Las olas acariciaban el casco del barco
mientras las velas eran infladas por un viento constante hacia su destino, la
tripulación no era numerosa, la embarcación no necesitaba de muchas manos, pero
las pocas que había a bordo la mantenían en perfectas condiciones, cosa que
hacía al Capitán orgulloso.
Los siete pasajeros estaban en cubierta, mirando
el horizonte, hacia el oeste, en un hermoso atardecer, hacia donde habían
pagado por el transporte, sin saber aún cuánto tiempo más les quedaba de viaje.
“Una de las mejores vistas en el océano.” Les
dijo el Capitán. “El amanecer y el atardecer, duran mucho más que en tierra.”
“La verdad que si.” Dijo uno de los
muchachos.
“¿Sabe cuánto falta Capitán?” Preguntó una
muchacha.
“Con éste viento, llegaremos en un par de días.”
Respondió el Capitán.
“Capitán, ¿Por qué dejó de utilizar el motor desde hace dos días?” Preguntó
la misma muchacha
El Capitán los observó unos segundos a cada
uno antes de acomodarse la gorra y responder. “Para haberme dado coordenadas
específicas, saben muy poco de éstos mares. Bajo la superficie hay un mundo
increíble lleno de monstruos y belleza, los motores, incluso unos silenciosos
como los de Alegría, pueden molestar ese mundo, es mejor navegar a vela.”
“Capitán, ¿Cómo sabe si ha molestado ese
mundo y que clase de monstruos hay?” Preguntó otro muchacho.
“Eso es simple muchacho, si hubiésemos molestado
algo de lo que hay ahí debajo,” el Capitán señaló el océano con un brazo, “no
estaríamos flotando en éstos momentos.” El capitán comenzó a caminar rumbo a la
cabina, pero otra de las muchachas le solicitó una pregunta más. “Última del
día muchachos.”
“El mapa que está en el comedor, ¿de qué
época es?”
Nuevamente el Capitán los observó en silencio
por unos segundos. “Realmente saben poco de historia.” Inspiró profundamente,
dejando que los aromas del océano le llenasen el cuerpo, exhaló suavemente y respondió.
“Ese mapa perteneció a mi abuelo, era como estaba dividido el mundo en ese
tiempo, todos esos países, antes de la pandemia, tiene más de cien años. Ahora
es hora de que vallan a prepararse la cena y a la cama muchachos.” Los saludó
tomando la punta de la gorra con una mano y una leve inclinación de cabeza
antes de retirarse a la cabina.
“Más de cien años, eso es mucho tiempo.” Dijo
asombrado uno de los muchachos.
“Si, y de pensar me da hambre.” Dijo otro
muchacho.
“A vos cualquier cosa te da hambre, jajajaja.”
Los siete rieron y se fueron al comedor a preparar la cena.
La noche transcurrió sin novedad para los
pasajeros, pero en la cubierta el Capitán junto a sus tres marineros de mayor
confianza, producto de años navegando juntos, mantuvieron una conversación de
un poco extensa con los habitantes de esos mares.
Al día siguiente los pasajeros se quedaron
atónitos al ver el frente de tormenta que había hacia proa.
“Fea tormenta.” Le comentó uno de los
muchachos a la mujer que estaba izando un cabo del agua con un arnés.
“Fea si.” Le respondió la mujer. “Si
tuviéramos que cruzarla.”
La embarcación comenzó a virar quedando con
la proa apuntando hacia el norte.
“Acabo de ver algo bajo el agua” Dijo una de
las muchachas. “Parecía un delfín.”
Los otros muchachos se asomaron, pero no
vieron nada y su atención volvió al frente de tormenta, enorme, negro con
relámpagos y al parecer fuertes vientos cruzados.
“Muchachos” El Capitán los llamó. “Preparen
su equipaje, hemos llegado,”
“¿Llegado a dónde?” Preguntó una muchacha.
“A las coordenadas que me dieron.” Respondió
el Capitán.
“¿Éstas son las coordenadas?” Preguntó
incrédulo uno de los muchachos.
El Capitán parecía divertido. “Muchachos,
ustedes me pagaron para que los trajera a éstas coordenadas exactas, y aquí
estamos, ahora preparen su equipaje.”
“Capitán, ayer nos dijo que tardaríamos un
par de días en llegar.” Dijo una muchacha.
“Cierto, pero anoche la corriente aumentó y
nos trajo en una noche.”
“Capitán.” Llamó un marinero señalando hacia
la tormenta. “Se acerca una embarcación.”
“Bien muchachos, esa es la embarcación que
los llevará a tierra.” El Capitán levantó ambas manos en señal de silencio ante
las preguntas de los muchachos. “Ustedes todos sintieron la necesidad de hacer
éste viaje, incluso sin conocerse entre ustedes, ahora para que puedan seguir
con adelante tienen que recoger su equipaje y trasbordar a esa
embarcación, Alegría no puede cruzar la
barrera, no esta vez al menos, pero ustedes han sido llamados.”
“Tiene razón.” Dijo un muchacho, “Busquemos
nuestro equipaje y veamos que sucede.”
Unos cuantos minutos después la otra embarcación
fue amarrada a Estribor de Alegría, para esperar que los muchachos hicieran el
trasbordo. Esa embarcación era un viejo casco de unos siete metros de eslora,
unas tablas rudimentarias hacían las veces de asiento para los pasajeros, pero
no tenía motor ni tripulación.
Los muchachos abordaron esa embarcación con
cierto recelo y una pizca de pánico.
“Tranquilos muchachos, éste bote los llevará
hasta la costa.” Les dijo el Capitán. “Suelten amarras.” Les ordenó a sus
marineros y el bote quedó libre en medio del océano.
“Esto es una locura,” Dijo uno de los
muchachos, “¿Cómo se supone que ésta cosa se mueva?”
Como respuesta, el bote comenzó a avanzar
hacia la tormenta, aumentando la velocidad.
“Miren,” Dijo una muchacha observando por la
borda. “Creo que son delfines.”
Los muchachos se asomaron y vieron que había
criaturas tirando del bote bajo el agua.
“No puede ser, son sirenas.” Dijo un
muchacho. “Hay un montón.”
“Chicos, estamos en medio de la tormenta.”
Dijo una muchacha.
Habían quedado asombrados mirando las sirenas
que se perdieron noción del tiempo y ahora estaban absortos mirando hacia todos
lados, la tormenta estaba ahí a escasos metros de ellos, pero no los tocaba,
podían sentirla, escuchar los truenos, pero seguían avanzando sin que los
hundiera. Era algo hermoso y terrible a la vez.
Unos minutos después salían de la tormenta y
se encontraron en un cielo despejado y soleado, el bote seguía avanzando y las
olas parecían no tocarlo tampoco, era como si estuvieran en un ensueño y
perdieran relación del tiempo y espacio.
“¿Desde cuándo el agua es marrón?” Preguntó
un muchacho.
“Miren, tierra,” Dijo un muchacho señalando
el horizonte. A medida que se acercaban comenzaban a distinguir siluetas de lo
que parecían edificios, pero pudieron ver que estaban en ruinas, incluso los
que pensaban que estaban en tierra estaban bajo el agua.
El último tramo lo hicieron entre ruinas de
edificios, habitados por pájaros y vegetación, en muchos se podían ver las
marcas de proyectiles.
“Creo que estos son los restos de una ciudad
después de la guerra.” Dijo un muchacho.
“Igualmente tiene cierto encanto como la
vegetación y los animales lo habitan.” Comentó una muchacha.
El bote llegó hasta la costa, donde golpeó
una pared, los muchachos se miraron esperando que el bote se moviera
nuevamente, pero al parecer las sirenas ya no los llevarían.
“Allá parece que podemos subir.” Un muchacho
señaló una parte de la pared derrumbada y apoyando las manos fueron desplazando
el bote en esa dirección.
Llegaron al derrumbe y con cuidado fueron
desembarcando uno por vez, cuando el último de los muchachos estuvo en tierra, el
bote se hundió en cuestión de segundos.
“Bueno, creo que tenemos que seguir adelante.”
Dijo una muchacha.
Empezaron a escalar los escombros, y llegaron
a lo que alguna vez fuera una calle ancha.
“¿Ahora hacia dónde?” El muchacho miró el
cielo, “Hace un rato era el amanecer, y ahora está atardeciendo. Esto es una
locura gigantesca.”
“Miren, allá hay luz, tal vez aún quede gente
y nos pueda ayudar.” Dijo una muchacha.
“Esto no está bien, tendríamos que haber
traído armas, porque estamos totalmente indefensos.”
Estaban a punto de comenzar a discutir los
pasos a seguir, cuando todos sintieron una presencia amenazante que les erizó
los pelos de la nuca. Se quedaron en silencio mirando en todas direcciones,
pero solo veían ruinas.
“Vallamos hacia donde está la luz antes que
anochezca.” Dijo un muchacho.
Los siete comenzaron a caminar con cierto
apuro hacia el edificio donde habían visto la luz, era una ruina de concreto,
entraron con cierto recelo y se encontraron con una fogata en medio de una gran
salón, junto a la fogata vieron una figura sentada, era un hombre de pelos
blancos, vestido con camisa azulada, pantalón oscuro y zapatillas. Al verlos
mostró una sonrisa amplia y sincera.
“Adelante muchachos, acérquense, hace mucho
tiempo que no tengo gente nueva con quién conversar.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario