centro, pero las paredes estaban sin pinturas, solo el desgate de años sin mantenimiento.
  “Las pinturas de las paredes anoche se movían, eso lo vimos todos.” Dijo Min Ho.
  “¿Dónde está Julio?” Preguntó Tasya. Un creciente temor se apoderó de ellos, lo que era cumplir con un deseo profundo de su interior, se estaba volviendo en algo más que una pesadilla.
  Haakon salió del refugio y observó la ciudad en ruinas que los rodeaba. En su mayoría los escombros estaban reclamados por vegetación, se podían ver pájaros volar, la ciudad estaba en completa ruina, vacía de gente, pero no de vida. Ashanti se acercó y contempló también el entorno.
  “Algo nos impulsó a dejar nuestros hogares y venir aquí, incluso con las coordenadas, pero ahora no estoy tan seguro.” Dijo Haakon.
  “Anoche tuve un sueño,” dijo Ashanti, “en él estaba buscando una anciana, no estoy segura por qué motivo.”
  “Ya también tuve un sueño como ese.” Dijo Marama. “Avanzaba siempre hacia la puesta del sol.”
  “¿Ustedes también soñaron con la búsqueda de la anciana en el atardecer?” Preguntó Andrea. Los siete se miraron entre ellos, sabiendo que todos habían soñado la misma situación. “Supongo que debemos ir hacia el oeste y encontrar una anciana.”
  “Muy bien muchachos, pero antes de emprender el camino, les convendría un buen desayuno.” Los muchachos voltearon y se encontraron a Julio sentado donde había estado sentado la noche anterior. “Por favor, siéntense y coman, les espera un largo trecho por delante.”
  “¿Dónde estaba hace un momento señor Julio?”
  “¿Señor Julio? Min Ho me harás sentir viejo, jeje. Estaba tomando mi refresco matutino antes de venir a ver como amanecieron ustedes.” Los jóvenes se quedaron mirándolo sin moverse. “Veo que no tan amigables como anoche.”
  “Anoche éstas paredes tenían pinturas en ellas.” Dijo Andrea.
  “Si, pero ahora parecen no estarlo.” Dijo Julio como si recién se percatara del asunto. “Extraño, si, si, pero no lo más extraño, ustedes estaban a punto de contarme el motivo de su viaje a éstas tierras cuando se quedaron todos planchados.” Al ver la cara de incógnita les aclaró, “Dormidos, es una manera de decir dormidos.”
  “Eso también fue extraño.” Dijo Nasim.
  “Bueno, ¿Qué les parece si mientras desayunan me comentan qué los trae a ésta parte del mundo?”
  Un breve intercambio de miradas y se sentaron a desayunar, Ashanti fue la que tomó la posta y le contó a Julio del sueño reiterado que compartían desde hace unos cuantos meses, casi un año, en el cuál la urgencia de emprender el viaje hacia ésta parte del mundo los hacía sentir totalmente fuera de lugar en sus respectivos hogares, se encontraron entre ellos en un puerto en África y allí consiguieron que una embarcación los trajera hasta unas coordenadas y desde allí en un bote decrépito los trajeron hasta tierra.
  “¿Qué clase de animales eran los que tiraron del bota para traernos hasta tierra?” Preguntó Tasya.
  “Sería difícil para mí decirlo sin haberlos visto.” Respondió Julio. “En el océano hay innumerables formas de vida y desde hace años que no voy a navegar, pero si los trajeron salvos a tierra, no deben ser agresivos, bueno entonces todos soñaron que debían venir hasta acá, ¿y ahora que se supone que deben hacer?”
  “Eso es lo que nos gustaría saber.” Dijo Ashanti. “Anoche tuvimos otro sueño, buscábamos una anciana hacia el atardecer.”
  “Interesante,” Dijo Julio, “¿Qué creen que eso signifique?” Los miró a cada uno y luego se respondió a si mismo. “No tienen ni idea de que significa.” Julio se quedó pensando un momento mientras jugaba con un palillo. “¿Cómo saben que es el atardecer y no el amanecer?”
  “Porque el sol desaparecía detrás de la anciana.” Dijo Andrea.
  “Eso es una buena forma de saberlo. ¿Alguna otra pista más que recuerden?” Julio parecía divertido con la conversación, y los muchachos se quedaron pensando unos minutos.
  “Oeste.” Dijo Marama. “Creo que debemos ir hacia el oeste.”
  “Esa es una buena observación.” Dijo Julio con una sonrisa.
  “SI, pero no sabemos que tanto al oeste deberíamos ir.” Agregó Haakon.
  “Esa es otra buena observación, ¿Qué clase de provisiones han traído?” Julio se quedó mirándolos.
  Cada uno comenzó a hacer recuento de la comida que tenían en sus mochilas, entre alimento enlatado, conservas y frutas secas, les quedaban para unos diez días si los racionaban, pero el problema era el agua, no les quedaba mucha.
  “Bueno, por el agua no se preocupen tanto, en un par de días lloverá, si mis huesos no me engañan,” les dijo Julio, “Diez días es tiempo suficiente para salir de lo que queda de ésta ciudad y encontrar campo abierto.”
  “Supongo que eso es lo que deberíamos hacer.” Haakon se quedó mirando las ruinas por un momento. “Señor Julio, ¿Sabe que nombre tenía ésta ciudad?”
  Julio se quedó mirándolo un momento y luego al resto de los jóvenes, “¿Qué tanto saben de geografía muchachos?”
  “Sabemos los nombres de nuestras ciudades.” Dijo en tono tímido Nasim.
  “¿Cuánto saben del viejo mundo?” Julio los miró y agregó, “¿Antes de la guerra?” Al ver que no sabían mucho siguió “Supongo que de antes de la pandemia menos, no me sorprende, por eso la humanidad repite su propia historia. Estas son las ruinas de lo que antes era la ciudad de Buenos Aires, aunque la mitad está tapada por el río ahora, después del último bombardeo.”
  “Buenos Aires.” Repitió Haakon. “Las brisas son agradables hasta ahora. Gracias por la información.”
  “De nada muchacho, pero deberían aprovechar la luz del día para comenzar el viaje.”
  “¿Hay algún peligro que deberíamos estar atentos?”
  “Mmm, bueno Haakon, si te dijera que no te mentiría, pero si te dijera que si, también te mentiría.” Julio volvió a reír ante la perplejidad en las caras de los muchachos. “Peligro al pisar en falso y caer en algún viejo túnel o apoyarse en una pared inestable, de esos si los hay, pero si son precavidos los pueden evitar.”
  “¿No hay personas viviendo?” Preguntó Andrea.
  “No que yo sepa,” Julio se perdió unos segundos en sus pensamientos, “no, se intentó recuperar parte de la ciudad después de la pandemia, pero la guerra se encargó de alejar a los que sobrevivieron, muchos recuerdos dolorosos hay entre estas ruinas, yo no pude alejarme en su momento y ahora mi cuerpo ya no resistiría un viaje semejante.”
  “¿Hay depredadores?” Preguntó Ashanti.
  “¿Animales dices?” Ashanti asintió con la cabeza. “Si, de esos hay, pero si no los molestan no tendrán problemas, y si en algún momento se cruzan con alguno que les bloquea el paso no corran, lentamente retrocedan y vallan por otro camino, puede que sea una madre con cría y esas si son peligrosas, pero antes de eso, déjenle un recipiente con agua, eso siempre ayuda, pero como les dije, si no molestan nada los molestará, en ese aspecto estarán a salvo.”
  “¿Fuera de la ciudad que hay?” Preguntó Andrea.
  “Lo último que vi, fue campo abierto hasta el horizonte, la famosa llanura Pampeana.” Julio se levantó y mirando el cielo les dijo. “Ya casi es media mañana, será mejor que se pongan en camino, cuando anochezca enciendan una fogata pequeña y eso los ayudará a evitar que las comadrejas les roben la comida, son escurridizas, pero no se acercan al fuego.”
  Los muchachos se cargaron las mochilas y saludaron a Julio afectivamente antes de emprender el camino.
  El sol aún no estaba alto, pero al no haber nubes la visión era óptima. Caminaron siguiendo una calle en sentido Oeste, las ruinas de edificios altos dieron paso a lo que parecía haber sido una autopista, aún estaban en pie algunas columnas de lo que fuera un puente, del otro lado se encontraron con pocas estructuras, al parecer habían sido casas bajas, pero en su mayoría estaban cubiertas de vegetación.
  Cuando el sol estaba bien alto, se detuvieron a descansar bajo la sombra de un árbol, estuvieron allí unos cuantos minutos, y siguieron caminando hasta que comenzó a atardecer, encendieron una fogata, comieron liviano, ya que no tenían mucha hambre y se turnaron por parejas para hacer guardia durante la noche, solo para estar más tranquilos.
  El día siguiente siguieron caminando entre los restos de casas bajas cubiertas de vegetación.
  “Al parecer era realmente grande Buenos Aires.” Dijo Andrea.
  “Con un terreno tan plano, sin montañas u otros límites naturales, imagino que estaría creciendo aún hoy día si no hubiese estallado la pandemia.” Dijo Nasim.
  Ya se encontraban más relajados en el camino y comentaban las cosas que encontraban, restos de civilización humana que alguna vez se expandió por  esas tierras, esa tarde el cielo se llenó de nubes y con unas pocas gotas de preámbulo se largó una lluvia torrencial. Los muchachos encontraron refugio en una estructura que aún no había sido reclamada por la vegetación, encendieron una fogata para secarse y aprovecharon para recargas cuanto recipiente tuvieran con agua.
  La mañana siguiente llegó con un cielo cubierto de nubes grises, pero sin lluvia, el terreno estaba algo mojado aún, pero encontraron que podían seguir con el camino si tenían cuidado donde pisaban. Cerca del mediodía cuando se dieron cuenta que habían dejado atrás las últimas estructuras y tenían frente a ellos lo que Julio había llamado llanura Pampeana.
  “Es como estar en el océano, pero en lugar de agua es césped.” Dijo Min Ho.
  “Increíble,” Marama dijo con una sonrisa en el rostro y señaló un árbol, “es un Eucalipto, esos son árboles de mi tierra ancestral.” Se acercó y apoyó las palmas de las manos en el tronco, lo rodeó y al estar del otro lado llamó al resto de sus compañeros de viaje. “Miren,” señaló hacia el horizonte.
  “¿Qué es?” Preguntó Andrea, “no veo nada.”
  Haakon sacó unos binoculares de su mochila y observó en la dirección que indicaba Marama.
  “Es una arboleda y creo que hay una casa también, esperen, hay humo saliendo de la chimenea.”
  “¿Cómo pudiste verlo desde aquí?” Preguntó Andrea.
  “Aun sigues sin creer que tiene mejor vista que todos nosotros juntos.” Le dijo Min Ho. “Es la primera señal de gente que vemos desde que dejamos a Julio en la ciudad, ¿Qué hacemos?”
  “Creo que deberíamos ir.” Dijo Tasya, en su mano tenía una brújula, “Nos habíamos desviado esta mañana sin la sombra del sol, no estaba segura, pero recordé que tenía una brújula y ahora lo estoy, hacia allá es el oeste.” Señaló en dirección de la arboleda.
  “Tal vez podamos llegar antes del atardecer si no nos detenemos.” Dijo Nasim.
  Sin mediar otra palabra emprendieron el camino hacia esa arboleda en el horizonte. Unas horas después las nubes se fueron disipando, dejando llegar el sol.
  Llegaron aún con luz natural a la arboleda, eran todos eucaliptos, y en medio una casa baja con humo saliendo de la chimenea, pero no veían ninguna otra señal de que hubiera gente.  Cuando estuvieron en el límite de la arboleda la puerta de la casa se abrió y una persona salió a recibirlos.
  “Bienvenidos muchachos.” Dijo la mujer. “Vengan por favor, acérquense que mis ojos ya no son lo que eran.”

  Se acercaron y se quedaron sorprendidos al encontrarse frente a la mujer con la que habían soñado unos días atrás.

viernes, 9 de marzo de 2018

Capitulo 102

  Los siete muchachos miraban con cierto recelo al hombre que estaba sentado junto a la fogata.
  “OH, ¿Dónde quedaron mis modales?” Dijo el hombre al ver que ninguno se acercaba. “Por favor, tomen asiento así podemos intercambiar historias, hace mucho que no recibo noticias nuevas.”
  Una de las muchachas fue la primera en caminar hacia la fogata y la fueron siguiendo de a uno hasta quedar todos sentados a unos metros de hombre, quién los observó entornando los ojos y luego con una sonrisa amigable les dijo.
  “Mis ojos ya no son lo que eran, sobre todo sin la luz del sol, pero puedo ver que no son de por aquí.”
  “Venimos de muy lejos.” Dijo uno de los muchachos.
  “¿De muy lejos? ¿Fuera de la barrera?” Al ver la confusión en los ojos de los muchachos aclaró. “La tormenta que hay en el mar.”
  Los jóvenes asintieron con la cabeza y el hombre se quedó pensando un rato antes de volver a hablar con una amplia sonrisa.
  “¿Tienen comida? Si no trajeron algo debe haber por aquí para que puedan comer.” Los siete muchachos se miraron entre ellos. “Ohh, ya sé que deben estar pensando, el viejo está loco.” Dijo riendo. “Bueno, eso es algo que no puedo objetar ni refutar, por cierto mi nombre es Julio. ¿Cuáles son sus nombres, si son tan amables?”
  Los muchachos intercambiaron unas miradas y de a uno fueron diciendo sus nombres y Julio los fue repitiendo como para poder recordarlos.
  “Haakon”
  “Andrea”
  “Tasya”
  “Ashanti”
  “Marama”
  “Min Ho”
  “Nasim”
  Julio los repitió algunas veces en orden y otras mezclados mientras los señalaba, como para recordarlos.
  “Bueno muchachos, ahora que ya sabemos nuestros nombres, es hora de alimentarse y después me podrán contar historias.”
  “Disculpe Julio,” Dijo Ashanti, “Antes podría decirnos donde estamos ¿por favor?”
  “Ahh, veo que sus mayores te enseñaron buenos modales jovencita.” La sonrisa de Julio parecía ensancharse de genuina alegría. “Veamos, están sentados en troncos rodeando una fogata en el centro de una salón en ruinas.”
  Durante unos eternos segundos los siete muchachos se quedaron atónitos ante la respuesta hasta que Julio largó una carcajada que fue contagiosa para los muchachos. De a poco fueron dejando de reír y se sintieron un poco más relajados.
  “¿Mejor ahora?” Preguntó Julio. “Una buena carcajada ayuda a relajar el cuerpo, el alma y ambiente. Bueno, esto era hace muchos años una ciudad, ahora solo quedan ruinas, habitadas por plantas y animales. Ahora, por el resto del territorio, no sabría decirles con certeza, parece que la última vez que hice un viaje fuera de la ciudad fue hace un siglo.”
  Andrea al relajarse después de la carcajada notó que había pinturas en las paredes y se quedó mirándolas mientras los demás le prestaban atención a Julio, Tasya le susurró preguntándole que estaba mirando y Andrea señaló las pinturas. Ambos buscaron en sus mochilas y sacaron unas linternas, pero antes de que las encendieran Julio les advirtió.
  “Es mejor no encender esas aquí ahora, si quieren ver mejor los murales aviven el fuego.” Señaló con una mano la leña que había repartida por el lugar.
  Andrea hizo el movimiento normal para encender la linterna, pero se detuvo al sentir los pelos de su nuca erizarse y un escalofrío le recorrió la columna vertebral.
  “Mejor las guardan para cuando estén fuera de la ciudad.” Les dijo Julio.
  Guardaron las linternas y agregaron leña al fuego para poder ver los murales.
  “Parecen contar una historia.” Dijo Marama.
  “Eso es correcto pequeña.” Dijo Julio, “si se acercan al mural tal vez se las cuente.”
  Haakon había armado un par de antorchas, las encendió y le dio una a Marama. Se acercaron y pudieron ver mejor las pinturas.
  “Parece que se movieran.” Dijo Min Ho
  “Presten atención y escuchen la historia detrás de esos murales.” Les dijo Julio.
  Comenzó cuando el viejo mundo estaba llegando a su fin y la pandemia acabó con casi toda la población humana volviéndolos criaturas sin voluntad más que la de alimentarse de cualquier tipo de carne que pudieran agarrar, distintos grupos formaron comunidades para poder sobrevivir, entre esos grupos había varios, sobre todo infantiles, que comenzaron a desarrollar habilidades extraordinarias, algunos pocos adultos también las tenían, entre esos estaba al que llamaban Maestro, él ayudó a los infantiles a no temer esas habilidades, sino a explorarlas y utilizarlas, formaron una comunidad que con el tiempo se volvía fuerte y segura, y a medida que pasaban los años se encontraron con otras comunidades y de a poco una nueva civilización estaba naciendo. Y con unos años más el resto del mundo también estaba reconstruyendo lo que se había perdido, en ese tiempo fue cuando llegó desde muy lejos un guerrero solitario que hasta ese día solo buscaba los que eran más fuertes y retarlos a duelo, las sombras del salón parecían moverse animando la historia, fue un duelo furioso y terrible el que tuvo con el maestro, pero la final encontró que había algo mucho más en esas habilidades que solo violencia, después muchos otros llegaron de otras partes, era como si esas habilidades, además de permitirles mover objetos con la mente, controlar hasta cierto punto el aire, el fuego, la tierra, el agua, también los conectaba.
  Con los años, las comunidades mundiales volvieron a estar conectadas entre sí, en algunos lugar seguían manteniendo las estructuras de antes, en otros simplemente hicieron nuevas estructuras, pero el temor por quienes tenían las nuevas habilidades crecía y escaló como siempre lo hicieron las diferencias entre humanos.
  “La última guerra” Dijo Nasim y asombrado viendo como las pinturas parecían cobrar vida comenzó a identificar lo que veían. “Ahí están las trillizas destructoras, los dragones, los ejércitos fantasmas.”
  “¿Así es como los llaman de donde ustedes vienen?” Preguntó Julio. “Bueno supongo que es ciertamente lógico.”
  “Aquí está el bombardeo que hicieron para terminar con la amenaza.” Nazim parecía estar como en trance mientras seguía relatando lo que había aprendido de pequeño, contado por su abuelo. “Después de esa lluvia de bombas se dio por terminada y ganada la guerra y desde entonces no se supo más nada de esta parte del mundo.”
  “¿Ustedes también vieron las pinturas cobrar vida?” Preguntó Min Ho.
  “En cierta forma cobran vida si,” respondió Julio, “pero eso es para otra noche, lo que nos lleva a la gran pregunta,” los siete muchachos voltearon y se quedaron esperando. “¿A que han venido ustedes aquí?”
  Los siete se acercaron a la fogata, pero notaron que un cansancio repentino los llevaba a acostarse y entregarse al vacío del sueño.

  “Bueno, creo que tendremos que esperara para escuchar la respuesta.” Julio se levantó y salió caminando hacia la noche.

miércoles, 7 de marzo de 2018

Capítulo 101

  Las olas acariciaban el casco del barco mientras las velas eran infladas por un viento constante hacia su destino, la tripulación no era numerosa, la embarcación no necesitaba de muchas manos, pero las pocas que había a bordo la mantenían en perfectas condiciones, cosa que hacía al Capitán orgulloso.
  Los siete pasajeros estaban en cubierta, mirando el horizonte, hacia el oeste, en un hermoso atardecer, hacia donde habían pagado por el transporte, sin saber aún cuánto tiempo más les quedaba de viaje.
  “Una de las mejores vistas en el océano.” Les dijo el Capitán. “El amanecer y el atardecer, duran mucho más que en tierra.”
  “La verdad que si.” Dijo uno de los muchachos.
  “¿Sabe cuánto falta Capitán?” Preguntó una muchacha.
  “Con éste viento, llegaremos en un par de días.” Respondió el Capitán.
  “Capitán, ¿Por qué dejó de  utilizar el motor desde hace dos días?” Preguntó la misma muchacha
  El Capitán los observó unos segundos a cada uno antes de acomodarse la gorra y responder. “Para haberme dado coordenadas específicas, saben muy poco de éstos mares. Bajo la superficie hay un mundo increíble lleno de monstruos y belleza, los motores, incluso unos silenciosos como los de Alegría, pueden molestar ese mundo, es mejor navegar a vela.”
  “Capitán, ¿Cómo sabe si ha molestado ese mundo y que clase de monstruos hay?” Preguntó otro muchacho.
  “Eso es simple muchacho, si hubiésemos molestado algo de lo que hay ahí debajo,” el Capitán señaló el océano con un brazo, “no estaríamos flotando en éstos momentos.” El capitán comenzó a caminar rumbo a la cabina, pero otra de las muchachas le solicitó una pregunta más. “Última del día muchachos.”
  “El mapa que está en el comedor, ¿de qué época es?”
  Nuevamente el Capitán los observó en silencio por unos segundos. “Realmente saben poco de historia.” Inspiró profundamente, dejando que los aromas del océano le llenasen el cuerpo, exhaló suavemente y respondió. “Ese mapa perteneció a mi abuelo, era como estaba dividido el mundo en ese tiempo, todos esos países, antes de la pandemia, tiene más de cien años. Ahora es hora de que vallan a prepararse la cena y a la cama muchachos.” Los saludó tomando la punta de la gorra con una mano y una leve inclinación de cabeza antes de retirarse a la cabina.
  “Más de cien años, eso es mucho tiempo.” Dijo asombrado uno de los muchachos.
  “Si, y de pensar me da hambre.” Dijo otro muchacho.
  “A vos cualquier cosa te da hambre, jajajaja.” Los siete rieron y se fueron al comedor a preparar la cena.

  La noche transcurrió sin novedad para los pasajeros, pero en la cubierta el Capitán junto a sus tres marineros de mayor confianza, producto de años navegando juntos, mantuvieron una conversación de un poco extensa con los habitantes de esos mares.

  Al día siguiente los pasajeros se quedaron atónitos al ver el frente de tormenta que había hacia proa.
  “Fea tormenta.” Le comentó uno de los muchachos a la mujer que estaba izando un cabo del agua con un arnés.
  “Fea si.” Le respondió la mujer. “Si tuviéramos que cruzarla.”
  La embarcación comenzó a virar quedando con la proa apuntando hacia el norte.
  “Acabo de ver algo bajo el agua” Dijo una de las muchachas. “Parecía un delfín.”
  Los otros muchachos se asomaron, pero no vieron nada y su atención volvió al frente de tormenta, enorme, negro con relámpagos y al parecer fuertes vientos cruzados.
  “Muchachos” El Capitán los llamó. “Preparen su equipaje, hemos llegado,”
  “¿Llegado a dónde?” Preguntó una muchacha.
  “A las coordenadas que me dieron.” Respondió el Capitán.
  “¿Éstas son las coordenadas?” Preguntó incrédulo uno de los muchachos.
  El Capitán parecía divertido. “Muchachos, ustedes me pagaron para que los trajera a éstas coordenadas exactas, y aquí estamos, ahora preparen su equipaje.”
  “Capitán, ayer nos dijo que tardaríamos un par de días en llegar.” Dijo una muchacha.
  “Cierto, pero anoche la corriente aumentó y nos trajo en una noche.”
  “Capitán.” Llamó un marinero señalando hacia la tormenta. “Se acerca una embarcación.”
  “Bien muchachos, esa es la embarcación que los llevará a tierra.” El Capitán levantó ambas manos en señal de silencio ante las preguntas de los muchachos. “Ustedes todos sintieron la necesidad de hacer éste viaje, incluso sin conocerse entre ustedes, ahora para que puedan seguir con adelante tienen que recoger su equipaje y trasbordar a esa embarcación,  Alegría no puede cruzar la barrera, no esta vez al menos, pero ustedes han sido llamados.”
  “Tiene razón.” Dijo un muchacho, “Busquemos nuestro equipaje y veamos que sucede.”
  Unos cuantos minutos después la otra embarcación fue amarrada a Estribor de Alegría, para esperar que los muchachos hicieran el trasbordo. Esa embarcación era un viejo casco de unos siete metros de eslora, unas tablas rudimentarias hacían las veces de asiento para los pasajeros, pero no tenía motor ni tripulación.
  Los muchachos abordaron esa embarcación con cierto recelo y una pizca de pánico.
  “Tranquilos muchachos, éste bote los llevará hasta la costa.” Les dijo el Capitán. “Suelten amarras.” Les ordenó a sus marineros y el bote quedó libre en medio del océano.

  “Esto es una locura,” Dijo uno de los muchachos, “¿Cómo se supone que ésta cosa se mueva?”
  Como respuesta, el bote comenzó a avanzar hacia la tormenta, aumentando la velocidad.
  “Miren,” Dijo una muchacha observando por la borda. “Creo que son delfines.”
  Los muchachos se asomaron y vieron que había criaturas tirando del bote bajo el agua.
  “No puede ser, son sirenas.” Dijo un muchacho. “Hay un montón.”
  “Chicos, estamos en medio de la tormenta.” Dijo una muchacha.
  Habían quedado asombrados mirando las sirenas que se perdieron noción del tiempo y ahora estaban absortos mirando hacia todos lados, la tormenta estaba ahí a escasos metros de ellos, pero no los tocaba, podían sentirla, escuchar los truenos, pero seguían avanzando sin que los hundiera. Era algo hermoso y terrible a la vez.
  Unos minutos después salían de la tormenta y se encontraron en un cielo despejado y soleado, el bote seguía avanzando y las olas parecían no tocarlo tampoco, era como si estuvieran en un ensueño y perdieran relación del tiempo y espacio.
  “¿Desde cuándo el agua es marrón?” Preguntó un muchacho.
  “Miren, tierra,” Dijo un muchacho señalando el horizonte. A medida que se acercaban comenzaban a distinguir siluetas de lo que parecían edificios, pero pudieron ver que estaban en ruinas, incluso los que pensaban que estaban en tierra estaban bajo el agua.
  El último tramo lo hicieron entre ruinas de edificios, habitados por pájaros y vegetación, en muchos se podían ver las marcas de proyectiles.
  “Creo que estos son los restos de una ciudad después de la guerra.” Dijo un muchacho.
  “Igualmente tiene cierto encanto como la vegetación y los animales lo habitan.” Comentó una muchacha.

  El bote llegó hasta la costa, donde golpeó una pared, los muchachos se miraron esperando que el bote se moviera nuevamente, pero al parecer las sirenas ya no los llevarían.
  “Allá parece que podemos subir.” Un muchacho señaló una parte de la pared derrumbada y apoyando las manos fueron desplazando el bote en esa dirección.
  Llegaron al derrumbe y con cuidado fueron desembarcando uno por vez, cuando el último de los muchachos estuvo en tierra, el bote se hundió en cuestión de segundos.
  “Bueno, creo que tenemos que seguir adelante.” Dijo una muchacha.
  Empezaron a escalar los escombros, y llegaron a lo que alguna vez fuera una calle ancha.
  “¿Ahora hacia dónde?” El muchacho miró el cielo, “Hace un rato era el amanecer, y ahora está atardeciendo. Esto es una locura gigantesca.”
  “Miren, allá hay luz, tal vez aún quede gente y nos pueda ayudar.” Dijo una muchacha.
  “Esto no está bien, tendríamos que haber traído armas, porque estamos totalmente indefensos.”
  Estaban a punto de comenzar a discutir los pasos a seguir, cuando todos sintieron una presencia amenazante que les erizó los pelos de la nuca. Se quedaron en silencio mirando en todas direcciones, pero solo veían ruinas.
  “Vallamos hacia donde está la luz antes que anochezca.” Dijo un muchacho.
  Los siete comenzaron a caminar con cierto apuro hacia el edificio donde habían visto la luz, era una ruina de concreto, entraron con cierto recelo y se encontraron con una fogata en medio de una gran salón, junto a la fogata vieron una figura sentada, era un hombre de pelos blancos, vestido con camisa azulada, pantalón oscuro y zapatillas. Al verlos mostró una sonrisa amplia y sincera.

  “Adelante muchachos, acérquense, hace mucho tiempo que no tengo gente nueva con quién conversar.”

viernes, 2 de marzo de 2018

I closed my eyes
and spoke to you
in a thounsand
silent ways.