Al despuntar el alba, los siete muchachos se
fueron despertando, estiraron el cuerpo para salir del ensueño matutino y se
dispusieron a preparar el desayuno.
“¿Fue real encontrar a Julio y las pinturas
que se movían?” Preguntó Nasim.
Los otros seis muchachos cruzaron miradas entre
ellos y prestaron más atención al lugar que los rodeaba, los restos de la
fogata estaban en el centro, pero las paredes estaban sin pinturas, solo el
desgate de años sin mantenimiento.
“Las pinturas de las paredes anoche se
movían, eso lo vimos todos.” Dijo Min Ho.
“¿Dónde está Julio?” Preguntó Tasya. Un
creciente temor se apoderó de ellos, lo que era cumplir con un deseo profundo
de su interior, se estaba volviendo en algo más que una pesadilla.
Haakon salió del refugio y observó la ciudad
en ruinas que los rodeaba. En su mayoría los escombros estaban reclamados por
vegetación, se podían ver pájaros volar, la ciudad estaba en completa ruina,
vacía de gente, pero no de vida. Ashanti se acercó y contempló también el
entorno.
“Algo nos impulsó a dejar nuestros hogares y
venir aquí, incluso con las coordenadas, pero ahora no estoy tan seguro.” Dijo
Haakon.
“Anoche tuve un sueño,” dijo Ashanti, “en él
estaba buscando una anciana, no estoy segura por qué motivo.”
“Ya también tuve un sueño como ese.” Dijo
Marama. “Avanzaba siempre hacia la puesta del sol.”
“¿Ustedes también soñaron con la búsqueda de
la anciana en el atardecer?” Preguntó Andrea. Los siete se miraron entre ellos,
sabiendo que todos habían soñado la misma situación. “Supongo que debemos ir
hacia el oeste y encontrar una anciana.”
“Muy bien muchachos, pero antes de emprender
el camino, les convendría un buen desayuno.” Los muchachos voltearon y se
encontraron a Julio sentado donde había estado sentado la noche anterior. “Por
favor, siéntense y coman, les espera un largo trecho por delante.”
“¿Dónde estaba hace un momento señor Julio?”
“¿Señor Julio? Min Ho me harás sentir viejo,
jeje. Estaba tomando mi refresco matutino antes de venir a ver como amanecieron
ustedes.” Los jóvenes se quedaron mirándolo sin moverse. “Veo que no tan
amigables como anoche.”
“Anoche éstas paredes tenían pinturas en
ellas.” Dijo Andrea.
“Si, pero ahora parecen no estarlo.” Dijo
Julio como si recién se percatara del asunto. “Extraño, si, si, pero no lo más
extraño, ustedes estaban a punto de contarme el motivo de su viaje a éstas
tierras cuando se quedaron todos planchados.” Al ver la cara de incógnita les
aclaró, “Dormidos, es una manera de decir dormidos.”
“Eso también fue extraño.” Dijo Nasim.
“Bueno, ¿Qué les parece si mientras desayunan
me comentan qué los trae a ésta parte del mundo?”
Un breve intercambio de miradas y se sentaron
a desayunar, Ashanti fue la que tomó la posta y le contó a Julio del sueño
reiterado que compartían desde hace unos cuantos meses, casi un año, en el cuál
la urgencia de emprender el viaje hacia ésta parte del mundo los hacía sentir
totalmente fuera de lugar en sus respectivos hogares, se encontraron entre
ellos en un puerto en África y allí consiguieron que una embarcación los
trajera hasta unas coordenadas y desde allí en un bote decrépito los trajeron
hasta tierra.
“¿Qué clase de animales eran los que tiraron
del bota para traernos hasta tierra?” Preguntó Tasya.
“Sería difícil para mí decirlo sin haberlos
visto.” Respondió Julio. “En el océano hay innumerables formas de vida y desde
hace años que no voy a navegar, pero si los trajeron salvos a tierra, no deben
ser agresivos, bueno entonces todos soñaron que debían venir hasta acá, ¿y
ahora que se supone que deben hacer?”
“Eso es lo que nos gustaría saber.” Dijo Ashanti.
“Anoche tuvimos otro sueño, buscábamos una anciana hacia el atardecer.”
“Interesante,” Dijo Julio, “¿Qué creen que
eso signifique?” Los miró a cada uno y luego se respondió a si mismo. “No
tienen ni idea de que significa.” Julio se quedó pensando un momento mientras
jugaba con un palillo. “¿Cómo saben que es el atardecer y no el amanecer?”
“Porque el sol desaparecía detrás de la
anciana.” Dijo Andrea.
“Eso es una buena forma de saberlo. ¿Alguna
otra pista más que recuerden?” Julio parecía divertido con la conversación, y
los muchachos se quedaron pensando unos minutos.
“Oeste.” Dijo Marama. “Creo que debemos ir
hacia el oeste.”
“Esa es una buena observación.” Dijo Julio
con una sonrisa.
“SI, pero no sabemos que tanto al oeste
deberíamos ir.” Agregó Haakon.
“Esa es otra buena observación, ¿Qué clase de
provisiones han traído?” Julio se quedó mirándolos.
Cada uno comenzó a hacer recuento de la
comida que tenían en sus mochilas, entre alimento enlatado, conservas y frutas
secas, les quedaban para unos diez días si los racionaban, pero el problema era
el agua, no les quedaba mucha.
“Bueno, por el agua no se preocupen tanto, en
un par de días lloverá, si mis huesos no me engañan,” les dijo Julio, “Diez
días es tiempo suficiente para salir de lo que queda de ésta ciudad y encontrar
campo abierto.”
“Supongo que eso es lo que deberíamos hacer.”
Haakon se quedó mirando las ruinas por un momento. “Señor Julio, ¿Sabe que
nombre tenía ésta ciudad?”
Julio se quedó mirándolo un momento y luego
al resto de los jóvenes, “¿Qué tanto saben de geografía muchachos?”
“Sabemos los nombres de nuestras ciudades.”
Dijo en tono tímido Nasim.
“¿Cuánto saben del viejo mundo?” Julio los
miró y agregó, “¿Antes de la guerra?” Al ver que no sabían mucho siguió “Supongo
que de antes de la pandemia menos, no me sorprende, por eso la humanidad repite
su propia historia. Estas son las ruinas de lo que antes era la ciudad de
Buenos Aires, aunque la mitad está tapada por el río ahora, después del último
bombardeo.”
“Buenos Aires.” Repitió Haakon. “Las brisas
son agradables hasta ahora. Gracias por la información.”
“De nada muchacho, pero deberían aprovechar
la luz del día para comenzar el viaje.”
“¿Hay algún peligro que deberíamos estar
atentos?”
“Mmm, bueno Haakon, si te dijera que no te
mentiría, pero si te dijera que si, también te mentiría.” Julio volvió a reír
ante la perplejidad en las caras de los muchachos. “Peligro al pisar en falso y
caer en algún viejo túnel o apoyarse en una pared inestable, de esos si los
hay, pero si son precavidos los pueden evitar.”
“¿No hay personas viviendo?” Preguntó Andrea.
“No que yo sepa,” Julio se perdió unos
segundos en sus pensamientos, “no, se intentó recuperar parte de la ciudad
después de la pandemia, pero la guerra se encargó de alejar a los que
sobrevivieron, muchos recuerdos dolorosos hay entre estas ruinas, yo no pude
alejarme en su momento y ahora mi cuerpo ya no resistiría un viaje semejante.”
“¿Hay depredadores?” Preguntó Ashanti.
“¿Animales dices?” Ashanti asintió con la
cabeza. “Si, de esos hay, pero si no los molestan no tendrán problemas, y si en
algún momento se cruzan con alguno que les bloquea el paso no corran, lentamente
retrocedan y vallan por otro camino, puede que sea una madre con cría y esas si
son peligrosas, pero antes de eso, déjenle un recipiente con agua, eso siempre ayuda,
pero como les dije, si no molestan nada los molestará, en ese aspecto estarán a
salvo.”
“¿Fuera de la ciudad que hay?” Preguntó
Andrea.
“Lo último que vi, fue campo abierto hasta el
horizonte, la famosa llanura Pampeana.” Julio se levantó y mirando el cielo les
dijo. “Ya casi es media mañana, será mejor que se pongan en camino, cuando
anochezca enciendan una fogata pequeña y eso los ayudará a evitar que las
comadrejas les roben la comida, son escurridizas, pero no se acercan al fuego.”
Los muchachos se cargaron las mochilas y
saludaron a Julio afectivamente antes de emprender el camino.
El sol aún no estaba alto, pero al no haber
nubes la visión era óptima. Caminaron siguiendo una calle en sentido Oeste, las
ruinas de edificios altos dieron paso a lo que parecía haber sido una autopista,
aún estaban en pie algunas columnas de lo que fuera un puente, del otro lado se
encontraron con pocas estructuras, al parecer habían sido casas bajas, pero en
su mayoría estaban cubiertas de vegetación.
Cuando el sol estaba bien alto, se detuvieron
a descansar bajo la sombra de un árbol, estuvieron allí unos cuantos minutos, y
siguieron caminando hasta que comenzó a atardecer, encendieron una fogata,
comieron liviano, ya que no tenían mucha hambre y se turnaron por parejas para
hacer guardia durante la noche, solo para estar más tranquilos.
El día siguiente siguieron caminando entre
los restos de casas bajas cubiertas de vegetación.
“Al parecer era realmente grande Buenos
Aires.” Dijo Andrea.
“Con un terreno tan plano, sin montañas u otros
límites naturales, imagino que estaría creciendo aún hoy día si no hubiese
estallado la pandemia.” Dijo Nasim.
Ya se encontraban más relajados en el camino
y comentaban las cosas que encontraban, restos de civilización humana que
alguna vez se expandió por esas tierras,
esa tarde el cielo se llenó de nubes y con unas pocas gotas de preámbulo se
largó una lluvia torrencial. Los muchachos encontraron refugio en una
estructura que aún no había sido reclamada por la vegetación, encendieron una
fogata para secarse y aprovecharon para recargas cuanto recipiente tuvieran con
agua.
La mañana siguiente llegó con un cielo
cubierto de nubes grises, pero sin lluvia, el terreno estaba algo mojado aún,
pero encontraron que podían seguir con el camino si tenían cuidado donde
pisaban. Cerca del mediodía cuando se dieron cuenta que habían dejado atrás las
últimas estructuras y tenían frente a ellos lo que Julio había llamado llanura
Pampeana.
“Es como estar en el océano, pero en lugar de
agua es césped.” Dijo Min Ho.
“Increíble,” Marama dijo con una sonrisa en
el rostro y señaló un árbol, “es un Eucalipto, esos son árboles de mi tierra ancestral.”
Se acercó y apoyó las palmas de las manos en el tronco, lo rodeó y al estar del
otro lado llamó al resto de sus compañeros de viaje. “Miren,” señaló hacia el
horizonte.
“¿Qué es?” Preguntó Andrea, “no veo nada.”
Haakon sacó unos binoculares de su mochila y
observó en la dirección que indicaba Marama.
“Es una arboleda y creo que hay una casa
también, esperen, hay humo saliendo de la chimenea.”
“¿Cómo pudiste verlo desde aquí?” Preguntó
Andrea.
“Aun sigues sin creer que tiene mejor vista
que todos nosotros juntos.” Le dijo Min Ho. “Es la primera señal de gente que
vemos desde que dejamos a Julio en la ciudad, ¿Qué hacemos?”
“Creo que deberíamos ir.” Dijo Tasya, en su
mano tenía una brújula, “Nos habíamos desviado esta mañana sin la sombra del
sol, no estaba segura, pero recordé que tenía una brújula y ahora lo estoy,
hacia allá es el oeste.” Señaló en dirección de la arboleda.
“Tal vez podamos llegar antes del atardecer
si no nos detenemos.” Dijo Nasim.
Sin mediar otra palabra emprendieron el
camino hacia esa arboleda en el horizonte. Unas horas después las nubes se
fueron disipando, dejando llegar el sol.
Llegaron aún con luz natural a la arboleda,
eran todos eucaliptos, y en medio una casa baja con humo saliendo de la
chimenea, pero no veían ninguna otra señal de que hubiera gente. Cuando estuvieron en el límite de la arboleda
la puerta de la casa se abrió y una persona salió a recibirlos.
“Bienvenidos muchachos.” Dijo la mujer. “Vengan
por favor, acérquense que mis ojos ya no son lo que eran.”
Se acercaron y se quedaron sorprendidos al
encontrarse frente a la mujer con la que habían soñado unos días atrás.
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