domingo, 22 de noviembre de 2015

De elecciones y democracia

Hoy, volviendo de votar, pasé por una unidad peronista, en la puerta había reunido un grupito de jóvenes conversando, al pasar escuché la frase, "si gana Macri le copamos la calle y no lo dejamos gobernar."
Un claro ejemplo de lo lejos que estamos como sociedad de lo que es la democracia.
Sin levantar bandera de ningún partido ni pensamiento socio político digo mi humilde opinión.
Lo lindo de la democracia es justamente la variedad, la alternancia, el poder pensar distinto sin que sea eso motivo de persecución ni de ser considerado enemigo de la humanidad.
Si revisamos la historia, no solo de Argentina, sino de otros países, veremos que no existe una fórmula mágica, ni un pensamiento socio político perfecto para que un país, si digo país, porque lejos estamos de ser una nación, crezca.
Un detalle no menor para que la democracia siga siendo lo más sana posible, es la alternancia, cualquier ámbito que se cierra en sí mismo está sentenciado a la involución y a la decadencia, ésto no solo se aplica a los gobernantes, lo podemos vivir en el día a día, el pensamiento cerrado solo produce eso, una cabeza cerrada, imposible de agregar nuevos conocimientos.
Solucionar ésto y otros detalles no será cosa de un año, sino de mucho más, siempre es más fácil destruir que construir, siendo la educación la base de esa construcción, pero no hablo de la "educación escolar", ya que a la escuela se va a aprender a leer, escribir, sumar, restar, multiplicar y dividir, la educación a la que hago referencia es a la que se ha perdido, la que nos enseñaron en casa nuestros padres y abuelos, a respetar las reglas más simples, y a los demás, y a no doctrinar las mentes jóvenes con ideas negativas.
Uno puede no compartir el mismo pensamiento socio político que otra persona, pero eso no significa que sus ideas seas todas malas, son simplemente distintas, pero si alguna de esas ideas distintas, resultan positivas para el futuro, porque vamos a desecharla.
El día que los ciudadanos, los políticos son también ciudadanos, podamos aceptar una idea o política, porque es buena o sirve y no porque lo dijo tal o cual, veremos que las cosas serán mucho mejores.

sábado, 17 de octubre de 2015

Linda semana

Pavadita de semanita, primero se murió el módem, después un imberbe manda a tunelear por donde pasan los cables y deja un barrio sin luz, lo que trae acarreados varios problemas, en el primer día se acaba el agua del tanque, pasado el segundo se perdió la comida de la heladera, en medio mi desgarro se agravó nuevamente, lo único que hubiera sido positivo, es su hubiera podido pasar un rato con alguien que estimo mucho, pero ni eso pude hacer.

Tal vez la semana próxima mejor sea, tal vez.

jueves, 1 de octubre de 2015

Does somebody knows what's not right?????


Left!!!!!


JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA

martes, 29 de septiembre de 2015

domingo, 27 de septiembre de 2015

A pleasent and almost impossible dream last night I had,
whit a sad smile up I woke.

jueves, 20 de agosto de 2015

Circa mea pectora multa sunt suspiria
De tua pulchritudine, que me ledunt misere.

Venus! - I trow'd thou wast my friend -
Professed to Heaven thou wouldst send;
As a disciple of a villain
Didst thou act the tragedienne.

Iam amore virginali totus ardeo.
Amor volat undique, captus est libidine.

Venus! - I trow'd thou wast my friend -
Professed to Heaven thou wouldst send;
As a disciple of a villain
Didst thou act the tragedienne.

Iam amore virginali totus ardeo.
Circa mea pectora multa sunt suspiria
De tua pulchritudine, que me ledunt misere.
Tui lucent oculi sicut solis radij,
Sicut splendor fulguris, qui lucem donat tenebris.

Theatre of tragedy - Venus

lunes, 10 de agosto de 2015

Otro agradable sueño en el que eres la protagonista...

martes, 28 de julio de 2015

La risa de los niños se expandía por el espacio circundante, ese sonido puro y sincero de absoluto gozo, inocente y lleno de energía.  Ese sonido entró por la ventana y sacó de sus pensamientos a Ingrid, quién se asomó para observar a los infantiles.
Una suave sonrisa se dibujó en su rostro, iluminado por el sol cálido de primavera, la brisa traía el aroma de las flores, la invadía una sensación pacífica muy sobrecogedora, pero todos sabían que eran los últimos días de paz que tendrían. Ya se acercaba el día en que la tormenta se desatara.
Ingrid recordaba muy vagamente la última tormenta, era una niña, pero ya había sido aceptada en la orden, a pedido del chaman de su pueblo. Desde el primer día la habían entrenado y enseñado para esto, pero ahora que la hora se acercaba, los miedos comenzaban a ganar terreno.
¿Qué sucedería si no podía detener la tormenta? ¿Qué sería de la gente que dependía de ella y de sus compañeros? Desde que aprendió a leer no hizo otra cosa que estudiar, pasando semanas enteras dentro de la biblioteca, y cuando quisieron restringirle el uso de la misma, para que no desatendiera sus otras obligaciones, se las arregló para sacar libros y llevarlos a su habitación.
Era una de las mas instruidas y sentía la obligación de hacer que todos esos años dieran buenos frutos, pero aún no encontraba respuesta para su simple pregunta.
Nuevamente las risas la distrajeron, miró hacia abajo y entonces lo vio, con su capa azul flotando suavemente, los cabellos prolijamente peinados y su vestimenta impecable. Varias veces había hablado con él durante algunos cursos que compartían, pero solo fueron charlas superficiales sobre bobadas académicas. Aun así ella sabía varias cosas de él.
“Igualmente solo me ve como a una niña”, pensó, “además es cinco años mayor que yo”.
Alguien golpeó la puerta y eso la despertó. Cuando abrió se encontró con un hombre de unos cincuenta y tantos, su pelo blanco brillaba, pero sus ojos aún conservaban el brillo de la juventud.
-¿Te interrumpo?- Le preguntó dulcemente.
-No maestro, por favor, pasa.- Ingrid abrió mas la puerta para que el maestro pudiera pasar. El maestro observó los libros, se asomó por la ventana, volteó y se apoyó en el marco con los brazos cruzados.
-Veo que sigues estudiando.
-Si maestro, estoy buscando la manera de detener la tormenta.
-Yo también hice eso cuando entré en la orden, cinco tormentas han pasado desde entonces, la que se aproxima será la sexta.
-Entonces debe saber muchas cosas que aún no se.
-Eso es cierto pequeña, pero hay algo que me preocupa mucho más ahora.
-¿Qué es maestro?
-¿Cuándo fue la última vez que saliste de la habitación?
-Esta mañana, maestro.
-No cuentes tus gateos a la biblioteca para sacar libros, se también que has faltado a varias clases de esgrima y defensa.
-Bueno....- Ingrid no sabía que decir, aunque la verdad saltaba a la vista.
-Afuera se esta preparando un fiesta, la última antes de que nos caiga la tormenta encima. ¿Por qué no estás allí con el resto de los jóvenes?
-Aun tengo cosas que investigar maestro.
-¿Al menos asistirás a la fiesta?
-Bueno...
-Me pondré de muy mal humor si no lo hicieras.- Ingrid observó al maestro durante unos cuantos segundos, no era muy amigable cuando perdía el humor.
-De acuerdo, iré.
-¡Perfecto! Entonces le diré a Narea que te ayude con la vestimenta, algo me dice que no sabrás como prepararte para estas ocasiones, así que empieza a bañarte.
-¿Bañarme?
-Si pequeña, llevas tanto tiempo encerrada que no te diste cuenta de los preparativos y que la fiesta es esta noche.
-Pero, no puedo, no tengo ni vestido ni....
-No, no, mantén silencio, te prepararás y punto, Narea ya ha escogido un vestido para ti.
-Si maestro.
El maestro salió del habitación y ella comenzó con el baño, avivó el fuego para calentar suficiente agua. Aún no había acabado cuando entró Narea.
-¿Todavía estás con el baño?- Le reprochó su amiga con una sonrisa. –Dicen que Nair no tiene pareja para la fiesta, asi que podrás pedirle una pieza.- Ayudó a su amiga a secarse sin dejar de hablar. –Vamos, vamos, te traje un vestido muy especial. De seguro que te quedará hermoso.
-Ya va, ya va,- Ingrid estaba comenzando a molestarse, -¿a que viene tanto revuelo?
-¿No lo sabes? No de seguro que no, pasas tanto tiempo encerrada que no te das cuenta de nada.
-Si, si, el maestro ya me sermoneó al respecto, pero ¿que es lo que no se?
-Nair estuvo preguntando al maestro sobre ti.
-¡¿Cómo lo sabes?!
-Porque lo escuché, fue por mera casualidad. Pero no te preocupes todo estará bien.
Ingrid sintió que las rodillas le temblaban y que le faltaba el aire. Se acercó a la ventana para respirar mejor. Unas cuantas bocanadas de aire y se tranquilizó un poco. Recién entonces reparó en los adornos que habían puesto por la ciudad y los distintos preparativos.
Cuando se miró al espejo no se reconoció, el vestido elegante, el pelo suelto, pero peinado prolijamente y el maquillaje. Narea la observaba con una sonrisa de satisfacción y alegría pura.
-Cuando te vea caerá a tus pies.- Dijo.
-No quiero que nadie caiga a mis pies.- Replicó Ingrid sonrojándose.
-Vamos, era un comentario, una forma de decir. Ahora espérame, voy a cambiarme y vuelvo.
Después de que Narea se fuera Ingrid continuó contemplando su imagen en el espejo, había algo raro, además de lo obvio, era casi familiar, pero no estaba segura de que era. Busco uno de los libros y lo ojeo, pero no encontró lo que creía que encontraría. Cuando Narea entró le chilló por estar otra vez metida en los libros.
-Vamos es hora que bajemos, el Maestro nos está guardando buenos lugares para el banquete.
Bajaron y se encontraron con mucha gente, todos con ropas elegantes, varias compañeras de Ingrid susurraron entre ellas cuando la reconocieron, hasta que llegaron donde el maestro.
-Finalmente lograste sacarla de los libros. Se ven hermosas.
-Gracias.- Ingrid se ruborizó un poco.
-Bueno, sentémonos, que la cosa está por empezar.
Se sentaron donde el maestro les indicara, para sorpresa vieron que en el asiento junto a Ingrid estaba Nair, quién se puso de pie para recibir a las jóvenes.
-Narea, Ingrid, se ven realmente bellas esta noche.- Dijo con una leve reverencia.
-Gracias.- Dijo Narea, que le dio un leve codazo a Ingrid, quién miraba el piso sin saber que hacer.
-Gra.. gra... gracias.- El susurro apenas si fue escuchado.
Se sentaron y al poco tiempo comenzaron a servir la comida, los nervios carcomían las entrañas de Ingrid, se encontraba en una situación desesperada, sin saber como comportarse, tanto conocimiento extraído de los libros, pero nada que pudiera servirle en ese instante, agravando la situación, ante cada pregunta de Nair ella le respondía con una estupidez más grande cada vez. El Maestro se sentó junto a ellos y comenzó a hablar sobre trivialidades, distrayendo la atención de Nair para que Ingrid pudiera calmarse un poco.
La música comenzó a escucharse con más ritmo y fuerza, la mayoría de la gente comenzó a bailar. Varias muchachas merodeaban la mesa de Nair, pero ninguna se atrevía a interrumpir mientras el maestro estuviera presente.
-Vamos, ¿qué esperas?- Le susurró Narea, -invítale a un baile.-
Ingrid estaba paralizada, el corazón parecía que saldría despedido de su pecho, respiró bien hondo para calmarse un poco y tomando todo el coraje del que fuera capaz dijo con un hilo de voz entrecortado.
-Nair, ¿puedes..... quieres....
-Si.- Nair se levantó ofreciéndole la mano. –Vamos a bailar.- Ingrid tímidamente tomo la mano de él.
-Yo,... este.... yo... no se bailar muy bien.- Le dijo mientras iban a la pista. Nair acercó un poco su cara a la de ella y le dijo al oído.
-Yo tampoco, pero mantén mi secreto y yo el tuyo. ¿si?- Le sonrió y al ver la honestidad en sus ojos pudo relajarse mientras tomaba la otra mano y comenzaba a moverse suavemente al ritmo de la música. Bailaron sin importarle lo que sucediera en torno a ellos, y cuando la vio más calmada le hablo. –Supe que pasas mucho tiempo en la biblioteca.
-Si... pero eso era antes.
-¿Antes?
-Ahora ya no paso tanto tiempo en la biblioteca, no me lo permiten.
-Ah, ¿eras tú entonces? Escuché a una de las bibliotecarias comentar el hecho de que tuvieran que restringir el uso de la biblioteca a un estudiante. Supuse que era por mal comportamiento dentro de la biblioteca, pero nunca imagine que fueras tu a la que sancionaron.
-No fue una sanción, fue para evitar que me convirtiera en parte del mobiliario.
-¿Enserio? Bueno, me alegro que no te convirtieras en una rata de biblioteca.
Mientras hablaban sus movimientos se sincronizaban a la perfección y sus cuerpos bailaban cada vez más cerca uno del otro sin que ellos se dieran cuenta.
-Igualmente no creo que puedas llegar a vivir rodeada de libros.
-¿Por qué lo dices?- Preguntó sorprendida.
-Porque eres muy buena con la espada y en la lucha.
-No creas todo lo que te dicen, no soy tan buena.
-No es necesario que nadie me lo diga.
Siguieron bailando mientras que para ellos solo había pasado un momento el resto ya estaba necesitando algunos minutos de descanso.
-Puf, necesito un poco de aire.- Dijo Narea abanicándose con la mano. -¿Podrías traerme algo para beber?- Preguntó al muchacho que la invitara a bailar, éste asintió y se perdió entre la multitud.
-¡Detesto estos bailes!
-¿Qué sucede Eonil?- Preguntó Narea a la joven.
-Siempre es lo mismo, nunca puedo invitar a quien quiero para bailar, y quien me invita no hace más que pisarme durante todo el baile.
-Bueno no es tan terrible, ven vamos a la muralla a tomar un poco de aire fresco.
-Pero tu pareja acaba de ir a buscarte una bebida.
-No tengo sed.- Dijo riendo Narea. –Solo se la pedí para que se fuera, resultó ser un fiasco.
Ambas se abrieron camino entre la gente hasta las escaleras por las que llegaron a lo alto de la muralla que protegía la ciudad. La primera Luna estaba en lo alto alumbrando todo con un tono plateado, mientras la segunda, mas grande, comenzaba a aparecer en el horizonte, el bosque que rodeaba a la ciudad se veía tranquilo.
-Ah, un poco de paz y aire fresco.- Dijo Narea. –Estaba asfixiándome ahí abajo.
-Parece que a tu amiga Ingrid no le pasa lo mismo.
-SI, mírala. Al fin está contenta.
-Si sigue así durante un par de piezas mas será la envidia de todas hasta que termine el año.- Comentó riendo Eonil.
-Ya me parece escucharlas, “la maldita rata de biblioteca bailó toda la noche con él, de seguro que hizo algún hechizo esa bruja”.- dijo riendo con tono burlón Narea.
-¿Lo hizo?
-¿Qué, un hechizo? No, ni siquiera sabía que hoy sería la fiesta.
-Es extraña Ingrid.- Comentó Eonil.
-Bueno, ¿me dirás a quién no pudiste invitar esta vez?- Le preguntó confidentemente Narea.
-A la misma persona que las ultimas fiestas.
-¿Por que no lo invitas antes de la fiesta para que nadie pueda robártelo?
-Es que... no es tan simple, la gente hablaría y se me dificultaría mucho el día a día y a esa persona también.
-No puedo creer que en verdad te preocupe lo que digan, eso es algo que nunca te escuche decir.- Eonil miraba el piso y jugueteaba con los dedos nerviosa, Narea se acercó y le rodeó los hombros con un brazo. –No te pongas tan nerviosa.
-Es que.- Levantó la mirada quedó frente a Narea, sus ojos se encontraron y sus rostros permanecieron a escasos milímetros uno del otro.
Una ráfaga de viento apagó las antorchas de la muralla. Era un viento frío, muy frío para la época.
-¿Qué fue eso?- Preguntó Narea. -¿Una corriente helada viniendo del sudoeste?
-Eso no es normal.- Respondió Eonil.
Abajo la gente continuaba bailando, la música y las risas se escuchaban claramente. Narea y Eonil se asomaron para ver mejor, fuera estaba el claro que rodeaba la muralla y más allá el bosque, todo parecía normal.
-Vamos, no debe ser nada.- Narea tomó la mano de Eonil y la volteó, sus dedos se entrelazaron y sus ojos se encontraron nuevamente. Eonil se acercó un poco más a Narea, pero se frenó. -¿Esto es lo que te tenía tan mal durante las fiestas?- una dulce sonrisa se le dibujó en el rostro, con la mano que tenía libre acarició el rostro de Eonil y un segundo después estaba besándola. Eonil estaba desconcertada y sorprendida por la actitud de Narea.
-Como te había dicho hace tiempo, aquí las cosas son distintas, hay mas de nosotros de las que imaginas y la gente nos acepta normalmente. Así que no tienes de que preocuparte.
Una nube paso frente a la menor de las lunas, afectando la iluminación y una espesa neblina avanzaba desde el bosque, uno de los guardias notó algo extraño y permaneció alerta observando el fenómeno. Le pareció ver algo, la duda carcomía su cerebro, apretó bien fuerte la lanza, pero nunca pudo dar la voz de alerta. Uno a uno los guardias externos fueron desapareciendo mientras la niebla avanzaba lentamente como si estuviera reptando.
Eonil interrumpió el beso, pero Narea quería seguir la acción.
-Espera, ¿escuchaste eso?
-Algo que se habrá caído, nada de que preocuparse.
-No, sonó como algo pesado y lo único pesado que hay sobre las murallas son los guardias. Ven vamos a ver, es mejor estar seguras.- Se acercaron al borde exterior y quedaron paralizadas, vieron como la niebla se acercaba y el último de los guardias de la muralla sudoeste desaparecía. Eonil fue la primera en reaccionar, en su tierra natal eran comunes los ataques de bandidos y bestias salvajes a las aldeas, por lo que los niños aprendían casi antes que caminar a reaccionar rápido ante un peligro. –Vamos hay que dar la alarma.- Tiró del brazo de Narea mientras corría hacia la campana, subieron trabajosamente la escalera con los vestidos trabándose constantemente. Cuando llegaron a la cima vieron que la niebla envolvía a la ciudad. –Estamos cercados.
Entre ambas hicieron sonar la campana, el gong era fuerte y claro, hizo que todos en la fiesta se detuvieran en seco. Levantaron la vista y vieron a las niñas moverse con desesperación.
-¿Qué estará sucediendo?- Preguntó Nair.
-Son Narea y Eonil, pero que... – Una puntada en su pecho, un escalofrío por la espalda. No podía ser cierto, aún no era la época, aún quedaba un mes más. Corrió hacia la torre donde se encontraba su amiga, pero se detuvo. La niebla comenzaba a descender desde el muro.
-¡Los guerreros a las armas!- Gritó el anciano maestro. –El resto al refugio.
Al instante siguiente hubo dos grupos de gente moviéndose en direcciones opuestas, muchos corrían, pero otros tantos lograban mantener la calma. Ingrid y Nair corrieron en busca de un arma. Nair recibió una espada con la empuñadura finamente labrada, pero a Ingrid no quisieron darle ninguna.
-Aún no estas preparada para esto.- Le dijo el armero.
Ingrid con visible enojo se recogió el vestido y corrió hacia su habitación, entró y abrió el cofre que guardaba debajo de la cama. Sacó un cinturón con dos fundas, en ambas había dos cuchillos largos y corvos, se ajustó el cinturón, pero no podía sujetarse bien las fundas por el vestido. El tiempo apremiaba, desenfundó uno de los cuchillos y cortó el vestido, un tajo en cada costado, como para dejar las piernas con mas libertad y pudo ajustarse las fundas, el hacha y la daga los sujetó con el cinto en la espalda. El gong sonaba con más desesperación.
Salió y corrió lo más rápido que pudo, habría sido mejor cambiarse de atuendo pensaba mientras corría, pero no había tiempo. Llegó al patio, todos los guerreros estaban listos para el combate, el miedo se sentía en el aire, pero la determinación era fuerte, todos habían jurado mantener la defensa aunque les costara la vida.
-¡Ingrid!, ¿qué haces aquí?- Preguntó Nair al verla.
-¿Narea y Eonil?- Preguntó en respuesta.
-Aún en la torre, nos han cerrado el paso.
-Hay algo extraño aquí.- Un soldado de varias batallas ya, hablaba para si mismo, pero sin darse cuenta que lo hacía muy fuerte. –Ya tendrían que verse las sombras por lo menos, esto no está nada bien.- El pánico comenzaba a dibujarse en su rostro.
Ingrid prestó atención a la niebla, estaba ya a unos escasos metros pero no veían ni rastro de los atacantes. De pronto numerosas hachas cortas salieron desde la niebla cortando el aire y dando muerte a varios guerreros.
-¡Maldición!. Están muy bien protegidos por la magia.
Ingrid se concentró algo en su interior comenzaba a hervir, lentamente comenzó a percibir los movimientos, sentía como las criaturas se movían dentro de la niebla. Se preparaban para otro ataque con las hachas.
-¡Cúbranse!- Gritó Ingrid al tiempo que desenfundaba una de las cuchillas para desviar un hacha y lanzarse sobre la niebla, pese a los gritos de Nair. Ahora solo se escuchaba el sonido de la batalla, el choque de aceros los aullidos de dolor. Nair preparó su espada y se lanzó a la carga, para su sorpresa dentro de la niebla le resultaba fácil encontrar a sus oponentes, criaturas parecidas al puma, pero con forma humanoide. Evidentemente no esperaban que los atacaran dentro de la niebla y comenzaban a sentir el miedo. Ingrid y Nair se abrieron paso hasta la torre, subieron hasta que encontraron a Narea y Eonil.
-¿Están bien?
-Si Nair, gracias, ¿cómo bajaremos ahora?
-No tendremos que esperar muchos más, se está retirando la niebla.- Dijo Eonil.
Era cierto, la niebla se retiraba aun mas rápido de lo que había avanzado. Gracias al avance de Ingrid y Nair el resto de los guerreros se lanzaron a la carga ganando nuevamente el terreno perdido, pero el panorama no era alentador, numerosos cuerpos yacían sin vida, y ninguno de los atacantes.
-Bueno con eso quedó arruinada la fiesta.- Dijo el maestro. –¡Refuercen la guardia y preparen defensas extras!
Los cuatro jóvenes llegaron donde el maestro.
-¿Nosotros que hacemos?- Preguntó Nair.
-Ayuden a la vigilancia. Ingrid ven conmigo.- Nair, Narea y Eonil subieron nuevamente a la muralla y observaron las sombras del bosque con aprensión. Mientras el maestro caminaba con Ingrid a su lado.
-Fue algo muy valiente lo que hiciste.
-Gracias.
-Valiente y estúpido.- Le reprochó el maestro. –Por las lunas, ¿en que estabas pensando cuando entraste en la niebla?
-Bueno, en realidad no lo se, fue como si algo me empujara, sentía la presencia del enemigo y .....
-Esta bien, esta bien, no necesito que me expliques más.- Se detuvo y contempló a la niña, después de su primera batalla estaba serena como si no hubiera pasado nada. –Solo una pregunta más, ¿de donde sacaste esas armas?
-Son herencia familiar, me las dejó mi abuela.
-Veo..., han sido útiles. Ahora ve con tus amigos, tal vez tengamos mas visitas antes de que despunte el alba.- Ingrid corrió en hacia la muralla. –Pensé que era solo un leyenda... es mejor estar seguro...- El maestro entró en la biblioteca diciendo frases como esas.
Durante el resto de la noche no hubo mayores disturbios, alguna que otra aparición, pero nada que anunciara un ataque. El día siguiente a la fiesta fue muy distinto a lo que todos esperaban, innumerables lagrimas se derramaron por los caídos. Y los preparativos para futuros ataques fueron mas veloces y minuciosos.
-¿Has visto al maestro?- Preguntó Ingrid.
-Está en la biblioteca.- Respondió Narea. –No ha salido en toda la noche.
Ambas caminaban en dirección a sus habitaciones, Ingrid estaba ansiosa por sacarse el vestido y dormir un rato, le resultaba extraño que a pesar de la batalla ella se sentía espléndidamente.
Dos semanas pasaron desde la fiesta. Ingrid y Nair pasaban más tiempo juntos, Narea y Eonil compartían la misma habitación ahora. A pesar de los temores de Eonil, ellas no eran el centro de los rumores, y le agradó comprobar que eran mucho más tolerantes que en su tierra natal.
-¿Por qué se habrán adelantado tanto?- El anciano maestro pensaba en voz alta.
-Eso no fue nada bueno.- Respondió el maestro sin levantar la vista de sus garabatos. –Por poco y nos barren con una simple excursión.
-Tal vez ahora tienen más fuerzas que antes.
-No lo creo, por como se dieron las cosas, es evidente que solo era una avanzada de reconocimiento , vinieron a tantear el terreno.
-Linda impresión les dimos.- El anciano miró por la ventana de la biblioteca. –Pero no eran nuestras fuerzas lo que buscaban medir.- El maestro levantó la vista. –De seguro ya sabe de ellos.
-¿De que estas hablando?- Preguntó el maestro.
-De la niña.- El anciano volteó y clavó sus ojos en los de su compañero. –No pretendas hacerte el estúpido, no olvides que fui yo quién aceptó su ingreso desde tan temprana edad, y no la he perdido de vista desde entonces.
-Está bien, no dije nada porque quería estar seguro, según los escritos antiguos ella encaja en casi todo, pero hay algo que me descoloca y me hace dudar seriamente...
-Lo se, ninguna de las anteriores ha mostrado interés en el conocimiento, salvo de batalla, y nuestra niña es casi una rata de biblioteca, pero también está el muchacho, y ya vimos como manejan las armas, en especial la niña. Todo indica que esta será una linda tormenta.
-¿Qué haremos ahora?- Preguntó el maestro con temor en la voz.

-Prepararnos lo mejor que podamos para seguir el ritmo de esos jóvenes, si es que tal cosa sea posible.

domingo, 28 de junio de 2015

A blade´s wound in time heals, a word´s wound does not.

jueves, 18 de junio de 2015

Cada quien elige los labios que quiere besar, los ojos que quiere mirar, el corazón que quiere cuidar y la persona que quiere alegrar.

Anonimo.

miércoles, 3 de junio de 2015

domingo, 22 de febrero de 2015

A veces me despierto y me pregunto que corno hago en éste mundo y después me acuerdo...

miércoles, 28 de enero de 2015

Subte y códigos

Ayer, después de unos cuantos varios años, por causas de fuerza mayor tuve que viajar en subte.
Lo que me llamó la atención fué que entre dos estaciones se juntaron cuatro vendedores ambulantes, los cuatro ofreciendo sus respectivas mercancías al mesmo tempo, antes recuerdo que si un vendedor entraba al vagón y había otro/a vendiendo, esperaban a que terminara la ronda para empezar.
No es que ya no quedan códigos, sino que cambiaron, ahora la mayoría es, hago lo mío y me recago en el resto.
Anecdota del día nomás