Los siete muchachos miraban con cierto recelo
al hombre que estaba sentado junto a la fogata.
“OH, ¿Dónde quedaron mis modales?” Dijo el
hombre al ver que ninguno se acercaba. “Por favor, tomen asiento así podemos
intercambiar historias, hace mucho que no recibo noticias nuevas.”
Una de las muchachas fue la primera en
caminar hacia la fogata y la fueron siguiendo de a uno hasta quedar todos sentados
a unos metros de hombre, quién los observó entornando los ojos y luego con una
sonrisa amigable les dijo.
“Mis ojos ya no son lo que eran, sobre todo
sin la luz del sol, pero puedo ver que no son de por aquí.”
“Venimos de muy lejos.” Dijo uno de los
muchachos.
“¿De muy lejos? ¿Fuera de la barrera?” Al ver
la confusión en los ojos de los muchachos aclaró. “La tormenta que hay en el
mar.”
Los jóvenes asintieron con la cabeza y el
hombre se quedó pensando un rato antes de volver a hablar con una amplia
sonrisa.
“¿Tienen comida? Si no trajeron algo debe
haber por aquí para que puedan comer.” Los siete muchachos se miraron entre
ellos. “Ohh, ya sé que deben estar pensando, el viejo está loco.” Dijo riendo. “Bueno,
eso es algo que no puedo objetar ni refutar, por cierto mi nombre es Julio. ¿Cuáles
son sus nombres, si son tan amables?”
Los muchachos intercambiaron unas miradas y
de a uno fueron diciendo sus nombres y Julio los fue repitiendo como para poder
recordarlos.
“Haakon”
“Andrea”
“Tasya”
“Ashanti”
“Marama”
“Min Ho”
“Nasim”
Julio los repitió algunas veces en orden y
otras mezclados mientras los señalaba, como para recordarlos.
“Bueno muchachos, ahora que ya sabemos
nuestros nombres, es hora de alimentarse y después me podrán contar historias.”
“Disculpe Julio,” Dijo Ashanti, “Antes podría
decirnos donde estamos ¿por favor?”
“Ahh, veo que sus mayores te enseñaron buenos
modales jovencita.” La sonrisa de Julio parecía ensancharse de genuina alegría.
“Veamos, están sentados en troncos rodeando una fogata en el centro de una salón
en ruinas.”
Durante unos eternos segundos los siete
muchachos se quedaron atónitos ante la respuesta hasta que Julio largó una
carcajada que fue contagiosa para los muchachos. De a poco fueron dejando de reír
y se sintieron un poco más relajados.
“¿Mejor ahora?” Preguntó Julio. “Una buena
carcajada ayuda a relajar el cuerpo, el alma y ambiente. Bueno, esto era hace
muchos años una ciudad, ahora solo quedan ruinas, habitadas por plantas y
animales. Ahora, por el resto del territorio, no sabría decirles con certeza,
parece que la última vez que hice un viaje fuera de la ciudad fue hace un
siglo.”
Andrea al relajarse después de la carcajada
notó que había pinturas en las paredes y se quedó mirándolas mientras los demás
le prestaban atención a Julio, Tasya le susurró preguntándole que estaba
mirando y Andrea señaló las pinturas. Ambos buscaron en sus mochilas y sacaron
unas linternas, pero antes de que las encendieran Julio les advirtió.
“Es mejor no encender esas aquí ahora, si
quieren ver mejor los murales aviven el fuego.” Señaló con una mano la leña que
había repartida por el lugar.
Andrea hizo el movimiento normal para
encender la linterna, pero se detuvo al sentir los pelos de su nuca erizarse y
un escalofrío le recorrió la columna vertebral.
“Mejor las guardan para cuando estén fuera de
la ciudad.” Les dijo Julio.
Guardaron las linternas y agregaron leña al
fuego para poder ver los murales.
“Parecen contar una historia.” Dijo Marama.
“Eso es correcto pequeña.” Dijo Julio, “si se
acercan al mural tal vez se las cuente.”
Haakon había armado un par de antorchas, las
encendió y le dio una a Marama. Se acercaron y pudieron ver mejor las pinturas.
“Parece que se movieran.” Dijo Min Ho
“Presten atención y escuchen la historia
detrás de esos murales.” Les dijo Julio.
Comenzó cuando el viejo mundo estaba llegando
a su fin y la pandemia acabó con casi toda la población humana volviéndolos criaturas
sin voluntad más que la de alimentarse de cualquier tipo de carne que pudieran
agarrar, distintos grupos formaron comunidades para poder sobrevivir, entre
esos grupos había varios, sobre todo infantiles, que comenzaron a desarrollar
habilidades extraordinarias, algunos pocos adultos también las tenían, entre
esos estaba al que llamaban Maestro, él ayudó a los infantiles a no temer esas
habilidades, sino a explorarlas y utilizarlas, formaron una comunidad que con
el tiempo se volvía fuerte y segura, y a medida que pasaban los años se encontraron
con otras comunidades y de a poco una nueva civilización estaba naciendo. Y con
unos años más el resto del mundo también estaba reconstruyendo lo que se había
perdido, en ese tiempo fue cuando llegó desde muy lejos un guerrero solitario
que hasta ese día solo buscaba los que eran más fuertes y retarlos a duelo, las
sombras del salón parecían moverse animando la historia, fue un duelo furioso y
terrible el que tuvo con el maestro, pero la final encontró que había algo
mucho más en esas habilidades que solo violencia, después muchos otros llegaron
de otras partes, era como si esas habilidades, además de permitirles mover
objetos con la mente, controlar hasta cierto punto el aire, el fuego, la
tierra, el agua, también los conectaba.
Con los años, las comunidades mundiales volvieron
a estar conectadas entre sí, en algunos lugar seguían manteniendo las estructuras
de antes, en otros simplemente hicieron nuevas estructuras, pero el temor por
quienes tenían las nuevas habilidades crecía y escaló como siempre lo hicieron
las diferencias entre humanos.
“La última guerra” Dijo Nasim y asombrado
viendo como las pinturas parecían cobrar vida comenzó a identificar lo que
veían. “Ahí están las trillizas destructoras, los dragones, los ejércitos fantasmas.”
“¿Así es como los llaman de donde ustedes
vienen?” Preguntó Julio. “Bueno supongo que es ciertamente lógico.”
“Aquí está el bombardeo que hicieron para
terminar con la amenaza.” Nazim parecía estar como en trance mientras seguía
relatando lo que había aprendido de pequeño, contado por su abuelo. “Después de
esa lluvia de bombas se dio por terminada y ganada la guerra y desde entonces
no se supo más nada de esta parte del mundo.”
“¿Ustedes también vieron las pinturas cobrar
vida?” Preguntó Min Ho.
“En cierta forma cobran vida si,” respondió
Julio, “pero eso es para otra noche, lo que nos lleva a la gran pregunta,” los
siete muchachos voltearon y se quedaron esperando. “¿A que han venido ustedes
aquí?”
Los siete se acercaron a la fogata, pero
notaron que un cansancio repentino los llevaba a acostarse y entregarse al
vacío del sueño.
“Bueno, creo que tendremos que esperara para
escuchar la respuesta.” Julio se levantó y salió caminando hacia la noche.
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