martes, 3 de mayo de 2016


  Llevábamos algunos meses establecidos en lo que antes era Ciudad Universitaria, antes unos meses no pareciera mucho, pero desde que todo se fué por la borda parece una eternidad.
  Éramos un poco más de trescientas personas, algunas cuantas familias.
  Después de pensar mucho y recibir varias insistentes "sugerencias", me decidí a escribir más o menos lo que recuerdo, sobre lo sucedido, aunque será solo desde lo que yo ví y experimenté, pero trataré de hacer una reseña lo más precisa posible.
  Recuerdo los primeros casos que aparecieron en las noticias, los catalogaron como casos extraños de demencia agresiva espontánea, pero el porqué nunca estuvo claro, algunos decían crisis nerviosa, otros que era una nueva droga, otros una gran conspiración para erradicar etnias y religiones, incluso la ira de algún dios fue acusado también.
  Desde el gobierno, como fue su costumbre por más de diez años, negaban la posibilidad de algún tipo de brote y acusaban a los medios y la oposición gorila de un plan desestabilizador y golpista. Nuevamente el tiempo y la realidad demostró su error.
  Si en esos momentos hubiéramos sabido lo que sabemos hoy día, dudo que se pudiera mejorar mucho más la situación, ya que las autoridades no estaban preparadas para afrontar una catástrofe de semejante magnitud.
  En el transcurso de las primeras semanas los reportes de éstos brotes eran cada vez más numerosos, pero en general sucedían aún aislados de grandes grupos de población, lo que dificultaba la propagación masiva aún, hasta que sucedió donde no pudieron contenerlos, irónicamente fue en un acto de la presidente en Plaza de Mayo, la violencia se propagó en cuestión de pestaneos y los agentes de seguridad se vieron sobrepasados en cuestión de minutos. Para la mañana siguiente gran parte de la ciudad estaba perdida, las calles pertenecían a la infección, que pronto comenzó a entrar en los edificios y casas.
  Yo estaba encerrado en mi departamento, con algo de comida, como era un edificio sin entrada con vidrios los violentos no pudieron entrar. Mientras tuve electricidad, pude ver por internet, que el brote se estaba propagando por todas las grandes ciudades, en las redes sociales abundaban las declaraciones de que el apocalipsis finalmente había llegado. Estuve encerrado unos cuantos días hasta que se me terminó la comida. Durante ese tiempo observaba por unas pocas rendijas de la persiana baja lo que sucedía en la calle, una semana después del gran brote, creo que fue una semana, se empezaba a ver menos de los infectados durante el día, pero al caer la noche aparecían más.
  Junto a una vecina, eramos los únicos ocupantes del edificio, decidimos salir a buscar comida en los negocios cercanos, nos armamos con cuchillo y palo y salimos con mucho miedo.
  Estaba apenas amaneciendo y la calle estaba desierta, por suerte, vidrios rotos, ninguno de los autos estaban enteros, todos golpeados y destrozados, tierra y basura eran movidas caprichozamente por el viento. Causaba mucha impresión semejante espectáculo, uno lo ha visto muchas veces en películas y series, pero verlo en directo es todo un golpe, pero lo que más llamaba la atención era el silencio, algún que otro canto de pájaro lo interrumpía, pero lo que más miedo causaba era el zumbido del viento en los cables, parecía el preámbulo a un ataque sorpresa que podía venir de cualquier parte.
  Encontramos lo que quedaba de un super chino, juntamos varias latas que aún estaban enteras, alguna que otra bebida y emprendimos el regreso. Un par de cuadras y escuchamos el ruido de un motor, era un camión con sobrevivientes, pensamos lo peor, pero resultaron ser como nosotros.
  Estaban en la zona buscando algo en especial que necesitaba el que manejaba, aunque nunca me dijo que era. Nos ofrecieron llevarnos y después de unos minutos de charla accedimos ir.
  Habían convertido Ciudad Universitaria en un refugio, la mayoría habían estado atrapados en el embotellamiento de la autopista al querer salir de la ciudad, varios estudiantes quedaron varados ahí y otros que fueron llegando con el correr de los días. Habían fortificado las rejas del perímetro y las entradas, manteniendo una guardia constante, en su mayoría cadetes de la escuela de la Armada y varios policías, gendarmes y militares que habían sobrevivido.
  El lugar no era tan terrible, suficiente espacio para que cada uno tuviera cierta privacidad, los patios centrales de los edificios eran perfectos para reuniones y otras actividades, y no generaban sensación de encierro. Habían plantado varias huertas en el campus, pero aún eran escasas para la cantidad de bocas que había que alimentar, pero habían estado haciendo salidas y juntando provisiones, lo que nos daban al menos un par de años, según calcularon lo que estaban a cargo del inventario.
  Lo más difícil era la convivencia, ya que había gente de toda clase, eran comunes las discusiones entre algunos grupitos y las peleas, también los robos.
  Recuerdo después de uno de éstos episodios que un anciano me dijo al pasar, "Linda herencia dejamos, solo unos pocos sobrevivientes y en lugar de reflotar el barco lo hundimos más". El peor caso fue el de una violación de una adolescente por parte de un hombre. Un par de milicos se lo llevaron fuera del perímetro y nunca más lo vimos, pero la cosa se estaba poniendo fea.
  Yo ocupaba mi tiempo cuidando las huertas y jardines de las terrazas y ayudaba en la vigilancia del perímetro cuando podía. Gracias a eso me mantuve alejado de la caldera que se estaba convirtiendo ese refugio. Creo que es cierto que lo peor de cada uno sale a la superficie con más facilidad que lo mejor. Con el correr de los días me fui amigando más con los milicos y eso hizo que me ofrecieran un lugar en la camioneta que saldría a buscar algunos suministros, en su mayoría para la enfermería.
  Esa sería la primera vez que saldría del Ciudad Universitaria desde que llegara, si bien la ciudad parecía desierta aún había infectados y alguna que otra banda de sobrevivientes que saqueaban lo que encontraban. Los más peligrosos son los que aún no están infectados, me explicaron, porque nunca se sabe que pueden hacer, y hasta el momento en general, matan primero y negocian después, pero los infectados ya sabíamos que atacaban en cuanto te veían. La infección se transmitía por la mordedura o sangre, así que había que tener extra cuidado.
  Básicamente había dos tipos de infectados, los que corren y los que esperan, los que corren son los que fueron infectados recientemente, su grado de locura y agresividad son elevados, si sobreviven lo suficiente es como que se adormecen y se quedan esperando a que algún ser vivo pase cerca de ellos para atacarlo, de éste segundo grupo no son muchos ya que la mayoría mueren al no poder controlarse y chocar con algo o, como me contó un milico, un infectado quiso correrlo y metió la pierna en un agujero, partiéndose la tibia y peroné, pero aún así quiso seguir y terminó muriendo desangrado. Si sobreviven a esa etapa de locura es como que se adormecen y están a la espera de que algo se les acerque para poder cazarlo y comerlo, éstos si son peligrosos porque pueden parecer un simple cadáver, pero no lo son y aunque lleven mucho tiempo sin comer tienen una fuerza y violencia increíble.
  Ésta tarea me agradaba aún más, no solo por salir a "pasear", sino porque podía ver la ciudad después del apocalipsis, un poco del morbo me impulsaba en eso, debo decir.
  Durante una salida, mientras sacábamos combustible de una estación de servicio para los vehículos y generadores, vimos lo que quedaba de un local de un partido político, uno de los muchachos preguntó si algún gobernante estará aún con vida y que estarán haciendo, coincidimos en que posiblemente estén encerrados en algún bunker u hotel del Calafate.
  Un día dimos con un depósito de un super que no había sido saqueado, era como ganar el premio gordo de navidad. Necesitamos un par de días llevar todo, preferíamos usar vehículos medianos, F-100 y F-150, para evitar llamar mucho la atención y tener más maniobrabilidad en caso de cruzarnos con alguien.
  Por las noches solía recostarme en la terraza y contemplar el cielo despejado lleno de estrellas, estando toda la ciudad a oscuras se podían ver claramente las estrellas. En esos momentos pensaba en las cosas sin importancia que ocupaban nuestras cabezas antes del brote, a veces me preguntaba que habría sido de las personas con las que compartía el día a día y si estarían en un refugio como el mío. Aunque en todas las salidas que hacíamos solo encontrábamos cadáveres en descomposición o infectados acechando.
  Los días de tormenta eran particularmente peligrosos para salir, al no funcionar las bombas hidráulicas había muchas zonas que quedaban tapadas por el agua.
  Una noche de tormenta muy fuerte escuchamos lo que nos pareció un avión y una explosión, a lo lejos nos pareció ver una bola de fuego cayendo, pero ninguno estaba seguro de que realmente viéramos algo así, la radio de onda no captó ninguna señal ni comunicación. Igualmente decidimos ir a investigar en cuanto amainara la tormenta, lo que fue casi una semana después.
  Lo bueno es que aún no hacía calor, así que aún no era temporada de mosquitos.
  Fuimos en la dirección que a la mayoría nos parecía haber visto la explosión.
  Estuvimos buscando casi dos días hasta que encontramos los restos de la nave. Gracias a la tormenta el fuego no se propagó, pero no quedó nada que nos dijera de donde venía el avión.
  Revisando los alrededores encontramos un cadáver reciente, en su mano tenía una grabadora y un bolso lleno de papeles, estudios médicos de algún tipo, cerca de ese encontramos otro cadáver, uniforme yanqui de la marina.
  La grabación estaba en inglés, yo era el único que hablaba inglés en ese grupo así que me la dieron para que tradujera lo que decía.
  Al parecer era un científico que estaba estudiando el brote, entre balbuceos pude entender que el virus atacaba el cerebro, en el 99% de los casos el infectado pasaba por una etapa rabiosa y violenta, hasta que se estabilizaba y se preocupaba por encontrar comida como un animal, perdiendo toda conciencia humana.
  Se recogieron rumores de casos aislados en los que el virus tuvo un efecto distinto, haciendo las facultades del cerebro aún mayores, un niño al que rescataron dijo que vio a un hombre mover camión volcado como lo hacían los Jedi en las películas, pero eran solo rumores sin confirmación.
  Al traducir todo ésto mis camaradas me miraban como si yo pudiera explicarles le que el científico decía, pero por suerte la atención se desvió cuando alguien dijo que el misterio de los gobernantes estaba resuelto, deberían estar todos con vida ya que el virus necesitaba un cerebro para infectar, a lo que siguieron un gran número de bromas y risas.
  Al final de la grabación el científico explicó que hubo una falla en uno de los motores y la tormenta los obligó a estrellarse, estuvo ahí agonizando de las heridas casi tres días.
  También legró explicar que volaban a Buenos Aires porque debajo de la ciudad hay un complejo subterráneo que podría tener la cura.
  Esto me trajo más dolores de cabeza porque todo el viaje de regreso estuve leyendo los informes médicos, sin entender la mitad de los términos técnicos, pero en ningún lado encontré mención al complejo ni su ubicación.
  En el complejo ésta noticia fue una inyección de nuevas conjeturas, conspiraciones y discusiones.
  Desde ese día estuvimos obsesionados con encontrar ese complejo, alguien sugirió revisar la casa rosada y el congreso, los túneles de la manzana de las luces, esos lugares resultaron una pérdida de tiempo, lo único que encontramos fueron infectados y ratas. Una opción más lógica era revisar los hospitales, ésta obsesión nos hizo movernos por la ciudad de manera menos cuidadosa de lo que solíamos hacerlo.
  Un par de veces teníamos la sensación de estar siendo observados y seguidos, pero no encontramos nada que confirmara esa sensación.
  Una tarde al volver a Ciudad Universitaria encontramos el portón caído y los cuerpos de quienes estaban de guardia, escuchamos gritos y disparos, al llegar a los pabellones vimos un par de camiones que no eran nuestros, varias personas armadas que nos dispararon sin mediar palabra.
  Devolvimos el fuego, pero no había mucho que hacer. Pude escabullirme hasta el interior y agarrar algunas de mis cosas, un poco de comida, agua y el bolso del científico.
  Varios de los atacantes tenían remeras de la cámpora, lo que me resultó realmente bizarro, también había varios de los que habían estado viviendo ahí cambiar de bando durante la pelea. Pude escaparme por la maleza del fondo.
  No me considero un cobarde, pero tampoco soy un guerrero, en esos momentos creo que prevaleció el instinto de supervivencia.
  Antes de que estallara la infección, las películas, series, juegos y vivencias de moda eran de los zombies, uno siempre pensaba en ser el héroe, pero ahora pienso que los héroes no sobrevivirían mucho tiempo.
  Mientras me escapaba me crucé con una familia que se había escondido en cuanto escucharon los primeros disparos, nos escabullimos siguiendo la costa del río, hasta que llegamos a los muelles de los clubes, ahí corríamos de escondite a escondite hasta que llegamos al parque de los niños, donde hicimos una pausa para que los niños descansaran, les dí un poco de comida y agua. Pasamos esa noche en uno de los vestuarios y al día siguiente seguimos caminado sin rumbo fijo, revisamos el Carrefour, aunque mucho no pudimos encontrar, seguimos caminando buscando comida y agua potable, revisando varias casas, pero son el temor de ser encontrados por los saqueadores a flor de piel.
  Un día nos cruzamos con una jauría de perros que nos corrieron hasta que pudimos saltar una reja de una casa donde nos quedamos un par de días y seguimos caminando.
  Después de doblar en una esquina nos encontramos con una persona, estaba sentado sobre el techo de un auto, las piernas cruzadas leyendo un libro, levantó la vista, nos observó y sonrió, con mucha tranquilidad guardó el libro en su mochila sacó un par de botellas de agua y un poco de comida, las puso sobre el techo del auto y se retiró unos cuantos metros señalando las cosas y señalándonos a nosotros, en claro gesto de ofrecimiento.
  Dudamos, pero el hambre nos empujó a aceptar la comida, el hombre no dijo nada, solo nos observaba y sonreía. Le hicimos unas preguntas, pero no respondió, señaló una cicatriz en su cuello dando a entender que no podía hablar.
  Después de que termináramos la comida y tomáramos un poco de agua apareció caminando otra persona, nos saludó cordialmente y nos explicó que eran parte de un grupo que estaban volviendo a su campamento en Campo de Mayo.
  Sabían que veníamos de Ciudad Universitaria y lo que había pasado. Le preguntamos como sabían eso y nos dijo que se habían cruzado con un grupo que nos estaba siguiendo y lograron sacarles la información, pero que ya no teníamos que preocuparnos por ellos.
  Nos llevaron en sus autos al Campo de Mayo.
  El lugar estaba fuertemente fortificado y con mucha guardia armada, el médico nos examinó y dió el ok para que nos llevaran a una de las casas para que nos aclimatáramos al lugar. Era casi una bendición volver a poder darnos una ducha.
  AL día siguiente nos entrevistaron un poco más detalladamente, necesitaban saber nuestras historias y encontrarnos tareas útiles para la comunidad.
  En el mástil estaba izada la bandera Argentina, pero nadie usaba distintivos políticos ni nada que pudiera dividir la comunidad.
  Los primeros días estuve ayudando con la jardinería y un intento fallido de ordeñe, el hombre que nos encontró me buscó un día y me llevó a ver a uno de los "ancianos", era un consejo que hacía las veces de gobierno.
  El "anciano" resultó ser un seguidor de unos de mis blogs, me ofreció ayudarlo con la biblioteca y los textos escolares para los niños.
  Yo accedí encantado y desde ese día trabajaba en la granja y la biblioteca.
  Tenían una imprenta y suficiente papel, habían rescatado unos cuantos kilos de resmas y un proceso de reciclado interesante.
  Me sumé al equipo de trabajo y encontré que a varios les gustaban las cosas que escribí en los blogs, al parecer el anciano había logrado guardarlos e imprimirlos.
  Fue una sensación extrañamente gratificante encontrar mis blogs impresos y encuadernados en libros. Los primeros libros post apocalipsis bromeaban en la biblioteca.
  Una tarde me encontré con el mudo en la biblioteca y quedé paralizado, estaba ayudando a una de las muchachas a acomodar los libros, pero no los movía con las manos, hacía un gesto y el libro flotaba hasta el estante, la muchacha reía y lo reprendía por vende humo.
  Dí un paso atrás y choque con una estantería y se percataron de mi presencia, pero su reacción fue la de reírse, tal vez por mi cara. La muchacha me dijo que era cuestión de tiempo que me encontrara con alguno de los Jedi, y que el mudo era el maestro a lo que el hombre miró al techo con cansancio.
  En ese momento le conté lo del científico y fui corriendo a buscar la grabadora y los documentos.
  Se los día al maestro y fuimos a ver al anciano y al doctor. Ambos leyeron y escucharon pacientemente.
  Después de ese día se me abrieron las puertas de un mundo muy distinto.
  Ellos tenían varios niños y jóvenes con ciertas habilidades, uno de ellos era el ayudante del médico. Tenía un toque mágico para curar decían.
  Me contaron que el maestro era el que les había enseñado o no tener miedo de sus nuevas habilidades sino a aceptarlas y desarrollarlas.
  Les decían Jedi porque en el comienzo, el maestro se encontró con una familia en donde el más pequeño de los hijos tenía esas habilidades, llevaba puesto una remera de Star Wars y para no asustarlo más de lo que estaba, le explicó que eran como los Jedi, después de eso fue efecto dominó hasta el punto de que el lugar donde entrenaban lo llamaban academia Jedi. Lo que no tienen, al menos que yo sepa, son los sables láser, una lástima porque hubiera sido interesante ver uno de esos de verdad.
  Las tareas de la granja estaban quedando relegadas después de que me ofrecieran trabajar en un proyecto más que atrapante, pero delicado. Era hacer algo así como una reseña histórica desde que se acabara el mundo hasta la fecha.
  Entrevisté solo a los que querían contar sus historias, al menos al principio, después de a poco la mayoría fue abriéndose para contar algunos de los horrores que pasaron después del gran brote.
  Muchas personas lloraron mientras recordaban a sus seres queridos, a mi después de un tiempo me empezaban a afectar las historias al conocer una parte de la comunidad que estaba oculta, una manera de autopreservación según un libro de psicología que empecé a consultar más seguido. Esas historias también me ayudaron a ver lo que se había logrado con más esperanza, porque a pesar de haber perdido todo, muchas personas habían podido volver a formar nuevas familias y volver a reir, eso dejaba cierto pesar en mi, porque si bien tuve muchas amantes nunca pensé en formar una familia y en esa comunidad me di cuenta de lo importante que es.
  Una tarde apareció el maestro Jedi frente a mi escritorio y me hizo señas para que lo siguiera, me colgué mi bolso y fui con él, nos sentamos a la sombra de un eucalipto, preparó mate y me dí cuenta que no había comido nada en todo el día, y el maestro me dio un poco que llevaba en su mochila.
  Estuvimos un rato así sin decir nada solo tomando mate, rodeados por los sonidos del bosque, hasta que lo escuché hablar por primera vez, la vos era ronca, áspera, me recordó a la que le solían poner a los demonios en las películas.
  Yo le pregunté si por eso nunca hablaba, dijo que era en parte por eso. Yo pensé que me contaría su historia, pero no, me preguntó si me daba cuenta de la importancia del trabajo que estaba haciendo. Eso me hizo pensar y comenzar a darme cuenta de manera consciente, no solo de documentar la historia de los eventos, sino de las vivencias, lo que en verdad enseñaría a las generaciones futuras.
  El rió y después simplemente me dijo, "algo por el estilo"
  Eso me dejó pensando un rato, durante el cuál lo único que él hizo fue cebar mate, lo que me distrajo y por primera vez caí en la cuenta de que la yerba se había acabado desde el gran brote en todos lados, pero ahí la tenían para el consumo diario, se lo comenté y me explicó que la cultivaban junto con algo de café y otra hierbas, pero todo eso estaba en viveros, porque el territorio no era el adecuado para ese tipo de plantaciones.
  Al volver a la biblioteca nos estaban esperando, algunos parecían estar enfadados, pero no me quedé a ver sino que fui a terminar el trabajo que estaba haciendo con las historias.
  Pasaron varios días más para que pudiera terminar de pasar en limpio las historias de todos los que quisieron contarlas. Me quedaban en la lista de voluntarios algunos de los que estaban apostados en el perímetro, pregunté los horarios para coordinar las entrevistas y me dijeron que por el momento no podía ser posible, quise averiguar que pasaba, pero nadie quiso decirme nada.
  Una mañana después de pasar la noche en la biblioteca quise ir a darme una ducha y me encontré con una espesa niebla, aún más espesa de lo habitual, apenas se podía ver un metro delante, no me preocupó perderme porque más de una vez hice el camino mientras leía mis notas.
  Empecé a caminar, pero algo llamó mi atención, era el sonido de alguien corriendo y lo confirmé cuando alguien me chocó, caímos los dos al piso, cuando levanté la cabeza vi que quién me chocara no era alguien que yo conociera, estaba cubierto de sudor y mugre, vi verdadero terror en sus ojos, pero eso pasó a segundo plano, en su mano había un cuchillo grande ensangrentado, cuando vio que yo no hacía nada intentó atacarme, pero nunca llegó a hacerlo, una sombra pasó velozmente por mi lado y decapitó de un saque al atacante, yo me quedé ahí tendido sin entender lo que pasaba hasta que alguien me zarandeó y me sacó de mi estupor, era uno de los Jedi mayores, me preguntó si estaba herido, yo pregunté que pasaba, pero no me dieron ninguna respuesta, entre los dos me levantaron y me llevaron de regreso a la biblioteca, y me dijeron que me quedara ahí hasta que todo terminara.
  Me quedé ahí sentado donde me dejaron, estaba impresionado, no era la primera vez viera a alguien morir, de hecho he tenido que matar un par de veces para defenderme en el pasado, pero el terror que ví en los ojos de ese hombre se quedó grabado en mi cabeza, era un terror primitivo, casi animal.
  El sol estaba ya bastante elevado cuando vinieron a buscarme, el maestro junto a una de las bibliotecarias, al salir vi que se estaban llevando unos cuerpos y finalmente me explicaron que habíamos sido atacados por unos setenta hombres y mujeres, algunos de ellos tenían habilidades como nuestros jedi, fue por eso que pudieron burlar el perímetro.
  Cuando los descubrieron ya habían matado a algunos de los que estaban de guardia, pero uno pudo dar la voz de alarma y en segundos se organizó la defensa.
  La espesa niebla era causada por uno de los jedi, que tenía la habilidad de controlar, hasta cierto punto, los elementos, agua, aire, fuego y tierra. Su instinto y naturaleza mas bien defensiva le permitía generar y mantener esa espesa niebla, después los jedi mayores y los guardias se dedicaron a "cazar" a los atacantes.
  Un poco más de cincuenta cadáveres encontraron cuando disipó la niebla. Los que escaparon contarán historias tenebrosas de éste lugar, lo que los hará pensar antes de atacar.
  Pregunté por el que me había chocado y quién lo había decapitado, y me dijeron que de no haberse chocado conmigo probablemente hubiera estado corriendo por un buen rato, el maestro lo estaba cazando después de encontrarlo queriendo entrar en la casa de la bibliotecaria.
  Los que lograron escapar fueron seguidos por el maestro y un pequeño grupo hasta su campamento, dentro de un viejo super y analizaron el peligro, por el momento no lo eran, si bien habían logrado burlar el perímetro eran básicamente carroñeros y los que tenían habilidades habían sido los primeros en morir, una cuestión táctica de defensa.
  Los días siguientes fueron mas que nada de trabajo manual, arreglar parte del cerco y poner algunas trampas.
  El maestro pasaba varios días fuera, observando y analizando ese grupo, era bastante numeroso incluso con niños.
  Una tarde me llamara para que estuviera presente mientras los ancianos analizaban y decidían que hacer.
  Los guardias que estuvieron observando durante estas semanas ese grupo dieron sus informes y después los pidieron sus aspiraciones después me explicaron que si ninguno de los ancianos veían en persona lo que sea que se discutía, siempre pedían la opinión de quienes observaban.
  Todos coincidieron que era un riesgo demasiado elevado dejarlos entrar en la comunidad, al menos por el momento estaban demasiado habituados a robar y matar.
  Eso decían todos variando las palabras y expresiones, pero esa era la idea en general.
  Al final le preguntaron al maestro su opinión y note que le prestaban una atención especial.
  El dijo haber percibido algunos de los niños más pequeños con habilidades, lo que no pudo analizar desde lejos fue que tanto los que nos habían atacado habían influenciado en los niños, pero creía que intentar un acercamiento era un riesgo aceptable como para hacer una examinación más precisa y tal vez ayudarles a mejorar sus expectativas y posibilidades en la vida, no sería a corto plazo, sino más bien largo, pero tener otra comunidad ni tan cerca ni tan lejos serviría para elevar nuestras posibilidades de construir algo mejor.
  Eso trajo como consecuencia algunos intercambio de opiniones, pero al final nombraron un equipo para que fuera a parlamentar. El maestro iría junto a un par de sus alumnos más adultos, unos guardias, uno de los ancianos y yo, cuando me dijeron que iría pregunté porqué, y el maestro me dijo que yo le daría un aspecto menos amenazador a la comitiva, pero que no me preocupara, en caso de que la cosa se pusiera violenta los guardias me cuidarían.
  Aún sin estar convencidos del todo fui con ellos, el viaje hasta lo que antes era la panamericana fue más bien tranquilo y silencioso, me costaba creer que estaba en Don Torcuato y no ver a nadie en las calles.
  Llegamos hasta el super y esperamos en la reja de entrada, no se cuanto tiempo, parecieron siglos, pero la sombra del sol apenas cambió, por lo que debieron ser solo minutos.
  Aparecieron algunas figuras que se acercaron temerosamente desde el interior del super, nos doblaban en número, pero solo veíamos machetes, hachas, cuchillos y demás, ningún arma de fuego, al menos a la visto.
  Tenían un aspecto descuidadamente sucio. Cuando llegaron a unos metros de nosotros una mujer habló y preguntó que queríamos, yo esperaba algún bálsamo diplomático, pero el anciano habló directamente, diciendo que eramos del lugar que ellos habían atacado y donde casi todos habían muerto.
  Eso hizo que reaccionaran agresivamente, pero el maestro hizo una pequeña demostración de sus habilidades para manipulear el fuego, eso hizo que se quedaran quietos y escucharan lo que el anciano tenía para proponer.
  En esencia la idea era evaluarlos mientras los ayudábamos a establecer su propia comunidad, podía ser ahí mismo o en algún otro lugar cercano, pero no dentro de Campo de Mayo, al menos no por unos años.
  Después del primer día de charlas al regresar a la biblioteca me dí cuenta que estaba realmente tenso, y los días que siguieron fueron aún más estresantes, porque nuestros vecinos seguían resentidos por las pérdidas, algunos comprendieron que esas muertes no hubieran sucedido si no hubieran atacado, otros no lo comprendían, el maestro decía que llevaban demasiado tiempo viviendo de esa manera, por lo que les resultaría difícil reajustar los hábitos, pero seguía optimista, el tiempo terminaría dándole la razón.
  Entre ellos encontramos a varios que resultaron buenos reconstruyendo varias casas, usamos cuanta cosa encontramos para hacer el primero el perímetro, después se hizo el nuevo tendido eléctrico y se adaptaron varios molinos de viento para que hubiera electricidad, las cloacas fue un tema que trajo algunas discusiones, es increíble como se puede vivir de la carroña, pero en cuanto se habla de limpiar la cloaca, es un tema desagradable, en fin, el maestro junto a unos de sus alumnos hicieron gran parte del trabajo, lo ví usar todo ese tiempo para enseñarle a los pocos niños que tenían esas habilidades, yo preguntaba quienes querían contarme sus historias, que eran apenas unos pocos, y  pudimos deducir parte de su historia como grupo, el que fuera el líder de ellos tenía habilidades que las usaba para mantenerlos a todos bajo su mando, varios niños tirando a adolescentes que tenían esas habilidades sufrieron "accidentes" por lo que caulquier padre que se diera cuenta que sus hijos eran diferentes les decían que no usaran sus habilidades.
  Cuando se lo comenté al maestro él me dijo que esperaba poder revertir ese pensamiento, aunque sería difícil.
  Unos meses después nuestros vecinos ya se estaban estableciendo y nuestras visitas resultaban más amenas, incluso me pidieron que les ensañara a los niños a leer y escribir. Eso me tomó por sorpresa, lo hablé con los ancianos y ellos me dijeron que si me sentía con capacidad de enseñar que lo hiciera, ellos me darían todo su apoyo.
  Hablé con los maestros de nuestra escuela para pedirles consejos, me dieron varios, incluso me dieron algunos libros que me ayudarían con la parte didáctica.
  Los primeros días fueron terribles, casi todos los niños se quedaron dormidos, yo volvía a mi casa frustado y pensando en abandonar, encontré al maestro tomando mate con mi compañera de vivienda y leyendo algunos de mis manuscritos, en su mayoría historias cortas, sin sentido, otros de fantasía, ficción. Después de elogiar algunos cuentos y reír con otros, me sugirió que les contara cuentos cortos y divertidos a los niños, escribiendo alguna que otra palabra en el pizarrón. Eso me ayudó mucho junto con una de las alumnas del maestro también viniera a enseñarles matemáticas.
  Por un tiempo mi tarea como profesor me resultó agradable, pero no era mi fuerte, tenía facilidad para contar historias, escribir cuentos, pero como profesor era muy limitado, aunque los niños se divertían mucho con mis clases, yo sabía que en algún momento necesitarían a alguien más capacitado que yo.
  Eso será en algunos años, me dijo uno de los ancianos.
  Viendo como se dieron las cosas, que razón tenían que no me preocupara por eso.
  Con el correr del tiempo nuestros vecinos se habían instalado muy bien, aunque aún había cierto recelo hacia nosotros, al menos a mi me trataban bastante bien, pero el maestro me había puesto una escolta, no solo para el tiempo que pasaba con los vecinos, sino durante el viaje, ya que aún no habían podido establecer una ruta segura.
  Un cuantos meses pasaron desde el ataque y yo ya tenía cierta confianza con muchos de la nueva comunidad, se auto llamaban "Los sobrevivientes", a nosotros nos decían "Los de Mayo". Aprovechando una reunión con los padres de los alumnos, que eran pocos y con quienes quisieron estar presentes les comenté el proyecto que había estado haciendo con las historias de quienes quisieran contarlas y les extendí una invitación.
  Al principio tuvieron mucho recelo, pero unas palabras de uno de los ancianos ayudó a que dijeran que lo pensarían. Yo esperaba encontrarme la casa que usábamos como escuela totalmente vacía al día siguiente, pero estaba todo el alumnado y un padre vino a contarme su historia, el primero que me abrió la puerta a un mundo de intensas emociones, contándome como se habían ido juntando durante los primeros meses y después tuvieron que volverse más salvajes para poder sobrevivir, y como el que fuera su líder los convenció para llevar una vida mas bien nómada y a matar para conseguir alimentos y otros suministros.
  En varias oportunidades tuvimos que detener la charla para que pudiera recomponerse un poco, se notaba que muchos de ellos cargaban gran culpa y mucho miedo de que ninguno mostrara habilidades, pero el mayor miedo que tenían los que eran padres era por sus hijos.
  Después del primer padre siguieron otros, la mayoría de los padres y madres me contaron sus historias y yo las transcribía. Se sumaron algunos de los adolescentes también.
  Todos coincidían en haber hecho cosas terribles para sobrevivir.
  Una tarde, mientras estaba ordenando mis notas y preparándolas para publicarlas en un nuevo libro me cayó la ficha de lo que me había preguntado el maestro. Yo no transcribía esas historias para la posteridad, sino que estaba atrapando los demonios y culpas de los que las contaban, junto con sus esperanzas, eso me dio un escalofrío y empecé a tomar conciencia de la carga emocional que significaba para mi mismo.
  Dejé todo en su lugar como estaba y salí a tomar aire, era una tarde agradable, el maestro estaba con sus dos mujeres tomando mate junto a un par de sus alumnos mayores, me hicieron señas para que me uniera. Al sentarme nomas se dieron cuenta que algo me pasaba, pero al no poder explicarlo me preguntaron sobre el progreso de las escuelas y los libros, eso les dio la pista de lo que pasaba y el maestro me dijo que escuchara y escribiera las historias tratando de no identificarme con ninguno, difícil de hacer, pero tal vez pueda hacerlo o tal vez no, lo que es cierto es que ya no será lo mismo.
  Mientras el mate circulaba yo pensaba y de a poco fui viendo que podría hacerlo, era como un blog. Claro que escribir la cruda realidad mirando una pantalla no es lo mismo a escribirla directamente de quienes la viven.
  Desde ese día el maestro pasaba más tiempo conmigo, yo le decía que me estaba supervisando, pero el simplemente reía al escucharlo.
  Un día vino acompañado por una de sus alumnas, me pidió que la llevara conmigo a la escuela de los sobrevivientes a modo de ayudante. Él pensaba que sería provechoso para ella y para mi.
  Yo acepté, nunca había visto a la joven, era unos cuantos años menor que yo, se notaba que tenía mucho potencial, casi desde el primer momento se conectó con los niños y los niños con ella.
  Si bien yo los hacía sonreír y en raras ocaciones reír, con ella soltaban carcajadas, un sonido casi mágico.
  Muchos padres agradecieron que ello estuviera conmigo en la improvisada escuela.
  Su presencia también me permitió más tiempo para hablar con los padres que no estuvieran haciendo tareas para la comunidad y seguir recopilando historias, las que después compartía con ella y ella las leía con atención.
  La vida continuó tranquila por un buen tiempo, la comunidad de los sobrevivientes ya tenía una pared que protegía el perímetro, electricidad, se habían limpiado las calles y muchas casas, el agua provenía de napas profundas aunque tenían que hervirla antes de consumirla. Había algunos con conocimientos para construir un potabilizador del agua.
  Una vez que ambas comunidades estaban en relativa paz, el maestro junto con un par de sus alumnos hicieron incursiones a varias universidades y bibliotecas buscando libros para agrandar nuestra biblioteca y acumular conocimientos que nos permitieran seguir sobreviviendo.
  Me pareció extraño que no lo hicieran antes, pero al ser dos comunidades, necesitaríamos más libros, aunque creo que el maestro usaba la escusa de las dos comunidades ante el consejo de ancianos para que lo dejen salir más de un par de días.
  Una vez estuvieron fuera seis días, al volver lo hizo con un camión remolcando un contenedor de los grandes que se veían en el puerto.
  Al abrirlo estaba lleno de cajas, en las que había libros y DVD de todo tipo, no estaban del todo ordenados, me dijo que nunca que quitaría la diversión de catalogar todo ese material.
  Esa tarea nos mantuvo ocupados por unos cuantos días, algunos de los sobrevivientes también ayudaron y transformamos una de las casa en biblioteca, justo al lado de la que usábamos como escuela.
  Fue todo un evento cuando pudieron hacer andar un proyector y los niños pudieron ver algunas películas, por sugerencia de algunos padres la primera proyección después del gran brote fue una comedia tan estúpida que ni me acuerdo el título.
  Después se programaron días de función lo que ayudaría a que varios se sintieran que estaban viviendo una vida algo más parecido a lo que era antes.
  Mientras catalogaba las películas, series y documentales encontré la saga completa de Resident Evil, lo que me recordó la instalación subterránea, le pregunté al maestro que habían decidido hacer con la información que yo les había traído, él me dijo que han estado buscándola, sin suerte hasta el momento, pero seguían buscando algún indicio.
  Poco a poco ambas comunidades aceptaban a sus vecinos, aunque no tanto como para compartir la misma vivienda, los adolescentes eran los que más parecían disfrutar de tener nuevos vecinos, aunque los celos aparecían cada tanto, pero nada que no tuviera solución.
  Un joven de Campo de Mayo me pidió permiso para ayudarme en mis tareas con la biblioteca, al no tener padres medio que lo había adoptado uno de los guardias, quién dijo que le vendría bien aprender un oficio, aunque fuese librero, me sentí algo herido, pero dejé que me ayudara, claro que el verdadero motivo por el cuál quería ayudarme era una joven de la comunidad de los sobrevivientes.
  Un tiempo después llegó el invierno, temporada que no agrada mucho. Sin sorprenderme noté que el maestro y varios de sus alumnos no sufrían el frío, igualmente usaban algo de abrigo para no incomodarnos a los demás.
  Con la llegada del frío también aumentó el uso de energía. Por fortuna la mayoría de las casas tenían chimeneas, yo pasaba más tiempo en casas de vecinos que aún no habían contado su historia y quería.
  La relación con mi compañera se volvió más íntima y pasaba mucho tiempo viendo como el maestro los enseñaba y ayudaba a mejorar sus habilidades a los alumnos.
  Hubo varios nacimientos también, cosa que justificó celebraciones y ataques de pánico para algunas madres y padres con respecto al futuro de sus recién nacidos.
  Estábamos a mitad de ese invierno cuando una de las patrullas exteriores reportó el avistamiento de un grupo, en vehículos, vestimenta y equipos salidos de un grupo de operaciones especiales, como siempre el maestro y un par de sus alumnos salieron a observar éste nuevo grupo y tratar de descubrir porque no parecían haber vivido el apocalipsis.

  "Hey Jose, what are you doing?" El hombre se acercó a Jose y al ver lo que tenía en las manos agregó "Can you read that?"
  "Joder Ian, If I can read your handwriting I can read this." Jose señaló lo que estaba leyendo a modo de énfasis.
  "And what it is?"
  "A journal of some kind."
  Ian usó su radio para llamar al Teniente y le dijo en tono irónico que Jose había encontrado un libro. Unos segundos después el Teniente se acercó y preguntó en tono cansado.
  "Ok Jose, what did you find here?"
  "A journal of some kind Sir, from the early days of the outbreak, a group of...."
  "Yes Jose, but does it help us with our mission here?" El Teniente interrumpió.
  "Well, they found the crash for the flight 03 that was lost, there were no survivors, but they found the documentation of the cientifics and also a recording and the facillity is mention also."
  "That's finally good news." Dijo Ian. "Where is that facillity?"
  "That is not in this pages, but in the end looks like they cross path with a patrol from the underground lab, coño, there is the last thing, nothing more."
  El Teniente extendió la mano para que Jose le diera la carpeta y leyó alguna que otra página suelta hasta llegar al final.
  "Sir, can you read that also?"
  "Yes Ian, I was born in Tanzania, but I studied in several places, spanish in one of the several languages I can talk and read." El teniente se guardó la carpeta en su mochila y contempló el entorno. "Ian, you are the best tracker, go have a closer look."
  Durante la hora siguiente Ian estuvo revisando los alrededores mientras el resto de la unidad se mantenía en alerta, pero el resultado no fue el que el Teniente esperaba.
  "Sir, the place is complete deserted, but it wasn´t resently, my best gess about an hour before we arrived."
  "Is that a joke? Please tell me you know where they went." La expresión de Ian era más que clara.
  "Sorry Sir, there is no sign, it is like if they simple vanished."
  "Well, we're going to have to search more. Lets... what the hell is this" Una espesa niebla estaba cubriendo todo el terreno y envolvía a toda la unidad.
  "Coño, ésto no es natural."
  La unidad preparó sus armas y comenzaron a juntarse en torno al Teniente.

  Un par de figuras observan la exploración del lugar desde las ramas más elevadas de unos Eucaliptos, mientras hablaban en susurro.
  "Quince personas de quince países distintos. Tardaron un poco más que los del año pasado en revisar la ciudad y llegar hasta acá."
  "Se irán con las manos vacías... ¿Que es lo que encontró el gallego?"
  "Cagamos, es el diario de Eduardo, le dije que lo había dejado en el comedor, pero nunca lo buscó. Perdón maestro."
  "Cuando volvamos podrás castigar a tu marido como mejor te parezca, hace unos años que no escribía en esa carpeta y la encuentra éste gallego."
  Estuvieron ahí observando el operativo.
  En el mundo había varias instalaciones subterráneas que seguían buscando explicaciones al brote que casi exterminó la raza humana, se mantenían en comunicación constante entre una y otra. Según los registros la instalación que está debajo de Buenos Aires, no solo era la más grande también es la que tiene lo mejor en tecnología científica, hasta un tiempo después del gran brote había tres científicos que estaban cerca de la respuesta, fueron enviados en tres vuelos distintos, el 01, 02 y 03 a Buenos Aires, el 01 y 02 habían caído en los océanos, el 03 llegó a Buenos Aires, pero cayó antes de poder aterrizar y enviaron varias unidades a recuperar la información y re establecer el contacto con la instalación, pero nunca encontraban nada, hasta ahora.
  "Por favor, que se retiren y regresen a su barco."
  "No creo que lo hagan, y si lo hicieran ya saben que tenemos la información, si bien no saben que tenemos acceso a la instalación, no podemos dejarlos ir ahora. Enviemos la niebla, pero el resto se quedan donde están, lo haré yo solo."
  "Maestro."
  "No, ésta vez puede haber violencia y no quiero a ninguno de ustedes en medio de eso, aún no es tiempo."
  La figura se dejó caer y atacó a la unidad.

  La niebla envolvió la unidad y se volvió espesa en cuestión de segundos, dejando a los soldados sin poder ver más allá de unos centímetros delante de ellos.
  "Infrared everybody" Ordenó el Teniente.
  "Sir, the infrared is..." La transmisión se cortó.
  "Ian? what happen" El Teniente pidió que se reportara el resto de la unidad, pero no tenía respuesta de ninguno.
  Algo lo inmovilizó, pero nada lo tenía agarrado, el pánico empezó a trepar por su espina. La niebla fué disipándose entorno suyo y pudo ver a Jose tendido un par de metros, y a otro de sus hombres. Una figura se acercó lentamente, el teniente no podía ver claramente las facciones del hombre. Le abrió la mochila y sacó la carpeta.
  "This does not belong to you. I have to take it back to his owner."
  El teniente se extrañó al escuchar la voz áspera y cruda.
  "Are you the one called master?"
  "I never liked to be called that."
  "What have you dane to my men?"
  "They are all ok, just sleeping, and soon you will be too, but not for long, only until we get to the underground lab, yes we know where it is."
  "Why are you doing this?"
  "Because is not ready, the cure is not ready yet, the cientist are close, and when it is you will help to deliver it to, sweet dreams." El teniente cayó dormido.

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