miércoles, 22 de noviembre de 2017

viernes, 3 de noviembre de 2017

Ciclotimia

  ¿Habrá una manera de saber si realmente existe la casualidad o todo está invariablemente predestinado?

  ¿Acaso la Naturaleza en toda su sabiduría mantiene el balance de las cosas?

  Al principio yo no creía en ninguna de esas posibilidades, siempre creí que el ser humano estaba por encima de esas creencias, pero nada me había preparado para un viaje tan profundo y oscuro.
 
  Cuando partí desde Ganimedes con la expedición, solo esperaba encontrar algo lo suficientemente valioso como para venderlo en el mercado negro.  La excavación sería en un planeta totalmente deshabitado, una masa de roca con una atmósfera muy fina.
  La primera parada la hicimos en la única luna de ese planeta, el segundo desde el sol. Ya estaban excavando en esa luna, los domos ya habían sido instalados para poder agilizar el trabajo sin tener que depender del oxígeno en los trajes, al parecer en algún otro milenio había una gran ciudad subterránea,  lo que hacía las posibilidades de encontrar algo en el planeta más que atractivas.
  Fue una parada administrativa, se registraron las naves, equipos, tripulación y el resto de los trámites burocráticos requeridos, tres horas después seguimos rumbo hacia el planeta, desde esa distancia se veía como una esfera anaranjada.
  La nuestra era la trigésima expedición desde que llegaba al planeta desde que lo descubrieran dos siglos atrás, de todas las expediciones solo una pudo regresar, la vigésimo primera, pero solo permaneció en la superficie una semana.
  Se cuentan historias de monstruos, fantasmas y cosas por el estilo. Yo nunca creí en esas cosas, solo buscaba encontrar fortuna, pero una serie de malas decisiones me dejó sepultado en deudas, así que cualquier cosa que pudiera encontrar en ese planeta serviría para devolverme mi anterior fortuna y tal vez agrandarla un poco.
  Algunos de la tripulación estaban teniendo segundos pensamientos con la cercanía del planeta, pero la mayoría tenía una fe casi ciega en el científico que encabezaba la expedición, jactándose de sus anteriores logros, como los de Prima Murel, Tramper o las lunas de Ulises y de haber sido el descubridor de un antiguo asentamiento en Ganimedes, justo debajo de la actual Capital.
  Se rumorea que muchos de los datos descubiertos en ese asentamiento le dan una ventaja importante sobre el resto de las expediciones.
  Dos días orbitando el planeta analizando la tipografía y cruzar referencias con los datos de las expediciones anteriores y finalmente poder determinar el mejor lugar para aterrizar.
  La primera sorpresa después del descenso fue descubrir que la atmósfera, a pesar de ser fina, era respirable, solo necesitábamos filtro para el polvo, el que estaba suspendido como si la gravedad no lo afectara en lo más mínimo, lo que acentuaba el tono ocre del paisaje árido.
  Dos hora tardamos en armar el campamento, después nos trasladamos hacia el lugar donde comenzaríamos la excavación. Aún nos quedaban una seis o siete horas de luz.
  Los vehículos se detuvieron y empezamos con el armado del equipo, detenerse a contemplar el paisaje era algo escalofriante, todo árido, ni la más mínima señal de vida.
  Una formación rocosa de unos veinte metros de alto nos protegería de los ocasionales vientos.
  Después de terminar el armado de los equipos comenzamos con la excavación.  Era la primera vez que hacía algo así, pero los más veteranos no dejaron que mis expectativas tomen mucho vuelo, se cava más de lo que se encuentra y las reliquias las manejan los arqueólogos.
  Unas horas de comenzada la excavación y llegó la primera complicación, al principio una suave brisa que pronto se transformó en vientos de unos doscientos kilómetros por hora, duró unos cinco minutos, la formación rocosa nos dio la protección necesaria para no lamentar ninguna vida perdida, solo algunas herramientas. Así como llegaron esos vientos se fueron y todo volvió a estar muertamente quieto. Vuelta al trabajo, revisando que no se taparan los filtros de las máscaras.
  Finalizado el primer día, los transportes nos llevaron de regreso al campamento base. Quince guardias permanecieron en el sitio de excavación hasta la mañana siguiente.
  Ducha, cena y a dormir, no quedaban muchas energías para nada más después de mi primera experiencia en ese trabajo.
  La alarma sonó antes de que hubiera luz solar, desayunamos y volvimos al sitio de excavación. Durante la noche uno de los guardias desapareció al no poder resguardarse a tiempo de la ráfaga de viento.
  El segundo día de excavación se avanzó mucho, tanto que cuando apareció el viento, muchos nos quedamos resguardados dentro del gran pozo, pero aún ni una pequeña prueba de reliquia ni nada.
  El tercer día comenzó con vientos muy violentos y extensos que los anteriores y cuando la nave observatorio que estaba en órbita dio luz verde, era casi mediodía.
  Llevábamos unos cuarenta minutos excavando cuando unos compañeros cayeron en una grieta que se abrió bajo sus pies, tres lograron agarrarse al borde y entre ellos, los otros dos cayeron, aún estaban con vida, pero heridos, la caída tenía unos cuatro metros. Los sacaron y el médico reparó los huesos rotos y curó los moretones.
  Uno de los arqueólogos descendió por la grieta y unos minutos después subió con una gran sonrisa. La formación de la piedra donde los trabajadores golpearon no era natural.
  Desde ese momento el trabajo se intensificó y se volvió más cuidadoso al mismo tiempo. Al final del día había quedado descubierta una plataforma de unos quince metros cuadrados.
  La excitación fue interrumpida por otro derrumbe más grande por donde varios caímos, algunos murieron y otros recibimos heridas y golpes. Al disiparse el polvo y el shock vimos que habíamos caído en alguna clase de edificio, la luz era muy poca y se estaba acabando, subimos a los heridos y los cadáveres para volver al campamento base.
  La excitación por el descubrimiento se palpaba en el campamento, hasta el momento no se tenían registros de un descubrimiento como este, pero se decidió esperar al día siguiente para tener luz natural antes de adentrarse en la oscuridad subterránea.
  Antes de que el sol asomara ya estaba todo listo para continuar con la excavación, por protocolo habría una guardia armada también.
  Un grupo reducido encabezado por los arqueólogos fueron los primeros de bajar mientras el resto esperábamos con los equipos listos el visto bueno para bajar, pero una ráfaga de viento comenzó a azotarnos, no hubo señal previa, ni aviso de la nave observatorio en órbita, el viento se volvía más violento y de pronto se volvió en un tornado, lo que nos llevó a un caos total, se perdió gran parte de los equipos y muchos compañeros, los que pudimos descender al edificio salvamos el pellejo, al menos por el momento.
  Al terminar el tornado vimos que la salida estaba tapada, por unos interminables segundos estuvimos a punto de caer en un pánico masivo, pero uno de los arqueólogos nos distrajo al indicarnos una posible salida. Una escalera lo suficientemente ancha para que cuatro personas bajaran lado a lado, bajamos sin encontrar una salida, las puertas que encontramos estaban tapiadas por escombros,  la oscuridad fuera de las linternas era realmente áspera. Llegamos al final de la escalera, la que conectaba a un pasillo, al final del cual parecía haber una luz tenue. Al llegar al final del pasillo el arqueólogo nos indicó apagar las linternas al salir.
  No dábamos crédito a nuestros ojos, estábamos en medio de una ciudad, el pasillo nos llevó a una terraza de un rascacielos, los edificios circundantes eran mucho más bajos y si bien la luz era tenue, permitía ver en todas direcciones. La luz era de un tono grisáceo como cuando las nubes espesas de tormenta tapan el sol, pero no podíamos ver de dónde venía.
  No se veía señal de vida alguna y no parecía una ciudad en ruinas, aprovechamos el espacio para hacer un recuento del equipo, provisiones y armas y lo repartimos entre todos. Continuamos el descenso por otras escaleras hasta llegar a la calle.
  Era increíble que los edificios estuvieran en tan buen estado, pero no había ningún vehículo abandonado, solo polvo. Uno de los guardias indicó que detector de movimiento había captado algo, pero no se acercaba ni alejaba.
  Avanzamos con cuidado un par de cuadras y al doblar la esquina nos sonreímos al ver un cartel balanceándose.
  Uno de los hombres señaló hacia una ventana donde vimos unos destellos cosa que llamó nuestra atención, un segundo después el detector de movimiento captó varias señales por todos lados, estábamos rodeados, alguno comentó que tal vez fueran sobrevivientes de las expediciones anteriores, pero el jefe de la guardia nos indicó cubrirnos y prepararnos para pelear si fuera necesario. Sin capacitación militar me preparé lo mejor que pude y los nervios me invadían casi sin poder controlarlos.
  Así como aparecieron las señales desaparecieron, el silencio era absoluto y tétrico. Una nueva señal se acercaba por una calle transversal, al aparecer por la esquina vimos a una especie de caballo y sobre su lobo un ser extraño, portando algo parecido a un rifle. Se detuvo frente a nosotros y se apeó de su montura, caminó despacio hacia nosotros con la palma de la mano extendida frente a él.
  El arqueólogo en jefe se acercó con la palma de la mano extendida de igual manera, esperando que sea señal de paz. Al quedar frente a frente cruzaron algunas palabras y el arqueólogo regresó con el rosto muy pálido. Por lo que balbuceó el arqueólogo supimos que habíamos transgredido terreno sagrado.
  El ataque fue tan repentino como violento, al parecer tenían municiones impulsadas por explosión, aunque eran realmente letales, la mitad murió en ese comienzo, los que no pudieron parapetarse cayeron también, y en cuestión de segundos solo cinco de nosotros quedamos con vida. Nos rodearon y se acercaron apuntándonos con sus armas, nos hicieron señas de soltar las nuestras, lo hicimos y después todo se volvió oscuridad.
  Cuando recobré la consciencia me encontré en una prisión, los otros cuatro estaban en otras celdas, nos trajeron comida y agua. A la mañana siguiente vinieron y se llevaron a dos de nosotros y no volvimos a saber de ellos. A la otra mañana una comitiva llegó y uno de ellos se acercó a nosotros, tenía la cabeza tapada por una gran capucha en su mano tenía un bastón con una esfera de cristal en la empuñadura. Nos apuntó a cada uno de nosotros deteniéndose unos segundos, al apuntar la esfera en mi dirección todos quedaron sorprendidos, la esfera estaba brillando con una luz blanca.
  A uno orden de él, los otros cautivos fueron fusilados, el encapuchado se acercó y abrió la puerta de mi celda, me indicó que los siguiera, me llevó a otra habitación sin mucho más que paredes y un par de sillas, me señaló para que me sentara, en un rudimentario intergac me explicó que mi llegada no era casual, era mi destino llegar a ese planeta.
  Desde el comienzo del tiempo la vida evoluciona hasta que una o varias especies desarrollan algún tipo de tecnología para su vida cotidiana, cosa que los aleja de la esencia misma de la vida y cuando eso sucede llega el juicio, un ente de esa especie será llamado para definir el futuro.
  Ese tiempo estaba por llegar cuando éste planeta era el único habitado por la especie humana, pero los humanos usaron su tecnología para controlar y enterrar al ente, lograron detener el juicio por el momento, pero convirtieron el planeta en un gigante desierto, los que pudieron escaparon a las estrellas y después de años de sobrevivir, proliferar y volver a construir su civilización, se olvidaron por completo del planeta de origen. Ellos eran descendientes de los que habían quedado atrás después de las detonaciones clase N que convirtieron el planeta lleno de vida en un planeta muerto.
  Ahora que me habían encontrado podrían corregir el error de sus ancestros, dejando todo sobre mis hombros, yo me negaba a creerles, me sonaba más a una leyenda que a algo real.
  Me llevaron a la gran bóveda donde comenzaría el final del juicio, allí había una joven, cabellos dorados ojos rojos y sonrisa casi angelical, pero a pesar de su apariencia frágil podía sentir que no lo era en absoluto.
  Me llevaron a otra habitación donde me dieron comida, limpiaron mi cuerpo y me dejaron descansar hasta el día siguiente. Accedieron a mi pedido de volver al campamento base y recoger un par de posesiones preciadas para mí, aprovecho a grabar este mensaje y ponerlo en una cápsula, la que enviaré al espacio, la fina atmósfera hará que llegue más rápido, con suerte el observatorio lo recogerá y podrán montar un rescate.


“¿Eso es todo?”
“Si, eso es todo el mensaje, aunque la cápsula tiene unos datos que parecen coordenadas.”
“¿Y bien?”
“En pantalla el planeta de origen del artefacto.”
Los dos pares de ojos rojos miraban asombrados la pantalla.
“Por el Gran Volcán, ¿Quiénes son éstos humanos?”
“No lo sabemos, tenemos milenios de datos y registros de diferentes especies y ninguna concuerda ni menciona esa especie.”
“¿Cómo explica que esa cápsula pudiera despegar de nuestro propio planeta?”
“La única explicación posible es que estos humanos perdieron el juicio.”
“No hay rastros de esa especie en ningún planeta habitado y explorado.”
“Es posible que la completa extinción y desaparición de todo rastro sea la consecuencia de perder el juicio. Cada estudio del material da que éste objeto es más antiguo que cualquier registro que se tenga.”
“Tal vez esto sea un aviso del espíritu del Gran Volcán que no olvidemos la armonía que teníamos antes de depender tanto de nuestra tecnología.”
“Tenemos que llevar esto al consejo y rezar para que no sea tarde.”

  La nave con sus dos tripulantes se acercó al planeta llevando una reliquia de un tiempo ya olvidado y perdido con la luna como silenciosa testigo.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Recibir malas ondas, reclamos, quejas, entre otras actitudes negativas sin poder decir nada y cuando se dice algo......